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Los últimos lobos de la Sierra

La estrategia de reducir la persecución al lobo ibérico con disparos, trampas o veneno y su eliminación como especie cinegética abren la posibilidad de su recuperación en zonas del interior de la provincia de Huelva y reavivan los recuerdos en pueblos serranos. 

Los últimos lobos de la Sierra

La memoria colectiva y la historia están repletas de historias de lobos en la parte norte onubense. Desde los cuentos que narraban los mayores a la luz de la candela, hasta las batidas para acabar con lo que desde siempre se ha considerado una especie dañina para el campo y el ganado.

El mito del lobo está presente en la toponimia serrana y también en los archivos. Una investigación de Santiago González, por ejemplo, rescata datos de este cánido en tierras de Zufre, en cuyas primeras ordenanzas municipales conservadas, que datan del siglo XIX, ya se hacían referencias. Concretamente, hay textos que aluden a los premios y ayudas monetarias que se otorgaban a los vecinos o forasteros que diesen muerte a lobos en el vasto término municipal zufreño, el tercero en extensión de toda la provincia de Huelva.

Rumor de Aguas "La última loba de la Sierra"
Rumor de Aguas "La última loba de la Sierra"

Se puede suponer que la ordenanza aludida tendría causa y reflejo en anteriores actas de los siglos XVI al XVIII, pero la destrucción del archivo municipal durante la invasión napoleónica y a finales de los años 70 del siglo XX nos mantiene huérfanos de esa parte de nuestra historia. No obstante, la búsqueda en otros archivos, como el parroquial, el de Protocolos Notariales o el municipal de Sevilla, entre otros, aportan datos de gran interés.

A través de las actas conservadas sabemos que en 1896 el Concejo de Zufre gratifica a Leopoldo Fernández, vecino de La Granada, con 40 pesetas como premio por haber muerto un lobo en la finca de Jarrama. En 1897, Basilio Largo Bázquez, con ‘B’, recibe 5 pesetas por haber dado muerte a un lobezno en la finca del Vaquerizo. El mismo año, Manuel Suárez, de La Granada, recibe igualmente 50 pesetas por haber abatido a un lobo en la Sierra de la Vicaría, práctica que se prolongó hasta bien entrado el siglo XX.

Todavía en algunas fincas extensivas de la comarca se conservan artilugios y enseres relacionados con estos animales, como la carranca o carlanca, collar con púas que se colocaba en el cuello de los perros guardianes de los rebaños, con la intención de protegerlo frente a las dentelladas de los lobos.

Una importante aportación a esta historia llegó hace más de una década de la mano de la Asociación Cultural Lieva, entidad serrana que en el año 2010 publicó un estudio del biólogo Iván Parrillo Hidalgo titulado ‘La última loba de la Sierra’ en su revista cultural ‘Rumor de Aguas’. La publicación tiene diversos valores de gran interés, ya que además de los datos generales sobre lobos en la comarca, Parrillo presentó las últimas fotos de batidas de lobos en la Sierra, que tuvieron lugar en 1975.

Rumor de Aguas "La última loba de la Sierra"

Las opiniones vertidas por Parrillo en la revista son definitorias de la persecución del lobo en Andalucía, debido a que “sin duda alguna el ser humano ha sido su gran enemigo y mayor perseguidor”. Su confinamiento en fincas dedicadas a la práctica cinegética aumento su inseguridad, ya que los propietarios utilizaban cepos, lazos e incluso veneno para su exterminio.

En La Sierra y sus alrededores el lobo desapareció a finales de los años setenta. En total 28 lobos abatidos desde 1951 a 1984 en las comarcas serranas de Huelva, Badajoz y Sevilla. Finalmente, el 16 de octubre de 1975 se produjo la cacería de la última loba de la que se conservan imágenes en la comarca. ‘Caravales’, una finca de la Sierra que pasó de ser una buena finca ganadera a ser uno de los mejores cotos de caza mayor de la provincia, tuvo la fortuna de tener entre sus lindes a una de las últimas lobas ibéricas de la sierra.

La revista ‘Rumor de Aguas’ describió perfectamente la planificación y ejecución de la batida que acabó con el animal. La preocupación de los guardas de la finca, las reses muertas, el mallado del contorno y las rampas de acceso, patrullas para detectar su presencia, el uso de venenos para su eliminación, el montaje del operativo y la muerte final de la loba.

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