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38 menos: Un 25N donde las mujeres onubenses expresaron su indignación por la violencia machista

38 menos: Un 25N donde las mujeres onubenses expresaron su indignación por la violencia machista. Una visión de la resistencia feminista en Huelva.

Manifestación feminista en Huelva el 25N
Manifestación feminista en Huelva el 25N
38 menos: Un 25N donde las mujeres onubenses expresaron su indignación por la violencia machista

Texto y Fotos: Peña Monje

El 25 de noviembre me sumergía entre una multitud morada, acogedora y combativa. Mientras encontraba mi hueco, que más tarde descubrí que eran todos a la vez, me iban acompañando melodías cargadas de frases que punzaban mi pecho y me retorcían por dentro.

Marcha del 25N en la capital onubense
Marcha del 25N en la capital onubense

“Denuncia activada, mujer asesinada”, te cansas de oírlo, nosotras de vivirlo” “No son muertas, son asesinadas”, “la calle y la noche también son nuestras”, “no son arrebatos, son asesinatos”, “nos tocan a una, nos tocan a todas”, “no nací mujer para morir por serlo”, “somos el grito de las que ya no están”, “tranquila hermana, aquí está tu manada”.

Ese mismo día, la famosa columnista Elizabeth Jean Carroll, que acusó hace tres años a Donald Trump de una supuesta violación sufrida en la década de 1990, presentó una nueva demanda contra el expresidente.

Tres días más tarde de esta marcha, el cuerpo de Milena Sánchez Castro aparecía en un piso de Madrid. Había sido brutalmente asesinada a golpes. Ese mismo día también era detenido un hombre por quemar viva a su pareja, una mujer de 48 años, en Lleida. También, el 28 de noviembre Cristina Cabo, una lucense de 42 años, apareció asesinada en su vivienda. En México, Ariadna López fue a un bar con sus amigos y al día siguiente estaba muerta. Lidia Gabriela Gómez fue secuestrada por un taxi y se mató al caerse por la ventanilla mientras intentaba salvarse. Mónica Citlalli no llegó a la escuela donde era profesora y su cuerpo apareció tirado en una carretera seis días después. En Brasil, Michelle Nicolich fue asesinada a tiros por su exmarido en São Paulo tras recoger a sus hijos de la guardería. El asesino y padre de los críos también mató al pequeño, de un año. En Chile, Franchesca Flores fue asesinada a manos de su pareja. En Perú, Blanca fue asesinada en Lima por un hombre al que conoció a través de una plataforma de videojuegos.

Mensajes escritos en las pancartas de la marcha
Mensajes escritos en las pancartas de la marcha

Según ONU Mujeres, en 2021, una media de más de cinco mujeres o niñas fueron asesinadas cada hora por alguien de su propia familia.

De las 81.000 mujeres y niñas asesinadas intencionadamente el año pasado, 45.000 murieron a manos de sus parejas u otros familiares.

El asesinato de mujeres simplemente por su género es la punta de un hirviente iceberg de violencia machista por la que cada año miles de mujeres pierden sus vidas. Feminicidios que dejan un vacío en sus familias, amigas, amigos y comunidades difícil de reparar y que renace cada 25 de noviembre, Día Internacional para la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, una jornada doliente e indignante que saca a la sociedad a las calles para exigir justicia y una vida libre de violencias.

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Mensajes manifestación 25N

Hasta el momento, en 2022 en España, la suma te hace sentir arcadas. 38 en lo que va de año. 38 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, 1.171 mujeres desde que en 2003 comenzaron a contabilizarse las mujeres víctimas mortales de la violencia de género.

En nuestro país se ponen una media de 440 denuncias al día por violencia de género, según el informe anual de Violencia sobre la mujer correspondiente a 2021 del observatorio del Consejo General del Poder Judicial. El  Instituto Andaluz de la Mujer ha dado respuesta en Huelva durante los nueve primeros meses de este año a un total de 4.580 consultas relativas a violencia de género frente a las 2.985 de 2018, lo que supone un incremento superior al 59%.

Los nombres de 38 mujeres retumban por los lugares más emblemáticos de toda España. Pero esta vez no solo se les nombra a ellas, también se citan el de sus asesinos.

Y es que, el lema escogido este año por el Movimiento Feminista de Huelva, quiere poner en el punto de mira a ellos: ‘Sin hombres agresores, no hay mujeres víctimas’. “No queremos que esto suene acusatorio, lo que queremos es llamarlos a la responsabilidad que tienen como parte de esta sociedad. Creo que muchas veces se focaliza el mensaje sobre nosotras, tanto que decimos los nombres de las asesinadas pero, ¿quién conoce el de los asesinos? Esos nombres se ocultaban, parecían extraterrestres, pero son nuestros vecinos, parejas o hermanos, gente a la que queremos. Pongámosle nombre y démonos cuenta de que los tenemos a nuestro alrededor”, expresa con rotunda firmeza Eva Salazar, portavoz del Movimiento Feminista de Huelva, un movimiento que surgió en 2013, año en el que el Gobierno aprobó la ley del aborto más restrictiva de la democracia, a la que puso nombre Alberto Ruiz-Gallardón.

Aquel año, interrumpir el embarazo dejó de ser un derecho de la mujer en las primeras 14 semanas —un derecho que existía solo desde 2010— y volvió a ser un delito despenalizado en ciertos supuestos, como lo era con la Ley de 1985.

Ese fue el detonante para que mujeres onubenses se unieran y crearan el Movimiento Feminista de Huelva. “Fue muy impactante. Veíamos que las compañeras de todas partes de España se estaban reuniendo y ahí tuvimos que hacer un gran trabajo para hacer fuerza común, porque veíamos que el retroceso era real. A partir de ahí empezamos a reunirnos y finalmente conseguimos una estructura, un colectivo que lo forman muchísimas mujeres que tienen claro lo que les une y eso es nuestra mayor fortaleza”.

La violencia contra las mujeres se da en todas las sociedades, en todos los estratos y estrados, en todos y cada uno de los sistemas sociales, políticos y económicos.

La cultura, aquello que hemos mamado desde pequeñas, genera dinámicas conductuales en los que la mujer es sometida por una sociedad que bebió y bebe patriarcado y  desigualdad a borbotones. “La cultura también les ha hecho así, por eso no se tienen que sentir amenazados por este lema, sino llamados a la responsabilidad. No nos justifiquemos, podemos cambiar. Focalicemos en ver de donde viene el problema e intentemos solucionarlo”, afirma Eva.

25N en Huelva
25N en Huelva

Un ejemplo claro lo podemos obtener en la última campaña de la Xunta de Galicia ‘No debería pasar, pero pasa’, donde se nos responsabiliza, a nosotras las mujeres, de la violencia que sufrimos y se recurre de nuevo a los mismos estereotipos casposos, machistas y opresores, reivindicaciones más propias de un tiempo pasado.

Pero atenta. Atento. No pierdas el foco. Que son 38. Número que sigue retumbando en mi cabeza. Y son ellas, junto con sus hijos e hijas, asesinadas o huérfanas, lo que lleva a ciudades y poblaciones enteras a salir a la calle, a pisar con fuerza cada uno de sus adoquines. A gritar con resistencia que esto debe parar. “Yo vengo aquí porque creo que la vida de las mujeres es importante. Hablamos de muertes injustas provocadas por un sistema de pensamiento, actitudes y comportamientos. Estamos hartas de que nos asesinen, hartas de estar en un segundo plano. Tenemos que seguir luchando por nuestros derechos porque se nos va la vida en ello”, afirma Mónica Rossi mientras caminamos juntas por las calles de nuestra ciudad. Para Ángela, de 63 años, su motivo es que “no nos merecemos nada de lo que ocurre por el simple hecho de ser mujer, hay tanto maltrato, tanto asesinato, que no lo podemos permitir, tenemos que pararlo”.

La violencia contra las mujeres tiene muchas aristas, muchos peldaños y muchas formas de ejecutarse. “Si el primer día que conoces a alguien ya te pone la mano encima, lo más normal es que no lo aceptes y te vayas. Pero es que la violencia de género no sucede así. La violencia de género es una cocción lenta que está asociada a la cultura, a las películas que vemos, a entender el amor como sufrimiento y los celos como demostración de amor eterno”, afirma Salazar.

Un estudio de la Fundación Mutua Madrileña y Antena 3 entre más de 6.000 jóvenes de entre 18 y 21 años revela que un 20% no considera violencia golpear a su pareja en una discusión o espiar su móvil. Los porcentajes en este grupo de población duplican los de los jóvenes de 22 a 34 años y se disparan si tenemos en cuanta solo las respuestas de los chicos.

Para Daniel, de 15 años, asistente a la marcha del 25N en Huelva, estas afirmaciones “no tienen sentido, no me siento representado, me parece una barbaridad, ninguna persona puede tener autoridad para pegar o espiar a otra”.

La educación desde el feminismo se hace clave para formar a las nuevas generaciones. “El feminismo nos explica nuestras vidas, explica porque nos pasan las cosas que nos pasan o porqué sentimos lo que sentimos. Esto significa revisar muchos momentos que vives diariamente y a muchas personas que tienes alrededor y eso puede ser doloroso. El feminismo no ataca a nadie, el feminismo solo nos explica las cosas y nos hace crecer como sociedad”, argumenta Salazar.

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Asistentes al 25N en Huelva

Las redes sociales han tenido algo que ver en los comportamientos que ahora se ven como normales y han intensificado las medidas de control. Instagram o Tiktok son utilizadas por miles de jóvenes para denunciar abusos pero también es un lugar donde informarse, compartir y difundir estereotipos e informaciones que perpetúan las actitudes machistas.

Tenemos a compañeras adolescentes que tienen novio y que deben enviar la ubicación de dónde están a cada momento, o compañeras en los institutos que necesitan el permiso de su novio para salir de clase. En este sentido, la pornografía es un punto a tratar, ya que está en la mano de cualquiera y los adolescentes entienden que la vida es eso: relaciones sexuales basadas en la jerarquía de poder y la violencia”, comenta Eva Salazar, portavoz del Movimiento Feminista de Huelva.

38. 38. 38. Siguen gritando el fatídico número que nos avergüenza y nos entristece al mismo tiempo. Por ser mujeres, pero también por ser sociedad que acepta y perpetúa. Levanto mi cabeza para ver las caras de compañeras que caminan juntas, de la mano, algunas con bastones, otras apoyadas del brazo y otras muchas, con fuerza y brío, viendo pasar su vida adolescente entre protesta y manifestación por sus derechos.

Carmen y Alejandra tienen 16 años, son amigas y han decidido pasar su tarde de viernes reivindicando sus vidas, “la sociedad necesita esta marcha para que los derechos de las mujeres se respeten y para que las políticas nos tengan en cuenta”. Daniel, de 15 años, está aquí porque cree que hay que luchar por la igualdad de las mujeres y “evitar que siga habiendo este tipo de violencia, no puede ser aceptado que la mujer esté discriminada en tantos sentidos por el simple hecho de ser mujer”. Ana y Belén, de 22 años, caminan juntas, con paso firme y pancartas en sus manos. “Yo vengo  por mí y porque si algún día tengo una niña me gustaría que no viviera lo que yo he vivido”,  dice Belén con sinceridad. “Esto lo vivo desde la experiencia y por eso me gustaría que ninguna mujer tuviera que vivirlo”, sentencia Ana.

Llegamos al final de la travesía y el nombre de esas 38 asesinadas por manos de hombres machistas comienza a resonar por las calles.

A medida que sus nombres y apellidos se leen, el ambiente comienza a ser más apagado y cabizbajo. Se hace el silencio, tan solo quedan las miradas. A mi lado, conozco a Pepa, de 77 años que comienza a murmurar y mastica enfado e indignación. Terrorismo, terrorismo de mujeres.”, susurra. “Yo he venido porque esto hay que pararlo de alguna manera, hay que luchar contra la educación y la cultura que hemos tenido y que todavía tenemos”.

Después del silencio, de las miradas llenas de lágrimas, de tener los dientes apretados de cólera, rabia y sufrimiento, vuelvo a casa mientras las luces de la navidad alumbran un camino oscuro y lleno trabas. Cada luz, cada bombilla puesta con minuciosidad, me aclara y reafirma que necesitamos transformar las reglas sociales, los roles y los estereotipos.

Trabajar medidas educativas para que las generaciones futuras sean el motor de nuestra sociedad. Un engranaje de piezas que entiendan que ninguna persona puede ser propiedad de otra, que un sexo no está por encima de otro, que la feminización de la pobreza es violencia de género, que dos mujeres que viajan juntas no viajan solas, que las mujeres trans también sufren violencia machista, que trabajar sin derechos es violencia de género y que la violencia no debe ser aceptada ni justificada nunca.

Necesitamos, más que nunca, crear un diálogo por aquellas que ya no pueden y tejer una red sólida para las que viven al borde del precipicio.