miércoles. 01.05.2024
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Homenaje a un serrano ilustre. Un amigo

Nino, en una foto tomada en Marzo de 2023
Nino, en una foto tomada en Marzo de 2023
Homenaje a un serrano ilustre. Un amigo

El pasado día 8 de septiembre de 2023, la Sierra ha perdido un ciudadano ilustre y comprometido, ANTONINO NÚÑEZ ROMERO, conocido por todos cariñosamente por “NINO”, que tenía, entre otras tantas de las muchísimas que atesoraba, la facultad de ayudar al prójimo, haciéndolo con una sutil elegancia, callada y silenciosa.

“Nino” nace a los pies del cerro donde se erige el hermoso Castillo de Cortegana, un 11 de noviembre de 1962, en el seno de una familia modesta y sencilla, de profundas convicciones éticas y religiosas. Sus padres, MARIA LUISA y ANTONINO, supieron inculcarle todos esos valores de los que irá haciendo muestra en el transcurso de su vida. Segundo, de tres hermanos, junto con MARIA PIEDAD, la hermana mayor y el más joven, LUIS MANUEL.

Estudia la E.G.B. en el Colegio Público Divino Salvador de Cortegana, y, terminados los estudios primarios, inicia el B.U.P. en el Instituto de Enseñanza Secundaria San José de Cortegana, para, posteriormente, terminar sus estudios de bachillerato en Aracena, en el Instituto San Blas.

En el año 1983, ya trabaja como oficial habilitado en el despacho de su padre, aprobando satisfactoriamente los exámenes de acceso a Procurador de los Tribunales, mediante las pruebas selectivas que se realizan en el Ilustre Colegio de Procuradores de Huelva, tomando posesión de su cargo en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Aracena y su Partido, en el año 1984.

En el año 1988, contrae matrimonio con Ana, la mujer de su vida, a la que quiso a rabiar (cuando hablaba de ella, siempre desprendía un sincero y profundo amor). De dicha unión, nacen sus dos hijos, ANA y ANTONINO, pilares fundamentales en su vida y fuente de energía para su persona. Y es en Diciembre del año 2020, cuando su queridísima hija tiene la dicha de hacerle abuelo de una preciosidad de niña, a la que ponen el nombre de ANA, quien, desde el día de su nacimiento, le rebosará de gozo y plena felicidad hasta los últimos instantes de su vida (era tal el vinculo entre ambos, que a día de hoy, no deja de buscarlo por todos los rincones de la casa, con la esperanza de reencontrarse con el).

Su gran pasión, el fútbol. Vinculado desde muy joven al equipo de fútbol de su querido pueblo, el Club Atlético Cortegana, Nino sobresalía ya como guardameta en categorías inferiores, hasta recalar finalmente en el primer equipo, portería que defendió brillantemente durante muchos años para, finalmente, pasar a desempeñar labores ejecutivas en la Junta Directiva del club.

Apasionado también de la política, en su continuo afán de servicio público, formó parte de la corporación Municipal del Excmo. Ayuntamiento de Cortegana, como Concejal, en varias legislaturas.

Es en abril del año 1984, cuando tengo la enorme fortuna de coincidir laboralmente con mi amigo del alma, ANTONINO, y, desde el mismo momento de conocerlo, tuve el convencimiento absoluto de haber conocido a uno de esos tres o cuatro amigos de verdad, que, durante la vida de cualquier persona, tenemos la gran dicha de encontrar.

¡De mi querido amigo, podría contar tantas cosas! Se me ocurre decir, por ejemplo, que era una magnífica persona, muy respetuoso con propios y extraños, gran compañero y entregado siempre al bien común. Siempre empeñado en resolver los problemas de los demás y hacerlo de forma desinteresada, temeroso de no perjudicar nunca a persona alguna. Jamás llegué a oír de su boca desprecio alguno contra nadie. Era escrupulosamente elegante, incluso con aquellas personas que, por un motivo u otro, le intentaron causar algún tipo de perjuicio.

Yo describiría a “NINO” como un “SOLUCIONADOR” que me ha llenado de orgullo y tranquilidad el tenerlo tantos años a mi lado. Más que un amigo, un hermano.

Fuente inagotable de sabiduría, estábamos siempre ávidos del privilegio de su presencia, de su sapiencia, de su inteligencia, de las que, egoístamente, nos aprovechábamos.

Como profesional y con el debido respeto al resto de compañeros, he de decir que era, el “Curro Romero”, tanto de la Procura como de otras materias, como, por ejemplo, el Derecho Fiscal y Tributario, materia en la que muchos nos consideramos unos perfectos analfabetos, él tenía la maestría de moverse con una soltura envidiable.

Con su semblante tranquilo, daba sensación de que todo lo hacía sin necesidad de esfuerzo, pero, aunque no lo parecía, ponía el alma en los problemas de los serranos.  A los vecinos de su amado pueblo de Cortegana les diría que han perdido un auténtico “Ángel de la Guarda”, siempre pendiente y volcado con aquellos asuntos que les angustiaban. Generoso, bondadoso y desinteresado, no era ajeno a cualquier conflicto en los que se veían envueltos sus vecinos y amigos, antes al contrario, se resistía a ver cerradas las puertas, siempre buscando el resquicio de que alguna estuviera entreabierta, para intentar encontrar la mejor de las soluciones a los problemas de los demás y, sobre todo, evitando provocar cualquier perjuicio a persona alguna.

Quiero hablar contigo, querido amigo, e intento enlazar unas palabras con otras para describir obra y milagros que, con tu gentil gratitud, legaste a este mundo, pero tengo la sensación de que no logro hacer justicia con tu semblanza. Me empeño en revelar todo lo que durante tu virtuosa vida nos diste, pero creo que no lo consigo, me quedo a años luz de ensalzar todo aquello que nos trasmitiste de forma tan ejemplar. Aunque, conociéndote, no estarías de acuerdo con nada o casi nada de lo que ahora escribo y, seguramente, me recriminarías el haber escrito sobre ti, y más aún, que, encima, le diera publicidad. Estoy convencido de que me “halagarías” con calificativos que no me atrevo ni siquiera a mencionar.

A mi amigo Nino no le tocaba todavía abandonar este mundo. Su marcha me produce (y me consta que a muchos) un dolor terrible que consigue desgastarme. El mero hecho de pensar que no volveremos a tenerlo físicamente a nuestro lado, con lo necesario que nos era para sobrellevar esta vida, para entender los problemas cotidianos que nos acucian, de los que él tenía esa habilidad innata de saberlos desgranar, hacerlos entender y, sobre todo, saberlos solucionar, me produce un insoportable sufrimiento.

El día que nos dejaste, tu compañero y amigo, Luis Márquez, te escribió esta entrañable y sincera reflexión (que todos hacemos nuestra):

Me acostumbre...

Me acostumbre por un tiempo a no coincidir contigo y saludarle en el Juzgado...

Me acostumbre por un tiempo a no hablar contigo de la actualidad...

Me acostumbre por un tiempo a no poder tomar café contigo...

Me acostumbre por un tiempo a no ver tu andar lento llegando al Juzgado...

Me acostumbre por un tiempo a que ya no me dieras noticias en primicia en el Juzgado...

Me acostumbre por un tiempo a no ver tu sonrisa, que escondía algo de cansancio...

Me acostumbre por un tiempo a no poder preguntarte mis dudas jurídicas....

Me acostumbre por un tiempo a que no pudiera responder mis mensajes de móvil...

Me acostumbre por un tiempo a no poder compartir ratos contigo...

Me acostumbre “por un tiempo”... pero,...NO me acostumbro a que ya sea para SIEMPRE....

Un abrazo amigo...
Supongo que, como humano que sobradamente lo fuiste, tendrías algún defecto, si acaso tengo que decir que bien te encargaste de disimularlo, porque nunca observé en ti un acto reprochable (aparte, claro está, de tu arraigado sentimiento sevillista, pero, incluso en las más enervadas discusiones, fruto de esa eterna rivalidad, siempre nos ganabas la partida, y, además, lo hacías con elegancia, demostrando lo que siempre fuiste, un auténtico señor).

Y, aunque queremos resistirnos a tu dolorosa pérdida, que nos desgarra el alma, intentamos comprender, sin éxito, que ahora perteneces a otro lugar, allí donde tan necesaria resulta tu presencia, ya que, en este mundo, según parece, no podías dar más de ti, pues, a fe que nos lo diste todo. Algunos nos consolaremos con mirar hacia el cielo, buscando, anhelosos, alguna señal que nos acerque a tu lado y nos reconforte el alma.

¡GRACIAS POR TODO, MI QUERIDO AMIGO!

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