viernes. 29.03.2024
El tiempo

Las historias de tres alemanes a los que les pilló el confinamiento en la Sierra de Huelva

Se dirigían a Finisterre y el cierre de fronteras les obligó a permanecer en la Sierra de Huelva 64 días. Se construyeron su propio refugio al que llamaron ‘Fort Bravo’
Las historias de tres alemanes a los que les pilló el confinamiento en la Sierra de Huelva

La pandemia del coronavirus ha dejado episodios muy dolorosos en muchas familias y lugares. Pero también ha propiciado sucedidos curiosos que posteriormente serán recordados incluso con nostalgia. Es lo que les ha pasado a tres ciudadanos alemanes a los que el confinamiento les pilló en la comarca serrana de Huelva. La historia que han pasado es digna de ser contada y recordada.

Tomash, Klaus y Julius se disponían a emprender un camino a pie que les llevaría a Finisterre. Por diversos motivos, estos tres viajeros han decidido tomar este estilo de vida que les conduce de un lugar a otro del planeta. La declaración del Estado de Alarma les sorprendió en un camping de Estepona, que tuvieron que abandonar, pero un compatriota se ofreció a llevarles hacia donde él se dirigía: Portugal.

Cuando llegaron a Rosal de la Frontera se encontraron con el cierre de la frontera, por lo que hubieron de volver sobre nuestros pasos, haciendo noche en Aroche. Al día siguiente, buscaron un sitio donde poder instalarse hasta que se volviera a permitir la comunicación por carretera entre los dos países. De esta forma, la Guardia Civil les permitió quedarse en un área de servicio de la Nacional 433, ubicada entre los pueblos de Aroche y Cortegana.

Su morada allí ha sido larga, dedicando el tiempo a cuestiones variadas, como la limpieza y adecentamiento del área de servicio, de la que sacaron más de 100 sacos de basura. Coincidieron en que debían tener la mente distraída para aguantar el amplio período que se avecinaba, por lo que construyeron lo que llamaron su pequeño ‘Fort Bravo’. Utilizaron ramas de árboles caídos y otros materiales, hasta configurar un acogedor refugio temporal.

Su estancia en este paraje serrano onubense ha sido de nueve semanas, concretamente 64 días, durante los que han tenido muchas experiencias. Muchos vecinos que pasaban por la carretera, Protección Civil e incluso el párroco de Cortegana les han demostrado su solidaridad, proporcionándoles alimentos, bombonas y algunos utensilios para cocinar. Ángel, uno de los vecinos que tiene su finca al lado del campamento, llevaba cada semana 150 litros de agua para poder cocinar y ducharse. Una vez a la semana subían hasta Cortegana con la bicicleta para realizar la compra y mantener la forma física, al recorrer un trayecto de dieciséis kilómetros.

También han experimentado momentos difíciles, como la muerte de Brummbar, el perro de Tomash, un cachorro que le habían regalado unos meses atrás y que murió envenenado al comerse una oruga venenosa, perdiendo así una agradable compañía y un excelente compañero de viaje.

La decisión de abandonar este ‘Fort Bravo’ fue tomada gracias a otra muestra de generosidad serrana. Loli y Armando, los propietarios de la finca Montefrío, les dejaron una casa rural en la que pasarán los meses de verano, una mala etapa para retomar su viaje a pie. En otoño reemprenderán su camino hacia Finisterre, atravesando el Alentejo portugués y la dehesa extremeña.

Otro corteganés, el fotoperiodista Juan Luís Rod, ha sido el artífice de que su historia sea más conocida y, sobre todo, de que haya recuerdo gráfico de esta peripecia serrana. Rodríguez suele desarrollar su ya prestigioso trabajo en lugares remotos, como Perú o Uganda, pero había vuelto a casa, precisamente, por causa de la Covid-19.

El autor de esta crónica, denominada “64 días confinados en el ‘Fort Bravo’”, es Tomash Peter Brachschoss, nacido en 1967, quien se autodenomina como un “peregrino”. Nacido en Dublín, hijo de padre alemán y de madre mitad gallega, mitad irlandesa, su abuela materna era gallega y tuvo que emigrar a Irlanda huyendo de la Guerra Civil española. A sus cinco años se mudaron a Colonia (Alemania), donde sus abuelos paternos tenían una granja y regentaban un restaurante. Al cumplir los 18 años decidió salir de Alemania en busca de aventuras y se alistó en el ejército, una experiencia que le llevó a pasar seis meses en Somalia con los cascos azules, a la búsqueda de Milosevic en la antigua Yugoslavia y a ocuparse de operaciones de alto riesgo para diferentes agencias y gobiernos.

En estos años tuvo que sufrir el combate cuerpo a cuerpo, la angustia de sobrevivir en el combate y, lo peor para él, recoger los restos de los compañeros caídos en la batalla mientras contemplaba los desmanes cometidos sobre la población civil. Por ello, detuvo esta experiencia vital en 1998 y la transformó en una vida de conocimiento, de viajero empedernido para empatizar con la gente.

Realizó la promesa de repartir por diferentes lugares sagrados las cenizas de los compañeros caídos en batalla. Fue entonces cuando comenzó su ruta a pie para cumplir su compromiso, la cual le llevaría a lugares como Lourdes, Jerusalén, Loreto, Zaragoza o Asís entre otros, y que tiene como destino final Finisterre. En estos momentos, junio de 2020, lleva 3 años y 10 meses viajando, caminando como lo hacían los peregrinos antiguos. No lleva tarjeta de crédito y subsiste gracias a algunos trabajos como tatuador.

Sus compañeros en este periplo actualmente son Klaus, un hombre que encontró llorando hace nueve meses en Cartagena con serios problemas de alcoholismo, al que adoptó por compañero si le prometía no volver a beber más; y Julius, otro alemán al que conoció en la Axarquía malagueña. El trayecto está generando efectos benéficos, ya que Klaus lleva nueve meses sin beber y ha retomado el contacto con su familia, y porque la camaradería entre los tres es absoluta.

Cuando alcancen su destino gallego se plantean objetivos diversos. Klaus quizá vuelva a Alemania para trabajar en la granja familiar de Tomash, mientras que éste y Julius continuarán viajando por diversas latitudes en busca de nuevas sensaciones. Lo que tiene claro es que “no puedo volver a mi vida anterior, y me gusta mucho caminar y viajar…así que espero morir en el camino”.