miércoles. 25.06.2025
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Los recuerdos de Carmen Fernández Pavón, una vida para leer

La apasionante historia de Carmen es narrada en este novela autobiográfica
Los recuerdos de Carmen Fernández Pavón, una vida para leer

Carmen Fernández Pavón es una de esas niñas pertenecientes a la denominada ‘generación silenciosa’, compuesta por aquellos niños y aquellas niñas de la posguerra, nacidos entre 1930 y 1948. Es la generación que nació tras la Guerra Civil y que se vio afectada por circunstancias traumáticas que lastraron su crecimiento y desarrollo.

Uno de los déficits más importantes que hubieron de afrontar las  personas nacidas en los años 30 del siglo pasado ha sido el de la formación. Muchas de ellas no pudieron adquirir conocimientos, ni asistir a la escuela, quedando limitadas capacidades fundamentales como el acceso al empleo. Algunas paliaron esta escasa formación,  posteriormente, en las clases de adultos, verdadera compensación histórica para miles de personas. Pero otras sólo pudieron vencer esta carencia con valentía. Este arrojo les ha servido incluso para escribir libros, algo que pudiera parecer inicialmente vedado y que les convierte en ejemplo para la sociedad que tanto les debe. 

Su propia vida fue consecuencia de esa tragedia y experimentó episodios de desdicha que, felizmente, no pudieron con ella. Antes al contrario, Carmen sacó fuerzas de flaqueza para superar todas las adversidades que se pusieron por delante, y que han quedado reflejadas en el libro ‘Hay vidas y vida. Esta hay que leerla’. 

A lo largo de más de 70 páginas, Carmen va desgranando sus vicisitudes vitales, con un grado de sinceridad que abruma al lector y le hace cómplice de la historia. Es una historia vivida, que la autora cuenta sin pretensiones literarias pero con una rotunda autenticidad. 

En el prólogo, su nieta, Ainara Aparici Ramírez confiesa que en el libro “conoceremos los detalles de una época en el que el hambre, la muerte y las ganas de resurgir se entremezclaron en la vida de tantos jóvenes a los que hoy llamamos abuelos”. 

Se anuncia ya lo que encontraremos a lo largo del texto. Miseria, desgracia, represión y falta de esperanzas que fueron contrarrestadas con una voluntad insuperable y la necesidad de criar a su hija, verdadero pilar de su existencia. 

Carmen nació en Galaroza, en 1933, por lo que sus primeros recuerdos vienen a coincidir con el estallido de la Guerra Civil y la represión subsiguiente. En el libro se dan cuenta de sucesos traumáticos para su familia, ya que su padre, Avelino Fernández, estuvo preso y fusilaron a su hermano, Antonio Fernández Muñiz, escritor y concejal del Ayuntamiento. También su tío Antonio Pavón Ortega fue fusilado por las fuerzas franquistas con tan sólo 20 años de edad. 

Su padre quedó muy afectado por la muerte de su hermano, ya que estuvo confinado en un campo de concentración y cuando volvió al pueblo se echó en brazos del alcohol para ahogar las penas. Este hecho marcó la adolescencia de Carmen, que recuerda el miedo a que en alguna de esas rondas nocturnas de cante, gritos y borrachera, pudieran haberse llevado de nuevo preso a su padre. 

En esta tesitura, la autora fue creciendo con las penalidades propias de la  posguerra. El libro narra vivencias como el famoso café de puchero, el apañar aceitunas, el recoger excrementos de animales para poder abonar la huerta o calentarse en la chimenea, de la forma de hacer  pan amasado en una artesa y otras experiencias que la marcaron durante muchos años. 

Carmen cuenta cosas de la Feria de Ganado de Zafra, del ‘doblao’ de las casas donde se almacenaban frutas y hortalizas, y revela que desde pequeña ya escribía poemas y pequeños escritos, mostrando su ingenio y cierto legado familiar. 

Su madre la sacó del colegio y la puso a coser. Con apenas 15 años iba por las casas cobrando 10 pesetas trabajando de sol a sol para ayudar en casa. En dos o tres años llegó a convertirse en una apreciada modista. A los 18 años se puso novia y, a pesar de la opinión contraria de sus  padres, contrajo pronto matrimonio. 

Aquella decisión fue nefasta, ya que supuso la entrada en un infierno de desprecio y sumisión. El maltrato se extendió al período en que quedó embarazada; con siete meses de gestación, la dejó encerrada en casa y para evitar una nueva paliza tuvo que salir por la ventana huyendo a casa de sus  padres. 

Esta separación le obligó a seguir buscándose la vida, cosiendo de nuevo por las casas para mantener a su hija ya nacida. Para evitar que su ex marido le quitase a la niña y superar la difícil situación económica en su pueblo, marchó a Sevilla sin conocer prácticamente a nadie. 

En la capital tuvo que coser y trabajar sin descanso, comiendo bocadillos y durmiendo las dos en una pensión en la que gastaba casi todo lo ganado en el día. Pero fue creciendo y viviendo experiencias más gratificantes, como un piso que pudo comprar en 90 letras, el autobús que cogía cada mañana, la guardería en la que dejaba a su hija o las excursiones a la playa. 

En una de estas escapadas conoció a un hombre que le cambió la vida. Era educado, pausado, respetuoso, cariñoso y, en definitiva, la antítesis de lo que ella había conocido. Con el tiempo, formalizaron su relación y pudo vivir de una forma feliz. 

Obtuvo el divorcio, no sin dificultades, fue a vivir a Valencia de una forma desahogada gracias a la actividad empresarial de su nuevo marido, viajaron y conoció a personas importantes. No obstante, esta parte de su vida no duró mucho, ya que su esposo enfermó y su fallecimiento le supuso un nuevo mazazo. 

Ya establecida con comodidad, sigue viviendo pendiente de su hija y su familia, sigue escribiendo y recordando facetas de su intensa vida. Este libro de Carmen Fernández Pavón es, pues, una autobiografía repleta de sinceridad y de ganas de vivir cuya culminación sería la presentación en su pueblo, Galaroza, un reto al que, con sus 88 años, se enfrenta con la misma pasión, con la misma alegría y vitalidad con la que ha superado los trágicos episodios que ha recogido en su publicación.