Antonio Manfredi: “En Huelva solo hacen falta 3 cosas: ilusión, determinación y paso firme”

Para mí es un auténtico orgullo que se asome hoy por esta tribuna pública un viejo amigo al que le tengo un gran aprecio, cuando lo conocí en los años setenta y coincidimos trabajando en El Correo de Andalucía. Me estoy refiriendo al gran periodista y mejor persona Antonio Manfredi Díaz, quien nació en Madrid en 1959, hijo de emigrantes onubenses, se reincorporó a Canal Sur en enero de 1990 y, desde entonces ha ejercido la edición de informativos, así como la Dirección Territorial de Huelva y la Dirección de Internet. Desde febrero de 2016, el Consejo de Administración de RTVA le ha encargado la función de Defensor de la Audiencia. Manfredi es un activo profesional de la información.
Antes de llegar a Canal Sur trabajó en El Correo de Andalucía, Odiel, La Noticia de Huelva, Radio Sevilla de la Cadena Ser y RTVE. Premio Andalucía de Periodismo y Premio Ejército de Periodismo. Fue el primer decano del Colegio de Periodistas de Andalucía. Es profesor invitado en varias universidades españolas.
Aparte de ello, como decía anteriormente, Antonio es muy "güenagente", persona entrañable, cordial, servicial, optimista por naturaleza, con alto sentido de la amistad, solidario, empático, buen conversador, comprometido con la sociedad...
Cuando le propongo echar este ratito de charla para confeccionar esta entrevista, no lo duda, acepta del tirón y este es el resultado de una conversación amena e interesante por lo que nos cuenta Antonio:
P. - ¿Qué opinión tienes de la situación que estamos viviendo?
R. - Ya he pasado la sesentena y, por lo tanto, todo lo que diga puede ser interpretado como la visión de un abuelo cebolleta que ahora cumple 45 años de vida dedicada al Periodismo. Y probablemente tengan razón, porque no puedo entender algunas de las cosas que están ocurriendo y estoy viviendo,
como es el fenómeno de la posverdad o la instalación y consagración de la mentira como elemento de diálogo. Tampoco puedo entender cómo estamos transmitiendo a los niños que la única manera de resolver un conflicto es con la violencia, ya sea verbal o física. Sólo me consuela encontrar siempre a gente joven que está tirando del carro, como nos tocó a nosotros en su momento. Ellos son el presente y siempre les animo a no decaer, a seguir adelante. Pero, desde luego, me queda la terrible sensación de que estas generaciones que ahora buscan su camino van a vivir peor que sus padres; quiero decir, con peor calidad de vida. Hasta ahora no había ocurrido así. Malos tiempos para los más jóvenes.
P. - ¿Cómo crees que cambiará la vida después de la pandemia y, sobre todo, el mundo del periodismo?
R. - Las cosas no volverán a ser nunca como antes, porque con la pandemia llega un cambio socioeconómico cuyas consecuencias ya estamos viendo, aunque no queramos reconocerlo y aunque a la clase política se le llene la boca de recuperación, el capitalismo mundial nos ha reservado a los españoles un lugar poco cómodo, el de consumidores obedientes en medio de un país anclado en los dramas de siempre, el problema territorial y la polarización política. Haber estudiado la historia del periodismo español me ha cambiado la percepción de muchas cosas, porque los medios y los periodistas seguimos siendo iguales, en esencia: correas de transmisión del poder económico establecido y apasionados altavoces de discursos cortoplacistas, que se olvidan rápidamente y ayudan poco o muy poco a los usuarios a tener una idea cabal de la realidad. Soy muy crítico con el sistema de medios, la verdad. Esa es la causa por la que los jóvenes buscan otras maneras de informarse.
Hagamos autocrítica. Recuperemos a la juventud.
P. - ¿Has pasado miedo en algún momento?
R. - El 8 de marzo de este año el Covid se llevó a mi padre y a punto estuvo de terminar con mi madre y su hermana. 3 onubenses (mi padre de Isla Chica y mi madre y su hermana del Cerro de Andévalo) que han luchado a brazo partido por salir adelante en Madrid. El entierro de mi padre fue casi clandestino, no pudimos despedirnos de él como se merecía. Pasé del miedo a la tristeza, que aún me dura y me ha quedado gran temor a las multitudes, a la ruptura de las formas, al empeñarse en romper una reglas que nos sirven a todos y que todos los días compruebo cómo las patalean, como si no hubiera pasado nada. Llevamos más de 87.000 muertos en toda España, de ellos más de 11.000 en Andalucía. Y ahora empiezan a estorbar, entre los discursos del “aquí no ha pasado nada”.
Dicen los expertos en seísmos que el Terremoto de Lisboa del 1 de noviembre de 1755 se podría repetir pronto. En mi opinión, ya se ha repetido, porque la pandemia se ha llevado a más de 87.000 españoles y arañado el alma a 87.000 familias.
P. - ¿Qué proyectos tienes para el futuro y que haces ahora?
R. - Seguir trabajando hasta que me llegue la hora de la jubilación, que no queda mucho. Además de mi trabajo soy un activo voluntario de Acción Psoriasis, la asociación de pacientes de psoriasis, ya que la naturaleza me regaló una artritis psoriásica que, gracias a Dios, tengo controlada. Además, escribo para entretenimiento propio, siempre relatos de ficción y, finalmente, he vuelto a una de mis pasiones de juventud, que es el ajedrez que, con esto de Internet, te permite jugar y estar al día. No juego para competir, si no para mantener la cabeza fresca. A Dios gracias, tengo unos hijos emprendedores y siguen su camino, que es lo más importante para un padre, verlos caminar solos.
P. - ¿Cómo valoras la labor de los políticos en general ante la pandemia?
R. - Los políticos son políticos y como tal hay que entenderlos siempre. Lo contrario es llevarse un disgusto diario. Viven del pacto, del corto plazo, y su vida no va más allá nunca de las próximas elecciones. Lo mismo puede decirse con la pandemia, todo fue un “quítate tú que me pongo yo” según la televisión que siguieras. Ahora resulta que aquello tan cacareado de la “cogobernanza” era anticonstitucional y que nuestras libertades fundamentales fueron conculcadas. Y nadie da explicaciones por ello. Son respuestas políticas a problemas ciudadanos graves que, poco a poco, nos dan a entender que hay una ruptura entre su realidad y la nuestra y que esa diferencia se agranda peligrosamente. Escuchar al Gobierno Andaluz en pleno justificar el despido de 8.000 sanitarios como el que no quiere la cosa y, al mismo tiempo, comprobar cómo la Atención Primaria vive una crisis gravísima, me parece muy preocupante, sobre todo porque los ciudadanos permanecen impasibles, atraídos por la cultura adormecedora del “Netflix”.
P. - ¿Y la de los medios de comunicación y redes sociales?
R. - En general, los medios, como empresas, son gigantes con pies de barro y necesitan encontrar financiación cómo sea. Es decir, manda más el gerente que el director y, por lo tanto, se publican muchos contenidos que son, en realidad, propaganda. Esto mismo ha ocurrido con la pandemia y hemos estado al socaire de discursos claramente interesados. Todo ello con la llegada de un nuevo comensal a la mesa, como son las redes sociales, cuyos propietarios han sabido entender esa desconfianza hacia los medios tradicionales para convertirse en referencia informativa, todavía mucho más interesada, porque la mayor parte de sus noticias ni están contrastadas ni se atañen a la verdad. Y lo triste es que el sesgo cognitivo del ciudadano de hoy busca contenidos que le ratifiquen en sus ideas, de modo que el que es de un partido determinado solo acaba leyendo noticias favorables a su partido y acaba extrañándose de que los demás no hagan lo mismo. Es terrible el miedo a la libertad, como en los tiempos de Fernando VII: “vivan las caenas”.
P. - ¿Qué recuerdos guardas especialmente de tu vida profesional?
R. - Llegué a Huelva en el verano de 1979 al viejo Odiel de La Placeta. Yo venía del Madrid leñero donde se asomaba La Movida y me encontré con una ciudad triste y pobre que, además, se vaciaba absolutamente el viernes por la tarde, hasta el lunes. Me quedé porque mi abuelo, que vivía en La Zarza, me enseñó otra Huelva y me pareció un acto de lealtad hacia mi familia quedarme. Y acerté.
Conocí compañeros muy grandes y me ratifiqué en que no quería ser otra cosa que periodista. Odiel me abrió sus puertas y aquí empezó todo. Luego El Correo, Radio Andalucía y, finalmente Sevilla, con otra experiencia en Huelva, como fue el diario La Noticia, el gran desconocido del periodismo local, que fue un auténtico adelantado a su tiempo. Huelva siempre está en mi corazón. Volví en 2007 como director de Canal Sur. Y aquí paso mis días de descanso, en La Antilla. Mi mujer es onubense y mi editor también. Qué más puedo pedir.
P. - ¿Cuál es la noticia que te hubiera gustado dar en tu larga vida como periodista?
R. - En Huelva la aparición con vida de Mari Luz Cortes. 2008 fue un año muy duro para todos y tuvimos que hacer un gran esfuerzo para estar a la altura. El día que apareció su cadáver me sentí muy triste.
Aquella misma mañana había estado con la familia y aún esperaban el milagro. Ahora, sigo con mucha atención los avances en Medicina porque espero dar la noticia de la aparición de tratamientos definitivos que permitan superar el cáncer, así como el gran número de patologías de origen
inmunológico, como es la psoriasis.
P - ¿Qué diferencia encuentras entre los medios de comunicación públicos y privados?
R. - Los compromisos y las limitaciones están mucho más presentes en los medios privados, a pesar de que se critique a los públicos. Me gustaría que las empresas privadas fueran transparentes y enseñaran la procedencia de sus ingresos, porque seguro que nos echaríamos las manos a la cabeza. En cuanto a calidad informativa, encuentro los mismos defectos y las mismas virtudes. Lo que sí sé es que en un medio público se respetan los derechos de los trabajadores. Yo estuve un año trabajando en una emisora de radio y no me dieron de alta; cuando le dije al director que me marchaba a TVE, encima se enfadó.
P. - ¿Cuáles son tus mejores y peores recuerdos profesionales de tu etapa profesional en Huelva?
R. - Los mejores, sin duda, los compañeros y compañeras. Y una ciudad sensible, amante de sus tradiciones, que supe apreciar desde el principio. Pasear por Huelva y su provincia es un placer íntimo.
Recuerdo con mucho sentimiento el último viaje de mi padre a El Castaño del Robledo. En cuanto a los peores recuerdos, informativamente hablando, tengo muy presente el naufragio del Islamar III, en agosto de 1984 y ver totalmente rota a una población entera, Isla Cristina.
P. - ¿Qué recomendaciones darías a un joven que quisiera iniciarse en el mundo del periodismo?
R. - Le diría que actúe siempre con honestidad, que en Periodismo se traduce en lo siguiente: “Hice cuanto puede, con el tiempo y los medios de que dispuse”. Necesitamos savia nueva en el Periodismo como el comer. Su empuje y su determinación tienen que suponer un cambio, absolutamente necesario.
P. - ¿Qué crees necesita Huelva para despegar de una vez?
R. - Yo no lo plantearía así. Huelva no se parece en nada a la que yo conocí en 1979. Ha avanzado, ha creado entornos donde la gente hace su vida con normalidad y mínimas garantías de futuro. Sólo hacen falta 3 cosas, ilusión, determinación y paso firme. Esta provincia es muy grande en todos los sentidos y poco a poco se han creado raíces para un desarrollo firme y estable. Solo falta aumentar esa grandeza.
P. - ¿Qué significa para ti Huelva?
R. - La tierra de mis ancestros. Mi abuelo Juan Manfredi fue carabinero en Doñana. Mi otro abuelo, José Díaz, minero en la Zarza. El uno, monárquico. El otro, socialista, que pagó con años de cárcel. Y la visa siguió y la sociedad creó sistemas de convivencia muy válidos y aún siguen vigentes. Eso es para mí Huelva, una tierra donde acercarme a mis raíces y sonreír.
P. - ¿Qué recuerdos guardas de tu niñez y qué soñabas ser de mayor?
R. - Mi madre trabajó desde los 14 años en una sastrería que dirigía un onubense de Paymogo y estaba situada justo al lado del Congreso de los Diputados, en Madrid. Aquel fue el sitio de reunión de los onubenses que llegaban a la capital y allí se conocieron mis padres y allí pasé mi niñez, con mi padrino, el hermano de mi madre, cosiendo trajes a los personajes de la época. Mi niñez fue siempre de Huelva, porque no se perdían una para reunirse y disfrutar todos los amigos de mis padres. A los 6 años tengo mi primer recuerdo de ver el mar, en Mazagón, donde mi tío Paco Manfredi era sargento de la Guardia Civil, en Moguer. Luego, mi río Domingo Manfredi (al autor de la letra de Mi Huelva
tiene una Ría) me enseñó a valorar el Periodismo de otra manera y a los 14 años decidí que estudiaría en la Facultad de Ciencias de la Información, donde ingresé en noviembre de 1976. Soy de la primera promoción después de Franco.
P. - ¿Quiénes han sido tus referentes en la vida personal y profesionalmente?
R. - Creo que ya la tienes respondida si te parece bien, porque son mi padre y mi tío.
P. - ¿Cuáles son tus aficiones preferidas?
R. - Leer, jugar al ajedrez y caminar, para escuchar podcast, que me parecen un descubrimiento. De hecho, hago mis pinitos en este nuevo medio, con un podcast que se llama “Tecnocincuentones”, dedicado a los más mayores. También en Canal Sur estoy haciendo otro.
P. - Háblanos de tu lucha por la psoriasis
R. - Pues a la fuerza ahorcan. Tengo psoriasis de toda la vida y contacté con la asociación de pacientes hace ya 25 años y me ha servido de terapia. He aprendido a respetar a los profesionales sanitarios y agradezco a la sanidad pública el esfuerzo y la inversión económica que hace conmigo, justo es
reconocerlo. Hoy sé que me moriré con la psoriasis, pero no de la psoriasis. Acepto mi destino con sencillez y me ocupo de seguir lo que me dicen los médicos y, a Dios gracias, tengo calidad de vida, que es lo importante. Como miembro de Acción Psoriasis, estoy a disposición de quien quiera para ayudar en lo que sea posible.
P. - Antonio, estamos llegando al final de este ratito tan entrañable y cargado sinceridad, pero si quieres añadir algo más, hazlo.
R. - Añadir que Camacho Malo fue siempre un leal amigo, que ayudó siempre a los más jóvenes. Fue para mí muy sorprenderte verle moverse en el mundo comercial, el deportivo y el periodístico y, sobre todo, en el Carnaval de su segundo pueblo, Isla Cristina, que tuve el honor de presentar y donde me lo pasé en grande. Gracias, de verdad.
Antonio, simplemente eres un auténtico crack y se te quiere.