sábado. 04.05.2024
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La odisea de volver a Huelva desde la otra punta del mundo

Vuelos cancelados una y otra vez, llamadas y rellamadas a las embajadas y a las aerolíneas, días de confinamiento. Tres onubenses cuentan la experiencia de volver a casa desde el extranjero en un mundo en alarma ante el coronavirus
La odisea de volver a Huelva desde la otra punta del mundo

Vuelos cancelados una y otra vez, llamadas y rellamadas a las embajadas y a las aerolíneas, días de confinamiento. Tres onubenses cuentan la experiencia de volver a casa desde el extranjero en un mundo en alarma ante el coronavirus.

A Tamara Alonso la crisis sanitaria del coronavirus le cogió en Sri Lanka después de haber estado dos meses viajando por Asia con su pareja, Erick Pérez. Era mediados de marzo cuando le cancelaron el vuelo que debería traerlos de vuelta a España; volvieron a contratar otro vuelo y se lo volvieron a cancelar hasta que el 5 de abril lograron coger el último avión con destino España con escalas primero en Catar, después Barcelona y finalmente Sevilla, donde una furgoneta de Protección Civil enviada por el ayuntamiento los trasladó hasta Ayamonte -Tamara agradece al consistorio y a la alcaldesa ayamontina, Natalia Santos, la ayuda prestada en todo momento-.

Durante más de dos semanas Tamara Alonso y su pareja debieron permanecer encerrados en un hostal prácticamente vacío y sin televisión. La crisis sanitaria había instaurado en el país el toque de queda y solo les dejaban salir dos horas cada cinco días para proveerse de alimentos. Un toque de queda que no tenía sentido para estos viajeros porque "las personas se amontonaban sin ninguna distancia de seguridad para comprar durante las dos horas que les dejaban salir a la calle".

"Al principio estábamos tranquilos -cuenta- porque pensábamos que si no era un vuelo sería el siguiente, pero a medida que nos cancelaban, estábamos más preocupados; hablamos con la embajada y nos dijeron que no tenían pensado ningún vuelo de repatriación; con el último vuelo, nos pusimos nerviosos porque nos avisaron de que el aeropuerto lo iban a cerrar".

Conforme se anulaban los vuelos aumentaba el precio de los siguientes: de los 600 euros que costaba el primer viaje de vuelta, a los 3.000. Tamara y su novio tuvieron que pedir ayuda a sus padres porque ni siquiera les han devuelto aún el importe de uno de los viajes cancelados. Se relajaron cuando lograron llegar a España, sorprendidos al ver un escenario de aeropuertos, carreteras y calles vacías.

En Catar coincidieron con otro ayamontino, Andrés Mateos, que hacía escala de vuelta desde Australia, donde estaba con una visa de estudios para 9 meses. A Mateos y a otros compañeros en su misma situación, la embajada española les aconsejó regresar cuando los casos de Covid 19 empezaron a sucederse en España. Comenzaron a buscar vuelos -a entre 4.000 y 6.000 euros-, que se iban cancelando a medida que la situación se agravaba en España. Se dirigió con otros compatriotas a la embajada española, donde les facilitaron los teléfonos de una compañía de Emiratos Árabes que iba a fletar vuelos a precios asequibles. Reservó un billete para el 20 de abril, pero la aerolínea los iba adelantando a medida que se cancelaban los vuelos. Del 20 de abril, se adelantó al 15 y después al día 10.

Sin información de la compañía aérea, vieron por Internet la noticia de que se iban a cerrar los vuelos con España a partir del 5 de abril. Llamaron sin éxito a la aerolínea en Australia y después a la sede de Emiratos, donde les propusieron un vuelo hasta Frankfurt y una vez allí, buscarse la vida para lograr otro a España. Finalmente lograron uno con destino Barcelona y escala en Catar para el 4 de abril.

De Barcelona, Andrés Mateos viajaría hasta Sevilla pero, después de recorrerse medio mundo, no había manera de que le recogiesen para salvar los 139 kms que separaban la capital hispalense con su ansiado destino: Ayamonte. La solución vino en forma de casualidad, la de encontrarse en Catar con Tamara Alonso y Erick Pérez, a los que una furgoneta de Protección Civil de Ayamonte les esperaría en el aeropuerto sevillano.

Ya de vuelta en su hogar, Andrés recuerda el confinamiento australiano, más relajado que en España: "Nos pedían que saliésemos a las actividades esenciales y permitían salir a hacer deporte; eran recomendaciones pero no obligaciones, no ponían multas, aunque la gente respetaba las normas", dice.

En Australia le han prorrogado el curso durante un año, pero Andrés Mateos tiene ya compromisos con la Universidad de Sevilla para hacer un máster tras haber cursado Geografía e Historia. Su aventura estudiantil en Australia, de momento, terminó.

Al aljaraqueño José Guerrero, la crisis sanitaria le cogió saliendo de Cuzco (Perú) junto a sus amigos Cristóbal, Yolanda y Marina. Decidieron ir a la capital, Lima, para coger un vuelo de vuelta a España. La idea de continuar el viaje hacia México la había frustrado la pandemia sin que hayan recuperado el dinero. En Lima permanecieron 10 días encerrados en un apartamento en contacto con la embajada española y buscando vuelos de regreso. A las 7 de la tarde se instauraba el toque de queda y nadie podía salir a la calle. Cuenta José que se notaba el hecho de ser extranjero, la desconfianza de la gente, que estaba muy asustada.

Después de muchos intentos, el ex alcalde de Ayamonte Alberto Fernández les consiguió un vuelo en el primer avión con pasajeros para España, algo por lo que José y sus compañeros están muy agradecidos. Fue el 25 de marzo y hasta que no estuvieron volando no se creyeron que verdaderamente volvían a casa porque las propias azafatas les advirtieron que el vuelo podía cancelarse en el último minuto.

Los cuatro amigos intentaron vivir con filosofía esos 10 días de incertidumbre. "Hubo momentos -recuerda José- que pensábamos que íbamos a pasar allí todo el confinamiento". Pero lo lograron. De Lima viajaron a Madrid y de allí en autobús hasta Huelva. Pudieron al fin encontrarse con sus familias. Atrás quedaron unos 600 españoles, que hace unos días lograron volver a casa.