Historia de una pasarela
La mañana de domingo amanecía fría e incierta. Aún no había despuntado por completo el día y el cielo me tapaba con un color gris ceniza. Al llegar a la zona de El Molino el restaurante El Patrón me llegó con las luces encendidas, En la esquina cercana un puesto de churros desprendía lumbre y humo con un agradable olor a masa frita y unos pocos clientes madrugadores aguardaban su turno cobijándose gélidos bajo sus gabanes.
El café solo me reanimó y pude pensar en la razón que me hacía estar despierto y en ese lugar una mañana de domingo. En el cercano Centro comercial de Aqualon me esperaba un reto conmigo mismo, la posibilidad de hacer realidad unas ilusiones. El reto de una verdad… o un fracaso de consecuencias inimaginables. Apuré el café y salí. Las puertas de cristales estaban cerradas pero en el interior se veían a los limpiadores dando el repaso general al pavimento antes de que empezarán a llegar los profesionales de los distintos stands. Me abrieron cortésmente una de las puertas y me dirigí directo al salón donde en poco más de tres horas una masa hetéreogenea de personas se apiñarían para presenciar el desfile de moda nupcial. Era Huelva de Boda y el éxito de participación de los futuros matrimonios en sus instalaciones hacía presagiar un lleno absoluto en el acto principal del evento. Entré en el salón a oscura y la mole de la pasarela de altura e invertida en ELE me sobrecogió. Era hermosa, pero demasiado larga. Hacía frío pero un nudo se me dobló en el estómago produciéndome un calor medroso. Decidí salir a esperar a las chicas.
Poco a poco fueron llegando. Las primeras fueron Eugenia Jerez y Pilar Caballos seguidas de Blanca López y Silvia Gutierrez. En sus caras se adivinaban un crisol de respuestas y frío matutino. Eugenia , como de costumbre, sonriente y tranquila; Pilar brillaba horas de sueños mentales en sus ojos, mientras Silvia y Blanca llegaban pidiendo café. Cuando las llevé al lugar de su eventual trabajo sus ojos se abrieron de par en par examinando cada milímetro de la superficie de la que iba a ser una de sus herramientas de trabajo en el día de hoy. Subieron a la pasarela y tantearon el firme, contaron los pasos hasta el lugar donde debían pararse, giraron sus pies para comprobar que los zapatos se agarraban firmemente. Yo las miraba desde abajo y me extrañé de la faltas de nervios de principiantas y de la mucha profesionalidad y seriedad en sus gestos y movimientos. Por un momento me calmé y me dije que el desafio era posible. Realizar un sueño con la ilusión, suplir las carencias profesionales con la belleza y la estulticia de sus cuerpos. Pero ante todo estaba seguro de una cosa. Todas ellas, a pesar de la diferencia de edad y otras no similitudes, poseían su estilo, su elegancia, su saber moverse en la vida rutinaria sin falta de método o escuela. Resoplé y pensé en Eugenia. En ella, era la única que había sido profesional en tiempos juveniles, radicaba el éxito y la mimesis dogmática a sus compañeras.
Mientras tomábamos un nuevo café empezaron a llegar el resto cargadas con sus bolsas de equipaje, Paloma Vides, Mamen Macias, Ana María Bernal, nuestra exquisita voz del programa televisivo La Copla, Rocío López y Raquel Rodriguez. Desde el interior las voces de Maria Antonia y María José Olmedo , así como la desgañitada voz de Benito Suero, las reclamaban para comenzar el martirio de las pruebas de peinados y maquillaje. Por su parte, en el interior del backstage, Andrés Macías y su magnífico modisto y diseñador, su marido. Rafael, colgaban y clasificaban los vestidos nupciales y de fiestas en grupos y por tallas. En otra zona, Luis y Sebastián hacían lo propio con los trajes masculinos de la firma OXford. Preciosos trajes de las marcas Fontecapala y Enzo Romano.. Los chicos, únicos profesionales de La Pasarela, llegaron en grupos y sumidos en profunda tranquilidad.
El bullicio y la lucha contrarreloj resultaba frenético. Todo era una carrera de fondo donde los papeles , a pesar del caos de personas y trabajos, todo estaba perfectamente estudiado. Las chicas obedecían imperturbables las directrices de peluqueros y maquilladoras, mientras hacían veloces escapada a los probadores para ser medidas y probadas en sus respectivos trajes. Con el móvil de Blanca López me relajaba intentando mantener en mi retina lo que ya en mi corazón estaba instalado. El cariño por estas mujeres y el reconocimiento a su generosidad sin límites. Todo era un bello sueño. Aquellas mujeres que llegaron con caras somnolientas, algo fastidiadas por perder su único día de descanso, se estaban convirtiendo ante mis ojos en auténticas princesas. Porque ellas y sólo ellas saben transformar una prenda, por muy hermosa que sea, en una obra de arte. Era algo más de las doce y media y en el exterior sonaba la voz negra de Patricia Mesa cantando un tema romántico que hacía que la fantasía de La Boda fuera aún un poco más fantasía. En el interior del backstage todos y todas estaban preparados. El locutor del acto, Luis, me miraba y con la mano le pedía calma. La música sonó. Todo estaba preparado. Entre las cortinas docenas de ojos veían sobre mi. La voz volvió a sonar, La primera novia salió.
Voy a ceñirme a los trajes de novias. Y lo hago porque en los de fiestas, porque con estas vestimentas, conozco de sobra lo que dan de si en la vida ordinaria. Brillantez y fantasía en una sociedad, la nuestra, un poco faltas de éstas. Es una sensación especial. Me imagino como casar a la hija que nunca casé. Pero era algo más, mucho más.La música sonaba celestial. Ellas miran al fondo de la pasarela concentradas. Suben los pocos escalones para acceder a ella de la mano de M.ª Antonia Olmedo e Inma Pérez. En lo alto ya relajan sus figuras y sus rostros. Entonces la magia se convierte en realidad. Ellas pisan despacio, el garbo elegante se difumina poco a poco como un rico y preciado aroma. Pero no pisan vuelan bajo a ras del pavimento enmoquetado, sin tocarlo. Bailan ante una nube de ojos que se abren satisfechos y epatados ante tanta belleza y dignidad regia. Es la regla del juego y ellas, sin profesionalidad alguna en estas , lo están consiguiendo.
Los aplausos enmudecen los sones musicales y , a lo lejos, incluso un señor se atreve a lanzar al cielo cerrado una poesía repentina a una de las modelos. Sale Eugenia, entra Silvia, espera Pilar, gira Blanca y pasea Rocío. Todo es una perfecta y rítmica concatenación de secuencias. A mi lado escucho palabras de alientos y voces autorizadas loando la labor realizada, la organización y el buen pasar de las modelos. Me llego a convencer de que todo está saliendo como solo imaginé en mis mejores sueños
Y el sueño hecho realidad se ha cumplido. Mientras el público en general aplaude enfervorizadamente y futuras novias hablan entre sí sobre que traje le ha parecido más bonito o sobre qué chica le ha resultado más guapa, los modistos y empresarios se funden en besos miles y abrazos sinceros con las modelos y los modelos. Los aplausos siguen y ya únicamente que da la traca final. El carrusel.
En fila de a uno, cada cual con el paso relajado, contentas, corazones desbordados de felicidad y de un sueño que aún no se creen, se pasean ante el público que las aplude a su paso. Y ellas sonríen como sólo ellas saben hacerlos. Con los labios, los ojos, con el corazón. Reboza emoción por todas partes y todos y todas se funden en esas fotos conjuntas como si se conocieran de toda la vida. Gracias chicas, siempre con vosotras.