El mercado de las alarmas crece en Huelva al ritmo del miedo, la prevención y las viviendas vacías
El auge de segundas residencias, la dispersión del territorio rural y una creciente percepción de inseguridad disparan la demanda de sistemas de seguridad en la provincia en un 7% más con respecto a 2024.

El mercado de las alarmas vive en Huelva un crecimiento sostenido que se alinea con la tendencia nacional, donde se calcula que existen más de tres millones de sistemas conectados. La provincia, con un perfil urbano medio y una fuerte presencia de viviendas estacionales en la costa, refleja perfectamente las causas de este repunte: la necesidad de proteger segundas residencias, la sensación de inseguridad creciente y la percepción ciudadana de que la protección institucional no siempre llega a tiempo.
En un contexto en el que Andalucía representa ya cerca del 19 % del total de alarmas instaladas en España, Huelva aparece como un territorio especialmente activo. Aunque no existen estadísticas oficiales desglosadas por provincia, estimaciones del sector sitúan el parque de alarmas onubense entre las 70.000 y las 80.000 unidades. Esta cifra, lejos de estabilizarse, sigue creciendo año tras año con una media estimada del 7 %.
Uno de los focos principales del crecimiento está en la costa. Urbanizaciones como las de El Portil, Islantilla, Mazagón o La Antilla concentran miles de viviendas vacías durante buena parte del año. La ausencia de residentes permanentes convierte estos espacios en zonas especialmente vulnerables a robos o incluso a ocupaciones temporales. La instalación de sistemas de alarma, en muchos casos, es la única herramienta efectiva con la que cuentan los propietarios para proteger su inmueble cuando no están presentes.
El fenómeno no se limita al litoral. En el interior de la provincia, el auge de viviendas rurales, cortijos y pequeñas fincas, muchas veces alejadas de núcleos urbanos, ha motivado un aumento significativo en las contrataciones. En zonas de campiña o sierra, donde la presencia policial es más intermitente y los accesos pueden quedar sin vigilancia durante horas, el refuerzo privado se ha convertido en un elemento de rutina.
Otro factor que explica este auge es el cambio tecnológico. Las nuevas alarmas permiten el control remoto desde teléfonos móviles, la conexión directa con centrales receptoras y la integración con cámaras, sensores de movimiento o vigilancia perimetral. Esta evolución ha facilitado el acceso a este tipo de dispositivos para perfiles que hasta hace pocos años no los consideraban necesarios: desde familias jóvenes que viajan con frecuencia hasta personas mayores que desean una supervisión externa sin sentirse invadidas.
Además, el crecimiento del mercado no se limita a las grandes compañías del sector. En paralelo, empresas locales han encontrado un nicho creciente entre clientes que buscan precios más ajustados o una atención más cercana. Este tejido de pequeñas firmas está consiguiendo afianzarse en municipios de menor tamaño y en barriadas alejadas de los centros urbanos.
Aunque la mayoría de las alarmas no registran incidentes reales, sí se detecta un número creciente de activaciones por intento de intrusión o movimientos sospechosos. Según datos de grandes operadores, el 3,8 % de los clientes onubenses ha experimentado algún salto de alarma en el último año, una cifra que duplica a la de provincias interiores como Soria o Teruel.
El contexto social también influye. La incertidumbre económica, la movilidad constante de población y una percepción cada vez más extendida de vulnerabilidad, especialmente en zonas despobladas o infrahabitadas, refuerzan la necesidad de reforzar la seguridad privada como complemento a la pública. El miedo, sin nombre ni dirección concreta, ha pasado a formar parte del imaginario cotidiano.
Así, Huelva no solo instala más alarmas: también refleja un estado de ánimo. Prevenir se ha convertido en un hábito; sentirse seguro, en una prioridad compartida. En una provincia que combina viviendas de veraneo, núcleos rurales aislados y urbanizaciones en crecimiento, la alarma ya no es solo una opción, sino una señal de los tiempos.