sábado. 04.05.2024
El tiempo

La dura vida rural de Pepe ‘Azuquita’

José Fernández escribió sus recuerdos pocos años antes de morir
La dura vida rural de Pepe ‘Azuquita’

Las generaciones que nos precedieron tuvieron que hacer frente a numerosas dificultades. La primera  mitad del siglo XX estuvo sujeta a infinidad de momentos críticos en los que se puso a prueba la resistencia de muchos miles de españoles y de españolas. Especialmente en las áreas rurales, la lucha  por subsistir fue el principal empeño de nuestros abuelos y de nuestras abuelas. 

Hay muchos ejemplos que demuestran su esfuerzo diario, pero pocos quedan tan sintetizados y enmarcados emocionalmente como los recuerdos que dejó escritos el cachonero José Fernández Delgado. Cuando iniciaba su octava década de vida, su hijo Aurelio le dio una agenda para que se entretuviera escribiendo ideas, recuerdos y otros textos. La ocurrencia no pudo ser más oportuna, ya que, además de mantener activa su mente, sirvió para fijar, negro sobre blanco, experiencias de su dura vida en el pueblo. 

De esta manera, el 7 de marzo de 2007 inició sus redacciones en un dietario de Artesanía y Bar Martín ya caducado, y algunos de esos breves textos son una auténtica biografía de su vida. Gracias a ellos, y a la información de su familia, sabemos que nació en Galaroza, el 7 de marzo de 1926, en el número trece de la actual calle Abajo, donde vivió hasta 1931. La familia se trasladó a la cercana aldea de Las Chinas, que comparten Galaroza y La Nava, y estuvo viniendo al pueblo cachonero a la escuela hasta los nueve años. Hizo la Primera Comunión tutelado por una maestra que se llamaba Doña Eulalia, que procedía de Sanlúcar de Barrameda, hasta que ésta se jubiló y fue sustituida por Doña Antonia, a la que se muestra muy agradecido porque “me enseñó todo lo que sé”. No pudo terminar sus estudios, ya que con tan sólo 11 años sus padres compraron diez cerdos, por lo que tuvo que guardarlos y atenderlos durante tres años, hasta que cayó enfermo de fiebres tifoideas durante más de tres meses. Para afrontar este golpe, la familia tuvo que vender ese ganado, que compró un tal Toribio.

Pepe ‘Azuquita’, como era conocido cariñosamente, vivió una anécdota singular, ya que fue de los primeros cachoneros en enfrentarse a las tropas sublevadas contra la legalidad de la Segunda República Española, al encontrase con los soldados cuando entraban por la aldea de Las Chinas, el 24 de agosto de 1936. Felizmente, tan solo intercambió con ellos unas palabras de salutación

La enfermedad que sufrió Pepe se extendió a su hermana Luisa, con tan mala fortuna que falleció en diciembre de 1940 con tan sólo 17 años. El hambre y las penalidades estuvieron sin duda detrás de esta tragedia que marcó a la familia. 

Pero Pepe tuvo que seguir luchando, y a los 15 años, empezó a trabajar con una collera de mulos para todo lo que saliera, y así sembró muchas tierras de la zona. Confiesa que a lo que más se dedicaba era el castañar, ya que “en aquellos tiempos no había tractores y se hacían todos los trabajos con bestias”. 

A los 17 años conoció a Aurelia, la mujer de su vida, con quien estuvo novio durante nueve años. Antes de casarse, tuvo que cumplir un total de veinte meses en el Servicio Militar, en Sevilla, en el área de Transmisiones, aunque también estuvo en Gibraleón. 

El 21 de julio de 1951 contrajo matrimonio con Aurelia Ortega Ortega y se fueron a vivir al barrio de Los Riscos. Sus padres le dieron dos mulos, con los que estuvo trabajando cuatro o cinco años, compaginando estas tareas con las de carbonero, ‘regaó’, ‘apañaó’ de castañas por cuenta y de aceitunas. El año que se casó, en 1951, sembró con Eduardo Delgado 150 arrobas de papas, y la cosecha se vendió a un corredor a razón de 60 céntimos por kilo. Cuando “la cosa se puso fea”, vendió los mulos y se colocó en la mina María Luisa, en La Nava. 

Allí estuvo cinco años, en contramina; y su familia conserva un documento en el que Bernardo Segarra, director de Hidro Nitro Española en la mina navina, certifica que José entró a trabajar como peón el 1 de mayo de 1958, causando baja el 7 de abril de 1962, como consecuencia de un expediente de crisis, “habiendo observado buena conducta en general”. 

Se aventuró al duro oficio de piconero durante los meses de invierno, simultaneándolo con trabajos en la Forestal. Esta tarea le alejaba de casa, ya que sólo podía ir al hogar cada quince días. 

También tocó la construcción, en la que estuvo la última etapa de su vida, hasta su jubilación a los 65 años. No obstante, siguió activo, yendo a la huerta que tenía en Las Chinas cada día a realizar tareas agrícolas. Diez años después, a los 75, sus achaques le retiraron de toda actividad que requiriese esfuerzo y toda su energía tuvo que centrarla en cuidar de su esposa. 

Algunos de los pasajes de Pepe son tremendamente emocionales, al recordar a su familia. Así, escribe que “el día 17 de noviembre de 2005 me pasó lo más malo de mi vida, se me fue la compañera, la que no olvido ni un momento”. Más referencias a Aurelia se recogen el día de su cumpleaños y a lo largo de los escritos.

Otras entradas en el diario son meramente recordatorias, como las fechas de nacimiento o los números de teléfono de sus tres hijos, Luis, Pepa y Aurelio. Incluye en sus anotaciones textos curiosos, como una relación completa de los habitantes de Las Chinas, tanto las parejas como sus hijos, desde 1936 hasta 1940, llegando a contar hasta 237 vecinos. También en este aspecto nos resulta útil la memoria de Pepe, para comprobar la despoblación de la aldea, que ahora apenas cuenta con una veintena de habitantes estables. 

Entre sus anotaciones encontramos la transcripción de la letra de canciones de diversos autores, siendo sus preferidas las de Pepe Pinto de los años 50, pasodobles como ‘Mi Huelva tiene una ría’ y coplas como Tani, canciones de Carmen Sevilla o ‘La Zarzamora’, de Lola Flores. Finalmente, se añaden una ristra de refranes, algunos de los cuales marcaron su vida. 

Las anotaciones de José Fernández en el dietario terminaron pronto, ya que dejó de dedicarse a  los textos, seguramente por considerar que ya había escrito todo lo interesante, y le dio por el dibujo, legando a su familia cientos de papeles con mil y una formas geométricas. Pepe mantuvo esta afición hasta su último aliento, junto a su manía de hacer cuentas, como cuando multiplicaba los ahorros que había conseguido por 166,386, para ver cuánto eran en pesetas. 

La muerte del ‘Azuquita’ tuvo lugar el 19 de enero de 2013, justo al despertar de la noche en que un gran temporal destrozó otro símbolo cachonero, el Pino de la Atalaya. Precisamente, las últimas y lúcidas indicaciones a sus hijos fueron que tendrían que reparar los efectos de la tormenta en el tejado y poner cacharros en el ‘doblao’ para recoger el agua de las goteras. 

Gracias a la idea de su hijo Aurelio, hoy contamos con un breve pero excepcional testimonio, al que las lógicas faltas de ortografía y el pulso tembloroso no restan un ápice de autenticidad y emoción. Los recuerdos de José Fernández Delgado nos aportan pruebas de gran interés para profundizar en el estudio de la dura vida rural de hace décadas en nuestros pueblos. Experiencias tristes que nuestros abuelos supieron superar para sobrevivir y legarnos un mejor porvenir.