¿Por qué fracasan los matrimonios?
Pilar Enjamio nos acerca a los cimientos de la pareja, que deben basarse en la comunicación. Si no existe, se cumplen roles y la unión se diluye.
Unión,compromiso,fidelidad,sinceridad. ¿Todavía existen dichos vocablos en el diccionario de la pareja? Hay una palabra fundamental en la base, en la cima que sepulta todas las dificultades, convirtiédolas en banalidades y nimiedades que es el Amor, pero con una salvedad, el amor compartido, a dos bandas y muchas de las relaciones que se inician carecen de este concepto, bien sean matrimonios de conveniencia, o con la finalidad de escapar de una situación familiar insostenible sin pensar en los pros y los contras de una decisión tomada impulsivamente y a la ligera, o también ante la vergüenza social de un embarazo no deseado sin olvidar instantes que la pasión hace confundir el amor con el cariño y el sexo. Pero lo fundamental en cualquier relación, y máxime siendo de pareja, es la comunicación, no hay miedo a compartir intimidades con las amigas o amigos, pero sí con quien tenemos enfrente y compartimos la vida, haciendo que esos problemas se acumulen, y cada gota se suma a otra gota hasta que el vaso se desborda y la acumulación de todos estos desencuentros lleva a una ruptura evitable si desde el primer momento se habla de lo negativo y lo positivo, de lo que nos hiere y de lo que nos agrada, el significado de compartir no sólo la educación de los hijos con la evidencia de que su nacimiento contribuya a un desplazamiento del cariño de ambos conyuges hacia un nuevo ser, sino compartir las dificultades sin ocultarlas, el cambio de sentimientos y vivencias, y también los éxitos, sin que se utilicen con afán de superioridad.
Esbozaremos en pocas líneas la desaparición de la pasión y ansiedad de desarrollar otras necesidades, ya que las que pretendían colmarse con la unión, han llegado a su fin y se producen dos vías, vida paralela y relaciones extramatrimoniales o divorcio. La inicialmente afinidad intelectual, armonización de gustos y valores, romanticismo, desaparece ante la instalación de nuevos valores que llenan plenamente por otros ya no ilusionan ni motivan. Hay una insatisfacción enorme generada por la apariencia ante la sociedad de pareja perfecta tapiando los conflictos y provocando angustias y creando los roles estipulados hombre mujer que agradan al resto del mundo, olvidándose que la persona y su felicidad es el centro y la base y de ahí su solidez. Representar un papel no es sano y pasa factura. Las expectativas sexuales se modifican, el éxtasis originario ha quedado en el pasado. La pareja se convierte en rutina, en una soga al cuello buscando disculpas para permanecer el mínimo tiempo en casa y el máximo en el exterior.
Cuando se recuerda el pasado la notoriedad del cambio conlleva una frustración en la esperanza se había creado de dicha unión y aparecen los desequilibrios psíquicos, las somatizaciones, la angustia. Sinceridad no es una palabra van, pero nunca debe tomarse en la dirección de reproches, de culpabilizar que no unen sino separan ni con tintes de agresividad, sino razonando, comprendiendo y perdonando y apostando si vale la pena o explorando vías dispares en busca de la felicidad.
María Pilar Enjamio Furelos. Psicólogo