viernes. 19.04.2024
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Fray Jacinto de Chucena hizo posible el rescate de la Ermita de Alcalá

La investigación en el Archivo de los Capuchinos de Andalucía sigue arrojando datos de interés para la provincia de Huelva.
Fray Jacinto de Chucena hizo posible el rescate de la Ermita de Alcalá

Huelva en el Archivo de los Capuchinos de Andalucía (II)

La investigación en el Archivo de los Capuchinos de Andalucía sigue arrojando datos de interés para la provincia de Huelva. De un primer vistazo general, se aprecian biografías sobre personas relevantes para la religiosidad de los pueblos onubenses en distintos momentos históricos. 

Uno de ellos fue, sin duda, Fray Jacinto de Chucena, personaje controvertido por sus ideas, pero que dejó huella en su localidad gracias, fundamentalmente, a dos iniciativas que aún se recuerdan. Su nombre civil fue Juan Sánchez Correa, y, según el Expediente de Jacinto de Chucena, Sevilla, 1882-1965 (AHPCS, leg. 298, exp. 2), nació en este pueblo del Condado el 6 de octubre de 1882, hijo de Juan Sánchez y de Matilde Correa. Ingresó en la Orden Capuchina el 3 de enero de 1903, curso su Profesión temporal un año después y su Profesión Perpetua en 1907. Su ordenación sacerdotal tuvo lugar el 4 de febrero de 1912. 

Desempeñó numerosos cargos en la Orden, a nivel de la Provincia de Andalucía, entre los que destacan Profesor del Colegio Seráfico de Antequera; Profesor de la Escuela Seráfica de Antequera (1917.1920); Guardián del convento de Melilla (1920-1923 y a finales de los años 30); Guardián del convento de Sanlúcar (1923-1926); Guardián del convento de Córdoba (1929-1937, 1949-1952); Guardián de la residencia de la Capilla de San José (primer lustro de los años 40); Guardián del convento de Antequera o Definidor Provincial en dos ocasiones, 1929-1931 y 1933-1936.

Fue misionero, recorriendo toda la geografía española en misiones populares, además de escritor y aficionado al flamenco. Sus primeros años como capuchino los pasó en el convento de Antequera, en el que desempeñó los cargos de director del seminario, Guardián y Definidor Provincial. Entre 1921-1922 formó parte de la comunidad del Convento de Melilla. Posteriormente destaca su labor como historiador local, compilando la historia de su localidad de nacimiento. Gran propagador de la devoción a la Divina Pastora, faceta que también pudo desempeñar en la misión realizada en Ceuta en 1940, junto a Claudio de Trigueros y Francisco de Sevilla.

Uno de sus libros, ‘Almas y armas españolas’, y sus alocuciones radiofónicas en ‘Radio Córdoba’, lo alinean junto al nuevo régimen nacido del golpe de Estado en 1936. Pero fue autor de un amplio número de publicaciones, sobre todo artículos en la revista ‘El Adalid Seráfico’, desde 1915 hasta 1958. Además, publicaciones de ámbito local, como ‘Apuntes Históricos de la Villa de Chucena’, aparecida en 1959, donde recoge la leyenda fundacional del pueblo, lo vincularon intensamente con sus vecinos. 

Estas obras y dos iniciativas singulares, hacen que la población recuerde la obra de Fray Jacinto. En primer lugar, el rescate de la Ermita de la Divina Pastora. El edificio está situado en lo que antiguamente fue la aldea de Alcalá de la Alameda, apenas a un kilómetro del casco urbano de Chucena. Fue edificada a partir de 1773 y tras el primer tercio del siglo XIX fue languideciendo, a la vez que la población de la aldea, que, según Ramón Franco, cronista de la localidad, desapareció tras una epidemia en 1888, por lo que el templo a mediados del siglo XX presentaba un estado de abandono absoluto. 

Fue entonces, cuando el fraile chucenero inició la idea de recuperarla, a través de una cuestación popular y la presión a las autoridades. Para el templo, adquirió sendas tallas de la Divina Pastora y San Isidro Labrador y dejó de practicar su ministerio en Córdoba, para dedicarse por completo a su pueblo. Preside la capilla la imagen de la Divina Pastora, obra de Juan Martínez Cerrillo en 1960, mientras que la talla de San Isidro fue donada por la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos de Chucena. Llegó al pueblo el 14 de mayo de 1959 y al día siguiente presidió la misa de campaña de la primera romería, según Martín Sánchez Franco. 

Sus sobrinos nietos, Leonor y Agustín, al cumplirse el sesenta aniversario de la recuperación de la ermita, donaron sus enseres personales al pueblo, tales como el hábito franciscano, roquete, ajuar litúrgico, estolas o estampas, para que quedasen expuestos en el templo. 

El final de las obras de restauración en 1958, producen dos hechos singulares en la historia de Chucena: el uso de la ermita, con la recuperación del lugar, y el inicio de la devoción a la Divina Pastora, a quien se consagró el templo, además del inicio de la romería en honor de la Pastora y de San Isidro, que Fray Jacinto impulsó. 

El otro gran acto que liga a Fray Jacinto con su pueblo fue la puesta en valor que realizó del denominado ’Pino de Chucena’, también denominado ‘Pino del padre Jacinto’. El árbol deriva de los bosques y pinares que existían en la zona antaño, en este caso, un gran ejemplar por tamaño y longevidad. Plantado, según algunas opiniones, antes de la salida de Colón hacia América, tenía un diámetro de base de un metro y 30 centímetros, una altura de 12 metros, una anchura de copa de 40 metros y unas raíces que superaban los 100 metros. El paso del tiempo y la acción humana lo fue deteriorando, hasta que Fray Jacinto se involucró en su conservación

Esta iniciativa está plagada de simbolismo, ya que se trata del árbol que aparece en el escudo de la localidad, declarado Monumento de Interés Local en la sesión municipal de 24 de agosto de 1954, y que el fraile convirtió en un elemento de identidad mediante la realización de actos en torno al mismo, especialmente veladas literarias. A pesar de los esfuerzos, el pino se secó en 1988, su tronco fue dividido en rodajas de 15 centímetros de ancho, que se entregaron a diversas instituciones onubenses.

Por esta y otras acciones, la peculiar figura de Fray Jacinto es recordada en su pueblo natal. Su muerte se produjo en Córdoba, el 1 de abril de 1965, y desde el 1 de abril de 1973 está enterrado en la ermita que contribuyó a restaurar. En mayo de 2001, el Ayuntamiento colocó en el exterior del recinto una estatua en su recuerdo, obra de Francisco Parra.