sábado. 20.04.2024
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Con Federico Martín se va el último bohemio de La Sierra

Pilar esencial de esta Sierra ensoñada fue Federico Martín Delgado, poeta, pintor, pregonero, dramaturgo, guitarrista y rapsoda nacido en Los Romeros. Con su fallecimiento, nuestra Sierra pierde al último de sus grandes bohemios.
Con Federico Martín se va el último bohemio de La Sierra

Hubo un tiempo en que la Sierra era como aquel ‘País de Nunca Jamás’ en el que todo estaba permitido. Inventábamos eventos inimaginables, atesorábamos anécdotas increíbles, parecíamos indestructibles y podíamos ir a la romería de la Virgen de Flores, en Encinasola, o a las vaquillas de Cumbres, con la seguridad de encontrar a un montón de amigos sin necesidad de quedar previamente.

Pilar esencial de esta Sierra ensoñada fue Federico Martín Delgado, poeta, pintor, pregonero, dramaturgo, guitarrista y rapsoda nacido en Los Romeros. Con su fallecimiento, nuestra Sierra pierde al último de sus grandes bohemios.

Como él mismo dejó escrito, “abriendo el cofre de los recuerdos, aparecen descoloridos jirones” y semblanzas de lo que nuestro amigo dejó en esta tierra. Mientras que un grupo de románticos iniciaban las Jornadas de Patrimonio de la Sierra, Federico tenía tiempo y redaños para plantarse ante el Dios de las ondas radiofónicas de aquellos 80, Luis del Olmo, y recitar sus poemas serranos.

De allí se trajo el sobrenombre de ‘El poeta de la Sierra’, y muchas de aquellas composiciones quedaron inmortalizadas en su primer libro, ‘Fantasía para un arco iris sin sol’.

De aquella época son las letras que posteriormente cantase el grupo ‘Almirez’ en el programa de TVE ‘Gente Joven’ y que grabarían en un disco; todos recuerdan su historia de amor marinero en honor a la ayamontina María, ‘La fuente, el cántaro y el poeta’, ‘Sube al tren compañero’ o el inigualable ‘Canto a los caleros de Fuenteheridos’, primer premio en los Juegos Florales de 1977.

Maestro de la poesía pastoril y costumbrista, sus creaciones literarias estaban repletas de árboles “donde columpié mis sueños, donde tienen casas las hormigas y los cárabos agoreros cantaban en sus pingollas entre lluvias y luceros”, o de ruiseñores y manantiales con arpas dormidas, aires transparentes de estos valles y recuerdos ungidos de primaveras.

En el lienzo, siempre había lugar para amarillos otoñales, jazmines silvestres, balcones floridos o bodegones serranos. Federico era parte del paisaje de la zona, y también imagen identificativa de su paisanaje.

Solo a él se le permitían actitudes incómodas o vedadas a otros creadores. Solo él era capaz de protagonizar excesos que quedarían para la intrahistoria serrana, como aquella ponencia que ofreció en las IV Jornadas del Patrimonio de la Sierra, en Jabugo. Eran como las dos de la tarde del 18 de marzo de 1989, y nuestro personaje se plantó con una garrafa de aguardiente y unas bandejas de pasteles recién hechos por sabias manos femeninas jabugueñas, para hablarnos de la gastronomía y el folklore popular serranos. Los asistentes, hambrientos e impasibles ante el espectáculo gastronómico y poético, elevaron aquel día a nuestro hombre a los altares del Olimpo cultural.

Cuando creamos en 1993 las Veladas de Poesía Erótica de Galaroza, Federico se encontraba en su salsa. Transgresor, pícaro, desatado, protagonista de nuevo de eventos singulares que recordaría en cada entrevista, en cada conversación. Desde la educación que siempre le caracterizó, fue libre, rupturista e impulsor de estilos, hábitos e ideas sobre solidaridad, género o convivencia que hoy ya son de todos y todas.

El Toro de la Pena Negra’, sobrenombre con el que denominó a la enfermedad que le visitó, ya fuera en forma de cáncer o de ceguera, quiso empitonarle mortalmente en varias ocasiones. Nuestro amigo lo lidió bien, le hizo una faena de aliño, como las que nos tenía acostumbrados, y le combatió como él sabía: con sus copillas y con sus coplillas.

La primera vez que recitó ese poema fue en la ermita de Santa Brígida cachonera, con motivo del III Encuentro de Escritores de la Sierra, en 1996. Lo hizo ante el gran Amancio Prada, al que le dedicó su creación vital.

Bicho malo, acostumbró a tenernos preocupados en varias ocasiones, pero siempre resucitaba. La última vez fue en 2010, cuando, tras varios meses lastrado por la enfermedad, Federico volvió a escribir y a pintar y sus amigos le recibieron como si nunca se hubiera ido. Un almuerzo en el antiguo Tiro de Los Romeros, con la Federación de Asociaciones serranas, le aportó el respaldo y el cariño que precisaba, al grito de “¡Federico vuelve a crear!”

Para nuestro poeta, La Sierra era como el país de la niñez que describió Sabina, “donde uno y uno sumaban tres”. Por eso, multiplicó sus esfuerzos y su presencia como agente cultura y fue creador del grupo poético Aljife, junto a otros cuatro poetas serranos (José Carlos Arellano, Ignacio Garzón, Juan Antonio Muñiz y Ernesto Martín), fundador de la Asociación Cultural Brisa de la Sierra, pregonero de fiestas serranas, caminante de los pueblos con su programa de televisión ‘Con las alforjas vacías’, compositor literario de pasodobles, animador cultural y defensor del Valle Florido de Los Romeros.

Su última colaboración la recordamos en el homenaje que la aldea de Navahermosa brindó a su tamborilero Marcelino Moya, en 2017, recordando al músico “en tu último y prolongado toque inacabable de tu canora flauta”.

Su paso por Marrakech le brindó una nueva senda de color y también de espiritualidad, que combinó con su amor por las romerías serranas y su devoción por la Virgen del Rocío. También en lo político destacó por su conservadurismo racional, que le permitió forjar amistades con políticos como Juan Ceada, el alcalde socialista de Huelva. Su experiencia por el Ayuntamiento de Jabugo se recuerda como una etapa de colaboración y lucha por su pueblo.

Estampas de Federico que no tendrán parangón y quedarán en el imaginario colectivo serrano serán sus rasgueos de guitarra, sus visitas y andanzas con amigos como Pepe Fontenla, sus recitales del romancero español, su figura sempiterna en las viejas tabernas, la copa de aguardiente alzada mientras recordaba los versos de Lorca, los ratos en su casa-museo, junto a la vieja fragua familiar y donde terminaban todas las parrandas imaginables, su portugués chapurreado, cantando coplas de Rafael de León y, sobre todo, demostrando su amistad y cariño hacia todos los serranos.

Estas torpes palabras no llegarán a la altura de las pronunciadas por Manuel Moya, que calificó a nuestro poeta como “cumbre de la lírica popular serrana” y para quien ha sido siempre un “poeta de voz, que llevaba cosidos sus libros a su garganta y a su inseparable guitarra”. Ni tampoco reflejarán el sentimiento de amigos como Carlos Valencia, compañero de viajes por el Portugal amado, y que ayer hablaba de nuestro compañero como alguien “sin una mala cara ni una falsa sonrisa, sin segundas intenciones, desprendido; nada le pertenecía ni nada quería, solo beber la esencia de la vida a la que intentó sacarle el máximo provecho. Nunca ofendió a nadie, era y será el caballero de las artes”.

La muerte de Federico Martín deja la Sierra huérfana de su último suspiro bohemio. Pero no se preocupen, que seguro ya ha seguido el camino de Curro ‘El Palmo’, el personaje creado por Serrat, y estará montado, a mano derecha según se va al cielo, un escenario desde el que cantar a los verdes romeros, a las piedras del portillo, al chorro de agua, al burro Platero o a los castaños desnudos. Y lo hará, con una silla y una mesa pintadas en Galaroza donde sentarse a tocar la sonanta y sostener una copa de buen vino. La Cultura en La Sierra ya tiene un nuevo grito: ‘¡Federico Vive!’ es la consigna que debe guiar los pasos de la creatividad y las vivencias culturales en la comarca a partir de ahora.

No en vano, en su ‘Cantar a la Sierra de Aracena’, Federico Martín dejó escrito:

“¡Serranos de altas frentes

paz y caminos nuevos,

busquemos el resurgir

en el campo y en los pueblos!

Enlacemos nuestros espíritus

que los serranos seremos:

¡Fuertes como las tormentas!

¡Altos como los luceros!

¡Grandes como nuestras almas!

¡Puros como nuestro cielo

donde ondea la bandera

verdiblanca de mis sueños!”