martes. 30.04.2024
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María Sánchez. “Un día a la vez” de una onubense cosmopolita

María Sánchez. “Un día a la vez” de una onubense cosmopolita

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En numerosas ocasiones decimos que el mundo es pequeño o que es un pañuelo, el mundo. No creo que sea pequeño, el mundo, y si que nosotros al alcanzar una cota de edad ampliamos nuestras redes de conocimientos, contactos y relaciones que terminan haciendo un cerco sobre nuestro pequeño orbe. Por ello, aquella tarde de jueves cuando mi amiga Eva Álvarez me invitó a asistir a un casting que ella coordinaba, al subir a la plataforma donde se encontraba el jurado, una persona me llamó la atención, sin pensar en ningún momento que su nombre hubiera bailado en determinados momentos en mi vida. Nadie me podría decir en noviembre de 2014, al entrevistar a Eva, que cuando me hablaba de la compañera, su mejor amiga, que ganó el concurso de Miss Huelva se trataba de aquella mujer. Ni mucho menos pudiera creer que uno de mis ídolos infantiles, aquél jugador de baloncesto del Colegio Francés, de pelo rubio lacio con flequillo caído sobre la frente, no muy alto y de estructura ancha y rocosa que cuando corría con el balón pegado a sus manos y driblaba al adversario mientras sus ojos analizaban la posición del compañeros, que parecía, y lo era, pura velocidad y elasticidad, iba a tratarse de su padre. Ni siquiera pudiera imaginar que su tía, que con los años se convertiría en una magnífica abogada onubense, había compartido clase infantil conmigo en la misma Escuela Francesa, cuando apenas levantábamos dos palmos del viejo pupitre de madera pintarrajeada.

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Y cuando digo que una persona me llamó la atención intento hacerlo con propiedad. Después de más de quinientas entrevistas uno adquiere la facultad de vislumbrar algo en el personaje, bien sea por un gesto, bien por su mirada o bien por el rictus de sus labios. En este caso hubo un todo. Belleza universal, atractiva con personalidad, cuerpo de mujer hecha, postura señorial sentada en un angosto taburete como si de un confortable sillón se tratara y su voz. El contenido de sus palabras y el tono de su pronunciación embrujadora. Se llama María Sánchez Gálvez y es natural de Huelva. Nació cuando la década de los setenta del siglo pasado daba su último coletazo y creció en la tranquilidad de los parajes de pinos y marismas de la cercana pedanía de Corrales. En la urbanización repleta de chalets individuales empezó a conjugar el término belleza y en el corto trayecto al colegio Funcadia, en el centro de la vecina capital, o posteriormente al Instituto Pablo Neruda, a darle forma. En su casa el deporte rey era, por lógica, el baloncesto. Incluso en su casa disponía de media cancha donde todos los días practicaba y recibía las enseñanzas profesionales del entrenador Sánchez Luengo. Toda su vida giraba en torno a este deporte, al que amaba, y alrededor del mundo de la moda, que era su pasión. Esa niña tenía ya una personalidad fuerte y curtida y en su interior comprendía que para conseguir algo tenía que arriesgarse. La vida cómoda, muelle, no iba con ella. El riesgo, la aventura han sido sus inseparable compañeros de viaje. Quería ser modelo y lo iba a conseguir.

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A sus dieciseis años cuerpo y mente no van de la mano de su edad y, por ello, a pesar de pasar todas las pruebas selectivas, no puede participar en el certamen de Miss Huelva. No obstante, al año siguiente consiguió la corona provincial y el derecho a acudir a Miss España. Aquí tuvo la ocasión de demostrar su madurez y darse cuenta de la imperfección de un mundo que pintan como de ensueño, un mundo que no es más que un cúmulo de intereses, de favores no recomendables y de mentiras. Juró que nunca más se presentaría a un evento de este tipo, pero no dejó aparcada su pasión por la moda. Tenía acabado el COU y aprobada la Selectividad. Además había adquirido un grandísimo bagaje profesional al marcharse con su inseparable amiga y compañera de idénticas aficiones Eva Álvarez, a Sevilla para trabajar y aprender en la agencia de Rocío Martín y, posteriormente, de Raquel Revuelta, Doble RR. Aquí conoció otro mundo mucho más sano, más compañerismo y con más ansias de aprender y vivir, realizando giras promocionales, innumerables pasarelas y eventos. Sin embargo, tenía muy claro que su trayectoria no podía limitarse a esto. Que lo que le interesaba en verdad era el mundo de la moda desde dentro y que para alcanzar esta meta debía de salir del país y aprender el idioma de la Albión. No encontró más que ayuda por parte de su familia y en un principio, su propio padre se puso en contacto con un amigo residente en Alabama para residir allí. Pero el destino y las redes sociales le marcó el futuro a través de una amiga virtual, a la que conoció en el mismo avión, y cuyos padres residían en Los Ángeles. La aventura, siempre la aventura.

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Y nuestra protagonista, con diecinueve años, aterriza en el aeropuerto internacional de Los Ángeles con la idea de dominar el idioma inglés y volver a casa. Carpe diem es nuestra expresión latina; un día a la vez es el referente anglosajón. María Sánchez sabía lo que quería, pero igualmente deseaba gozar de la oportunidad única que se le ofrecía. Dejarse llevar por el viento, solamente controlado por su intuición, sin menoscabar sus ganas de vivir y aprender. California, en concreto Los Ángeles, no tenía nada que ver con lo que ella pensaba respecto a las distancias y todo el tiempo lo pasaba en la carretera para acudir a clase e ir y venir hasta su lugar de residencia a las afueras. Ni corta ni perezosa, haciendo gala de su carácter, a los seis meses decide marcharse a Santa Mónica e ingresa en el Santa Mónica College que es considerado como la universidad de carreras de dos años más importante de California y que da derecho a ingresar en la Universidad de ésta. Allí quedó asombrada del ambiente universitario y multirracial que reinaba, con más de tres mil estudiantes extranjeros. Comienza a jugar de nuevo al baloncesto y se centra en sus estudios de una rama del Periodismo, en radio y televisión.

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El tiempo transcurre inexorable y María, aparte de dominar a la perfección el idioma, se ha hecho al ritmo de vida californiano y se siente una más entre ellos. Pero sabe del esfuerzo económico que están haciendo sus padres y piensa en volver. El apoyo de ellos a que continuara le da fuerza para seguir estudiando y comenzar a trabajar a la vez. Entra en una empresa de Publicidad y comienza a descubrir la amplitud del mundo y las posibilidades de creación exterior. Comienza a asfixiarle Santa Mónica y marcha nuevamente a Los Ángeles donde encuentra trabajo en una firma de Inversiones y pone su propia agencia de modelos, Exit Models, teniendo como socios a sus antiguos compañeros de Publicidad. Durante cuatro años estuvo al frente de su empresa hasta que comprendió que Los Ángeles es más una ciudad de actuación, que de modelo. El cierre de la misma no la amilana y entra durante seis meses a trabajar en una tienda de Zara en Santa Mónica hasta que lo deja por entender que aquello no era ni mucho menos lo que buscaba. Llega el crack económico por causa del “boom inmobiliario” y la situación se hace difícil a nivel global. Monta una especie de sociedad para la elaboración de helados y galletas en shanwiches en pleno Hollywood y al año y medio cierra arrastrada por efectos devastadores de la crisis. No obstante, ello le va a dar la oportunidad de comenzar una nueva forma de vida totalmente distinta; una vida buscada que se convertirá con el paso del tiempo en el embrión de la razón de ser de su vida. La moda.

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Y es en este momento de la entrevista cuando me fijo bien en su perfil. Me recuerda al de la actriz americana Meryl Streep por sus rasgos duros por bien marcados, aunque suaves en su líneas, atractivos y versátiles, por su mirada fría pero que esconde en su interior mucha ternura, por su pose imperturbable y perturbadora, por su camaleónica forma de interpretar la actuación de su vida, sus recuerdos y sensaciones. Ahora, llegado este momento,es cuando veo y siento a una María Sánchez más cercana, más humana. Aspira suavemente por la nariz alzando levemente la barbilla al cielo nocturno al recordar su última etapa californiana. Con media sonrisa y los ojos más iluminados que de costumbre me dice que comenzó a trabajar en una tienda de ropa, cuyos propietarios eran coreanos, en Melrose Avenúe durante dos años. Que allí pudo palpar y sentir el tacto y el aroma de las prendas y de su calidad. Entrar en contacto con una clientela exquisita en unos de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Los Ángeles y auténtico emporio comercial del lujo y del buen vestir. Además, su situación personal cambia y conoce a una persona que la va a apoyar y dar un complemento a su vida e ilusiones. Una parte de ella en otro que va a colmar sus deseos. Y aquella carrera no nacida del periodismo por circunstancias de ese pañuelo que es la vida va a florecer de forma espectacular.

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A través de la cadena de televisión mexicana Telemundo comienza a ejercer de reportera, periodista y entrevistadora ofreciendo sus reportajes a todos los actores que visitaban la ciudad con motivo de la inauguración de una película o por algún acto de interés. Muy normal en los países de raíces anglosajones, los actos de promoción cinematográfica consisten en la concesión de tres minutos para entrevistar al actor o actriz en la habitación de un determinado Hotel. Ello le lleva a conocer a casi todas las figuras vivas del mundo hollywoodiense, a adquirir una empatía con los personajes y obtener un plus más amplio de la vida en la cual quiere mantenerse.

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Pero la vida es “un día a la vez”. La aventura siempre late en María. No se anquilosa por nada y para nada. Después de 15 años viviendo en Los Ángeles echa de menos su tierra a la que tanto adora, a sus padres y hermanos, a sus gentes. El destino le pone en el camino la posibilidad de recalar en Londres, en Europa, a dos pasos de su tierra. Sabe que la apuesta es fuerte. Dejar una vida encauzada y que la llena por ir al centro de la moda y de la economía europea en general es arriesgado. Cambia el clima soleado, parecido al de su tierra, aunque más subtropical, por el gris lluvioso londinense es muy radical pero sabe que en la urbe se encuentra todo lo que puede encontrar para llegar a su plenitud vital. El único condicionante que se pone es vivir en pleno centro. Un sitio donde pueda ir a trabajar caminando o en bicicleta. Olvidarse de los coches y de los atascos y embriagarse con la multiculturalidad de la ciudad. Tiene deseo de adaptarse pronto a ella, a sus costumbres. No conoce de la cultura europea para entrar en contacto con el trabajo y la moda, tan distinta a la americana. Entrega cantidad de curriculos a diferentes tiendas claves, pero un amigo le dice que por qué no va ella personalmente a entregarlos. No se entrega para nada y esta va a ser la consecuencia.

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Una mujer como ella que reboza belleza y elegancia a raudales, con un dominio del idioma igual que un natural, no podía resumirse en un trozo de papel con una serie de datos. Tenían que verla y gozar con su presencia. Dirigió sus pasos a la zona más elegante y exclusiva de Londres, al Brompton Road, en el distrito de Knigtsbridge, rodeando el Hyde Park y donde se encuentran las mejores y más selectas boutiques del mundo, además de los famosos Almacenes Harrods, como pueden ser las zapaterías de Jimmy Choo o Manolo Blahnick y pasando por Dolce&Gabbana o Tom Ford. Y es precisamente en ésta última, en el emporio de Tom Ford, donde encuentra a primera vista trabajo…. en la línea de moda masculina. Este texano de 55 años, reinventor del imperio Gucci al que cogió de la quiebra y lo dejó con un valor superior a los diez mil millones de euros, que comenzó de asistente de la diseñadora Cathy Hardwick y que dejó el mercado americano por considerar que los europeos eran los que mejor apreciaban el estilo, director creativo de la firma YSL con el que ganó "El mejor vestido de noche" en 2004, se había lanzado en esta época con un éxito incontestable a la fabricación y diseño de moda masculina y accesorios. Además, Tom Ford está considerado como uno de los cincuenta hombres más elegantes del mundo.

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María Sanchez basaba su experiencia en la mujer, pero desconocía todo lo relacionado con el hombre. Pero pronto se da cuenta que quizás la moda del hombre es más rica e increíble que la de la mujer. Tom Ford es conocido, además de poner su estilismo a los personajes de James Bond, por atender a todos los famosos que pasan por Londres al ser éste un sitio de paso ineludible para ellos. Por eso, ya no es ninguna sorpresa para ella ver los cuerpos de las personas más deseadas y conocidas del mundo de la canción, la política o el cine presentarse en su tienda. Pero me recalca, que aparte de la formidable visión publicitaria del creador, la línea masculina no se centra en exclusiva en las vestimentas de estilo clásico, sino que la nueva tendencia casual está teniendo una aceptación fabulosa. María, a pesar de tener pasaporte americano, no se plantea volver a California. Quiere crecer aquí. Desarrollarse en este mundo y en este ambiente que le encanta y que gracias a su versatilidad, le hace adaptarse a la perfección al mismo. Y a la ciudad triste y gris del inicio. Pero embrujadora en todos los sentidos. Cosmopolita. Y seguir creciendo profesionalmente. Sea lo que fuere, María agradece estar más cercana a su casa, a Huelva, y vuela hasta ella cada vez que puede. A la pregunta de que si le gustaría trabajar aquí vuelve a mirar al cielo, pero ahora su gesto es diferente. Una resignación impotente lo dice todo. No cree, ni yo tampoco, que exista aquí un trabajo acorde a sus capacidades. He visto esta noche una estrella luminosa por mi particular sendero que me ha hecho soñar igual que aquel cadete rubio de ancha estructura física que tenía una pelota de baloncesto pegada a las manos y señalaba inteligentemente el pase con la mirada al compañero, me hizo soñar con el baloncesto. Gracias, María Sánchez.

Por Miguel Ángel Velasco