martes. 19.03.2024
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El mayor malabarista sobre una Vespa fue onubense

El acróbata de la Vespa fue un onubense nacido en el Campillo y conocido como el Gran Romer. En los años 60 sus espectáculos sobre las dos ruedas le llevaron a recorrer toda Andalucía.
El Gran Romer en uno de sus espectáculos
El Gran Romer en uno de sus espectáculos
El mayor malabarista sobre una Vespa fue onubense

Fue conocido como el acróbata de la Vespa, el malabarista de las dos ruedas que dominaba, con la solvencia y elegancia de un bailarín, una moto de la cual muchos aseguraban que se encontraba ‘embrujada’ y que poseía vida propia. Palabras con los que los atónicos espectadores pretendían definir el imposible, en forma de espectáculo, que veían sus ojos.

El Gran Romer recoge pañuelos del suelo mientras circulaba a toda velocidad
El Gran Romer recoge pañuelos del suelo mientras circulaba a toda velocidad

      José Rodríguez Romero nació en el campillo hace algo más 93 años, si bien desde joven se afincó en Niebla, ciudad condal donde formó su familia y vivió hasta el final de sus días.  

     “El Gran Romer”, como así le apodaban los cronistas de la época, fue un adelantado de su tiempo al desafiar los límites de la física y desplegar sobre su moto Vespa cuan piruetas se le venían a la mente. Este insigne personaje se dedicaba al negocio de los recauchutados y ello le permitió recorrer toda la geografía andaluza, lo que contribuyó a forjar su fama y que la leyenda sobre sus acrobacias se extendiera como un reguero de pólvora. 

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En uno de sus equilibrismos sobre las dos ruedas

       Romero inició sus piruetas sobre una añeja bicicleta sobre la que se curtió en la destreza acrobática de la que después hacia gala sobre los caballos de acero. Sus exhibiciones se iniciaban con una serie de vueltas al improvisado circuito y, soltándose de manos, daba una primera cuenta de la simbiosis hombre-maquina. Acto seguido desprendía varios pañuelos por el recorrido y a todo gas los recogía en una vertiginosa pasada. Luego la dificultad seguía su progresión circulando de espaldas y saludando a los espectadores, mientras viraba su posición para ponerse de pie sobre el lomo del asiento o sentándose en la parte delantera, frente al manillar. Pero sin duda uno de sus números más espectaculares consistía en posar una silla de madera sobre las ‘cachas’ de la Vespa y subirse a ella recorriendo un tramo de terreno.

El Gran Romer circulando del reves con la Vespa
El Gran Romer circulando del reves con la Vespa

     La decadencia, presteza y belleza plástica con la que en la década de los sesenta ‘El Gran Romer” dominaba una moto constituían todo un hito; dada la dificultar de controlar el peso de una moto de gran tonelaje.

Además, la dificultad se acrecentaba dado que la Vespa ubicaba su motor en un lateral, por lo que a poca velocidad carecía de la estabilidad de la que gozan las actuales motocicletas.

Consciente de ello varios Circos de España se hicieron eco de su talento y se interesaron por contratar al “acróbata de las dos ruedas” que, sin embargo, prefería no anquilosar sus piruetas a las exigencias de un espectáculo, sino que regalaba su talento a festivales benéficos que le hacían sentir realizado como persona.  

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Sus espectáculos concitaba la mirada de miles de personas

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