viernes. 29.03.2024
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40 veranos junto a los chavales de Paz y Bien

Galaroza acoge un año más las colonias veraniegas organizadas por la Asociación Paz y Bien.
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40 veranos junto a los chavales de Paz y Bien

Galaroza acoge un año más las colonias veraniegas organizadas por la Asociación Paz y Bien. Son ya cuatro décadas de encuentro y en 2022 serán unas 200 personas con discapacidad intelectual y menores tutelados por la Administración, además de monitores y voluntarios, las que disfrutarán de estas vacaciones en el antiguo convento.

La casa situada en la calle Don Pedro González y que perteneció a María Teresa Vázquez de Prado, viuda de Osborne, ha sido un referente para Galaroza desde hace casi más de medio siglo. Acogió a la que se convirtió en gran benefactora del pueblo durante mucho tiempo, especialmente durante la década de los años 30 y 40 del siglo pasado, atendiendo a los vecinos más necesitados y recuperando el patrimonio religioso. 

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A partir de 1950, fue donada a la Orden de los Hermanos Capuchinos, que la destinaron a acoger a estudiantes de la congregación durante los veranos. Desde 1973 dejaron de ir los frailes y fue la Parroquia del Rocío de Huelva quien llevaba a grupo de niños de colonias bajo la responsabilidad de los capuchinos. Pero cinco años después, la actividad cesó y fue entonces, sobre 1980, cuando nació una conexión imborrable entre Galaroza y la Asociación Paz y Bien. Rafael Pozo solicitó el uso de la casa para los primeros usuarios de la recién fundada asociación y el flechazo fue instantáneo. 

Desde entonces, los chavales con discapacidad de Paz y Bien se han fundido con los cachoneros y las cachonerasen un abrazo permanente de hermandad. Su integración ha sido total, año tras año, demostrando su gran capacidad de vida y la hospitalidad de los cachoneros. 

Galaroza ha sido testigo de la madurez de algunos, de los amores de otros y otras, de las carcajadas de todos y del buen ambiente creado en el pueblo. Quién no recuerda los acelerones de aquella moto imaginaria del querido Manolito, la bondad del recordado Pepe, los partidos de fútbol con los chiquillos o las dotes cantarinas de Felipe junto a las orquestas en las fiestas patronales. 

Todos han dejado huella en el corazón de los cachoneros, que han recibido mucho de estas personas a lo largo del tiempo. La imagen más expresiva de esta comunión mutua es la petalada de flores con que se recibe a la Virgen del Carmen en su Procesión de Tercia a su paso por el Convento. Pero hay muchos más ejemplos. Los más importantes de todos son los que quedan en el corazón de cada uno, los que se mantienen a pesar del paso de los años. 

Tras dos años de ausencia por causa de la pandemia, son alrededor de cuatro décadas de unión espiritual, de identidad colectiva, de apego a un pueblo por parte de una asociación que ha recibido el Pero de Oro de Galaroza y que ha convertido el Centro de Servicios ‘El Múrtiga’ uno de sus referentes. La intención de Paz y Bien es continuar con esta actividad que llena de vida a numerosas personas y sigue siendo un ejemplo de integración e identidad mutua.