Galaroza, la villa que nació libre hace casi cinco siglos
El 18 de octubre de 1553, Carlos I concedió a la localidad serrana la independencia de Aracena. Hoy, los cachoneros reivindican con orgullo aquella fecha que marcó su identidad.

Hace casi quinientos años, un pequeño pueblo de la Sierra de Huelva se ganó el derecho a decidir su propio destino. Fue un 18 de octubre de 1553 cuando el emperador Carlos I firmó el privilegio que otorgaba a Galaroza la condición de villa, separándola de Aracena y otorgándole jurisdicción y territorios propios. Aquella decisión, que podría parecer un trámite administrativo más en la extensa burocracia del siglo XVI, cambió para siempre la historia de la localidad serrana.
Los documentos históricos hablan de una larga pugna por la autonomía. Galaroza, entonces dependiente de Aracena, había crecido en población y en peso económico gracias a la agricultura y al comercio de productos de la sierra. Los vecinos reclamaban un gobierno propio que atendiera sus necesidades y pusiera fin a los impuestos y decisiones impuestas desde fuera. El privilegio real fue el punto final de ese proceso y el comienzo de una nueva etapa.
Cinco siglos después, aquel hecho sigue muy presente en la memoria colectiva del pueblo. Cada mes de octubre, el Ayuntamiento y las asociaciones locales organizan actividades culturales que recuerdan el aniversario, aunque muchos proponen convertirlo en una celebración oficial. El casco antiguo conserva todavía el trazado urbano de aquella época: calles estrechas, casas encaladas y rincones que hablan de historia. Galaroza se ha transformado, pero conserva el mismo espíritu de independencia que motivó a sus antepasados a pedir la libertad. Hoy, los cachoneros celebran con orgullo su autonomía municipal, conscientes de que aquel privilegio de 1553 fue mucho más que un papel firmado por un rey: fue el inicio de su identidad.