sábado. 20.04.2024
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Los vecinos de El Calabacino reafirman los beneficios de su forma de vida frente a las multas

Reivindican una forma de vida auténtica y ecológica que pretende continuar sirviendo a la comarca a pesar de los obstáculos con que se encuentran
Los vecinos de El Calabacino reafirman los beneficios de su forma de vida frente a las multas

El Calabacino es una aldea de Alájar que fue siendo progresivamente abandonada por sus antiguos pobladores entre los años 60 y los 70. A finales de esa década empezó a ser reconstruida y repoblada hasta ahora por un conjunto de familias de diversa procedencia. Entre otros motivos, esta aldea fue escogida por sus actuales habitantes por ser un lugar apropiado para vivir de manera sencilla y criar niños en un ambiente de libertad y respeto a la naturaleza. Una de las claves que redundan en la calidad ambiental del lugar es que no se puede acceder en coche nada más que a una parte de la aldea, y con restricciones. La mayor parte de los portes habituales se realizan a lomos de burros, yeguas o humanos. En la actualidad, estas formas de vida están encontrando la oposición legal de algunas instituciones, que están cursando denuncias contra los vecinos por diversas actuaciones que son defendidas por los habitantes de la aldea.

Aunque aún no se han superado ni de lejos las cifras de población que llegó a habitar El Calabacino hace algo más de un siglo, actualmente viven poco más de 100 habitantes, la mitad de los cuales son menores de edad. Configuran una de las poblaciones menos envejecidas de la sierra, con una tasa de natalidad muy por encima de la media. Además de ser una de las pocas aldeas que no se despueblan, sus menores contribuyen en cantidad y calidad al mantenimiento de la escuela de Alájar.

Entre otros beneficios patrimoniales derivados de la repoblación de una aldea abandonada, los vecinos reivindican la reconstrucción de ruinas; la recuperación de huertas en fincas “comidas por los bardales”; la limpieza del monte para su aprovechamiento maderero, con el consiguiente impacto positivo en la prevención de incendios; el arreglo voluntario y comunitario de los muros y caminos, especialmente del Camino Real que usan cientos de turistas cada año; la recuperación de antiguas estructuras históricas de gestión del agua como albercas, lievas, cimbras (lievas subterráneas que comunicaban los sobrantes entre albercas y mantenían la humedad y la capilaridad entre el suelo y las capas freáticas antes de volver al barranco); la conservación de especies animales asociadas a estos recursos recuperados (tritones, gallipatos, ranas, garzas…), y otros efectos positivos.

Denuncias contra los vecinos

Desde hace unos meses están llegando denuncias de la administración a muchas familias del Calabacino por delitos contra el medio ambiente y la ordenación del territorio. Incluyen peticiones de multas inasumibles para las economías de los habitantes, amenazas de derribo, desahucio o embargo de sus casas y fincas, e incluso penas de cárcel en el peor de los escenarios. La aldea se está organizando para hacer frente a esta situación de inseguridad jurídica, porque, en su opinión, “da la impresión de que se equipara al Calabacino con una urbanización de segundas residencias cuando, quien haya paseado por sus sendas lo puede comprobar a simple vista, la realidad es radicalmente distinta”.

Según sus datos, del medio centenar escaso de casas que hay en Calabacino no llegan a un 9% las segundas residencias o las dedicadas a turismo rural, primando las primeras viviendas de familias enteras, construidas además acorde a técnicas respetuosas y sostenibles con el fin de minimizar el impacto en su construcción y uso, tal y como se demuestra en los estudios urbanísticos y de impacto ambiental realizados al efecto en la aldea como soporte argumental de su defensa.

El Calabacino forma parte de la Red Ibérica de Ecoaldeas (RIE), y ésta a su vez de otras redes europeas y mundiales que constituyen las experiencias más avanzadas de asentamientos humana, ecológica y económicamente sustentables. De hecho, la RIE firmó un documento de apoyo al Calabacino incidiendo en que, “si bien cabe reconocer algunas prácticas constructivas fuera de norma (que serían legales en otros estados europeos como Italia o Dinamarca), el resultado a posteriori supone una mejora sustancial en un habitar ecológico respetuoso con el territorio, sostenedor de una población estable en zona de riesgo de despoblación y generador de economías locales”.

En opinión de los habitantes, “la actual normativa del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche está pensada para un uso tradicional de la tierra, que compensa como puede el abandono del medio rural, pero no para otros modelos que permiten fijar población. En el Calabacino se da una nueva forma de habitar que, sin dejar de estar íntimamente ligada al territorio (huertas ecológicas de autoconsumo e intercambio de excedentes, portes en burro, etc…), permite el asentamiento de personas que desarrollan una notable variedad de actividades (artesanos, bisuteras, arrieros, panaderas, albañiles, zapateras, jornaleras, limpiadores, artistas, científicos, pedagogas, cocineros, masajistas, terapeutas, etc.) que aportan una diversificación económica y una riqueza cultural al lugar. Un parque natural no necesariamente ha de ser poblado sólo por personas agricultoras o ganaderas a tiempo completo”.

Desde la Asociación de Vecinos ‘Raíces’ del Calabacino se ha trabajado en sendas propuestas al Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Natural, cuyo borrador está en redacción, y al Plan General de Ordenación Urbana del Ayuntamiento de Alájar, también en trámites de aprobación, con ánimo de posibilitar, junto a las administraciones competentes, una actualización de la norma que permita contemplar casos singulares como éste. En ellas se propone la consideración de El Calabacino como Hábitat Rural Diseminado de Interés Social y Ecológico, de manera que sus habitantes puedan estar amparados por la figura legal que mejor recoge la realidad en torno a la cual ha venido reconfigurándose la aldea durante los últimos 40 años. Los vecinos creen firmemente que esta manera de habitar, que combina la recuperación de usos y actividades tradicionales con la práctica de un modo de vida que apunta a ser lo más ecológico posible, no sólo no entra en contradicción con los objetivos del Parque Natural, sino que los refuerza en la práctica cotidiana.