viernes. 29.03.2024
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Añoranzas de la romería de la Virgen de Flores en Encinasola

Tomás López recoge el sentir y el recuerdo de los marochos por no vivir este evento.
Añoranzas de la romería de la Virgen de Flores en Encinasola

El Lunes de Albillo tendría que haber finalizado la romería en honor a la Virgen de Flores en Encinasola. Una de las primeras romerías en el calendario serrano estaría en esos momentos enfilando la recta final de una celebración repleta, como siempre, de emociones, recuerdos y algarabía. La pandemia, en cambio, lo ha impedido, y los marochos recuerdan los momentos vividos en otras ocasiones.

Uno de los que con más extensión y calidad literaria lo hace es Tomás López, quien desde su ‘Cuaderno de notas’ publicado en internet, ha realizado una semblanza histórica y emocional de este evento que une a todos los vecinos y amantes de Encinasola.

Los festejos arrancan tradicionalmente el viernes posterior al Domingo de Resurrección, extendiéndose hasta el siguiente Lunes, el Lunes de Albillo. El origen de la devoción a la Virgen de Flores, es incierto, según López, quien aventura que pudiera estar ligado a los repobladores que llegaron del Reino de León a finales del siglo XIII o principios del XIV, o incluso que surgiera para dar cobijo a las necesidades religiosas de los pastores de la Mesta, que llegaban con sus rebaños hasta allí, a los alrededores de los bellos parajes de su ermita.

La ermita, tal como ahora se conoce, es el resultado de la evolución de este tipo de edificios religiosos, siendo al principio una construcción pequeña que entre los años 1585 y 1614 se amplió a tres naves. Con motivo del patronazgo, ya en 1720, se igualaron las alturas de las naves creando un espacio interior amplio; más tarde, en 1869, las tres naves fueron abovedadas y en los últimos cincuenta años, tanto el edificio como el recinto se han consolidado y embellecido con significativas mejoras. El lugar es también sitio de culto, de entrega de ofrendas y exvotos, de rituales y de sentimientos volcados allí por parte de los fieles.

La Hermandad de Flores se constituyó en el siglo XVI, y en su libro de Reglas, que data 1585, se ordena que “cada año se celebre una fiesta el lunes “cuasimodo”, como es costumbre, acompañando los hermanos a la cruz en procesión hasta la ermita, donde se haga misa y sermón y de allí vuelvan acompañando la cruz, todo con mucha devoción.” Por ello, en un principio la talla no se trasladaba al pueblo, sino que los cultos los recibía en la ermita.

Hasta entrado el siglo XX, la Virgen de Flores no empezó a visitar periódicamente el pueblo, al principio una vez cada cinco años, y desde 1971, todos los años.

En una de las entradas de su cuaderno apunta a que hay personas que no iban a la ermita, sino que se congregaba en la entrada del pueblo para recibir a la Patrona y acompañarla hasta la iglesia. Esta y otras muchas vivencias las ha reflejado magistralmente en publicaciones como ‘Encinasola: retrato de una época (1860-1950)’ y otros libros en los que ha rescatado la historia, el patrimonio o el cancionero marocho.

Para él, “junto a aspectos tan determinantes en la sociedad actual como el económico y social, se decanta una forma de celebración, sincretismo de fiesta, religiosidad popular y espiritualidad que, frecuentemente, se superpone a la fe. Aunque Ella, desde su ermita, vela permanentemente por todos los marochos”.

López, hermano de la Hermandad de la Virgen de Flores, fue pregonero de sus fiestas en 2010, por lo que sabe lo que es sentir la devoción popular hacia la talla. En sus palabras de lamento por la situación actual, afirma que “siento la tristeza de que nuestra Patrona no pueda venir a Encinasola este Domingo de Resurrección, de no verla aquí, por nuestras calles, sus calles, con su gente. En la añoranza, los marochos no olvidamos que siempre está con nosotros como pregona su himno”.

Los escritos de este marocho inciden en el pesar por la pandemia, no sólo en este sentido de impedir la manifestación de la religiosidad popular en Encinasola, sino por “las vidas que se está llevando y el sufrimiento al que nos somete cada día que va pasando. A la par, va rompiendo nuestra estructura económica, laboral, social, festiva, emocional… Nos tiene encarcelados. Arrinconados”. Sin embargo, su mensaje final se inclina hacia la esperanza y la confianza en que “no destruirá los sólidos pilares de la fe, ni nuestras arraigadas tradiciones. Por eso es preciso recordarlas, no olvidarlas y revivirlas en la medida que sea posible”.