Greenpeace lleva su mayor buque a la Ría de Huelva para decir que el mar "no es una cloaca"
Voluntarios de Greenpeace, a bordo del barco Esperanza, el mayor de los que posee la organización ecologista, han acudido a la Ría de Huelva para denunciar la grave contaminación que se acumula en las balsas de dragados de la ría de Huelva. Nueve activistas de diferentes países han desplegado, frente al Espigón Juan Carlos I, una pancarta de 50 metros de largo y 6 de ancho con el lema: “El mar no es una cloaca” y pancartas de mano con los mensajes: “Marismas sin contaminación” y “El Parque Natural no es una cloaca” para exigir que los lodos tóxicos de las balsas de dragados se descontaminen y se trasladen a un lugar adecuado y que se ponga fin a la destrucción de este espacio protegido.
Para los ecologistas, el polo químico de Huelva, es uno de los más grandes de Europa y lleva liberando a la ría durante años sus residuos contaminantes. Estos lodos tóxicos están siendo dragados por las autoridades, es decir, los sacan del fondo de la ría y los depositan en la peor zona que han podido elegir, el espigón Juan Carlos I. Esta zona es dominio público, y hacer cualquier tipo de vertido es una actividad prohibida por la Ley de Costas, y también por tratarse de un espacio natural protegido, catalogado como Reserva de la Bioesfera.
Las balsas que contienen los lodos contaminados ocupan una extensión de casi siete kilómetros, no están cerradas ni tampoco están impermeabilidazas por su parte inferior, se trata de una montaña de tierra tóxica totalmente expuesta. La dispersión de los tóxicos por arriba y las filtraciones por abajo son continuadas al estar a merced de los fuertes temporales que tienen lugar cada año. La contaminación puede dispersarse grandes distancias, algo extremadamente peligroso para los habitantes de las localidades más cercanas, la ciudad de Huelva y Mazagón, situadas a escasos kilómetros, y también para el entorno natural tan valioso que lo rodea, las Marismas del Odiel, y Doñana.
El dragado de los lodos de la ría tiene el objetivo de hacerla más profunda para permitir el paso de los grandes barcos que necesitan acceder, precisamente, a las industrias del polo químico de la ciudad. Se trata de una actividad dirigida a las necesidades de empresas privadas que pone en riesgo la salud de la ciudadanía y del medio ambiente.
A esto se le suma una fuerte presión urbanística, donde un 11,7% de la costa de Huelva está urbanizada, según el estudio “A Toda Costa”. Se trata de un dato muy elevado teniendo en cuenta que casi la mitad de la superficie costera son espacios naturales protegidos en los que no se urbaniza. Tremenda urbanización que implica la pérdida de bienes y servicios ambientales fundamentales para las personas y el ahogo que supone para los espacios colindantes de increíble excelencia natural.
Este entorno natural tan valioso debería ser el medio de vida de las personas de esta región. El modelo de desarrollo actual basado en industrias contaminantes está obsoleto y son urgentes las alternativas de desarrollo económico basadas en la conservación de ecosistemas. Vivir de la conservación es la mejor opción para esta región que tiene la suerte de albergar espacios naturales únicos en el mundo.