jueves. 28.03.2024
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Gabino Pachón recupera la esperanza por encontrar los restos de su padre

El cachonero espera las pruebas de ADN de la fosa Pico Reja en Sevilla, que actualmente está en proceso de exhumación.
Gabino Pachón recupera la esperanza por encontrar los restos de su padre

Cuando alguien lleva toda la vida esperando una noticia que ofrezca indicios del paradero de un familiar, el tiempo pasa volando. Las manecillas del reloj se convierten en cuchilladas que van horadando el cuerpo y las hojas del calendario pesan como losas que se interponen en el camino de la justicia.

Gabino Rafael Pachón Blanco lleva 84 años sin noticias de su padre, al que en varias ocasiones dieron por muerto en los albores de la Guerra Civil española.

Antonio Gabino Eugenio Pachón Iglesia formó parte de la masa de presos hacinada durante meses en el vapor Cabo Carvoeiro, utilizado por los sublevados en julio de 1936 como cárcel flotante en el río Guadalquivir. Asentado en diversos lugares de las orillas de la ciudad de Sevilla, este buque funcionó como una especie de barco de la muerte para varios cientos de personas, en su mayoría sevillanas, pero también onubenses, como los miembros de la Columna Minera que fueron engañados y hechos presos en La Pañoleta un día después del denominado ‘Alzamiento Nacional’.

Gabino Pachón Iglesia había nacido en la localidad pacense de Los Santos de Maimona el 11 de enero de 1901, y se estableció laboralmente en la pedanía corteganesa de Valdelamusa, trabajando como mozo en la estación ferroviaria.

Mostró sus simpatías por las políticas de los partidos de izquierda durante la II República, aunque no se significó por su adscripción a ningún partido ni por su radicalismo, según diversos testimonios. Su esposa, Celia Blanco González perteneció a la familia de los ‘Lolilla’, que sí formaron parte de la militancia republicana. No obstante, cuando se desencadeno el golpe de estado el 18 de julio, decidió huir en compañía de varios vecinos. Se dirigieron hacia la provincia de Badajoz, con la intención de llegar a la frontera de Portugal y refugiarse en el país hermano.

En su deambular, a la altura de la localidad de Llerena se encontraron con tropas leales a Franco que, disfrazados con ropajes militares republicanos, se ofrecieron a ayudarles. El engaño sólo lo descubrió un cachonero llamado Cándido, quien pudo escapar del destino que aguardaba al grupo a causa de la trampa urdida. Fue este afortunado paisano quien reveló que entre los detenidos se encontraba Gabino. La siguiente noticia llegó el 24 de septiembre, mediante una carta de su puño y letra asegurando que se encontraba en el buque Cabo Carvoeiro. Se trataba de una carta dirigida a su cuñada, y significó el último dato de la existencia de Gabino que tuvieron sus familiares.

En la epístola, el prisionero reconoce estar “detenido en un vapor a orillas del río”, junto con cuatro amigos de Valdelamusa”, afirma estar bien, puesto que “nos dan buena comida, además de un colchón a cada uno para dormir”. Pide que no se apuren por él, que se acuerda mucho de su esposa y sus hijos y que tiene “la tranquilidad de no haberle hecho mal nadie”.

Pese a reflejar la tragedia que vivía, estas letras nos concuerdan con los testimonios de algunos supervivientes de la estancia en el barco, como Luis Marín Bermejo, que manifestó las condiciones de hacinamiento y hambre, con altísimas temperaturas y apenas un metro y medio de espacio para cada preso, que provocaron enfermedades y sufrimiento a más de 500 personas. Una descripción de la situación vivida en esta embarcación en los albores de la Guerra Civil queda perfectamente documentada en el libro ‘La memoria varada’, del periodista Rafael Adamuz.

En el escrito, intenta tranquilizar a su cuñada y suplica que le escriban a vuelta de correo, así como que le envíen un retrato de los niños y la dirección de Concha, para escribirle si le hiciera falta algo. Apunta datos sobre alguno de sus compañeros, miembro de la cooperativa de Valdelamusa y envía las señas a las que deben contestarle, siendo ahí donde escribe “Vapor Cabo Carvoeiro, Sevilla”.

Las dos últimas alusiones a su esposa son bastante descriptivas de la situación que se vivía en aquellos momentos, ya que indica que no le escribe a ella “por no saber si se encuentra en el pueblo”, y suplica a Celia “no vaya a tratar de venir”.

En cuanto al destino que sufrió Gabino, nunca se supo. Las salidas de presos hacia el fusilamiento en la tapia del cementerio fueron constantes en los 133 días que duró la estancia del barco en Sevilla. Pero no sólo el tiro fatal pudiera haber sido el trágico fin del cachonero; otras especulaciones apuntan a que muchos de los embarcados eran arrojados al agua, sin posibilidad de salvación, lo cual haría totalmente infructuoso hallar cualquier confirmación de la muerte.

Si Gabino fue fusilado, es posible que sus restos se encuentren en alguna de las fosas comunes repartidas por la capital hispalense. A esta expectativa se aferra su familia, y a la decisión del Ayuntamiento de Sevilla de excavar la fosa de Pico Reja, ubicada en el Cementerio de San Fernando, donde también se cree que fue enterrado el cuerpo de Blas Infante.

La espera del hijo de Gabino

El hijo de Gabino apenas tenía tres años cuando empezó su orfandad, ya que vino al mundo el 30 de abril de 1933. Fue uno de los niños a los que obligaron a cambiar de nombre, ya que sus padres lo llamaron Lenin, que luego se borró del Registro Civil como consecuencia de la normativa del nuevo Régimen del General Franco.

Gabino Rafael Pachón Blanco ha vivido toda su vida esperando un dato, un gesto o una luz que le confirme lo que todos le dicen, que su padre murió. Pero él se resiste a dejar el mundo de los vivos sin saber las circunstancias de su muerte, algo que le reportaría una reconfortante honra.

Todos los indicios conocidos están en contra. En un escrito de puño y letra de su madre, Celia Blanco González, fechado el 22 de febrero de 1937, se indican diversas fechas relacionadas con la familia y la terrible frase de que “mi marido y mi familia desaparecieron de mi casa el día 24 de agosto del año 1936”.

Pero, a pesar de ello, la familia no ha dejado de batallar en busca de algún esclarecimiento. El 30 de agosto de 1990, Gabino hijo compareció ante el entonces alcalde de Galaroza, Rafael Lobo Muñiz, para exponerle y certificar el estado de desaparición de su padre.

La nieta de Gabino, María Lourdes, ha sido una de las personas que con más cariño ha guardado la memoria de su abuelo, escribiendo a diversas instituciones para intentar paliar el dolor vital de su padre. En una de esas misivas, fechada el 26 de noviembre de 2007, indica que se conformaría “con poder leer algún documento en el que apareciera el nombre de mi abuelo como una de las miles de víctimas inocentes de aquellos malditos asesinos”.

Lourdes, que lamenta no haber podido criarse junto a su abuelo, “del que siempre escuché palabras maravillosas y del que me es tan doloroso escribir sin emocionarme”, continúa alguna de esas cartas diciendo que confía en que “algún día toda aquella persona que fue víctima de aquel horror, quede su memoria limpia, así será cuando al fin podamos respirar hondamente aquellos que no hemos querido que todo forme parte del pasado”.

Para ella, investigar lo que ocurrió “es algo que debemos a todas aquellas personas que murieron o desaparecieron sin poder defenderse, siendo en muchísimos de los casos pobres inocentes”, y finaliza uno de sus escritos deseando “que el alma de mi abuelo y de todas aquellas personas que murieron por ser buenas personas descansen en paz”.

La esperanza ha llegado con las nuevas tecnologías bioquímicas, en forma de ADN, ya que la apertura de la fosa Pico Reja en el cementerio sevillano está permitiendo la recogida de huesos y otros restos que pueden compararse con los de los familiares que reclaman los cuerpos.

El 5 de octubre de 2020 le llegaron a su casa de Galaroza los botes o hisopos donde debía introducir alguna muestra corporal para ser comparada con lo recogido en la fosa. La carta de la Universidad de Granada, institución encargada de realizar estos análisis, se ha convertido en la última oportunidad para Gabino Pachón Blanco y su familia de acabar con la resignación y recuperar la dignidad que le fue arrebatada hace más de ocho décadas. Esperan que se cumpla el deseo de Lourdes Pachón cuando afirma “que el destino os junte allá donde estés, abuelo”.