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Alejandro Tizón: “Que alguien entre en mi farmacia y me dé las gracias por algo me alegra el día”

Esta semana se asoma a esta ventana semanal Alejandro Tizón Cabaleiro, un onubense nacido en la calle Valencia de nuestra capital que cursó sus estudios primarios en el colegio Santa Vicente de Paúl. De ahí pasó a la Academia San Carlos, ubicada en la calle San José, donde hizo el ingreso al bachillerato y el primer curso, pasando posteriormente a la Academia de la Milagrosa con D. Nicolas a la cabeza, del que dice guarda un magnífico recuerdo por su gran labor en  la formación de varias generaciones de jóvenes de la época, haciendo los dos últimos años en el I. E. S. La Rábida. Es licenciado en Farmacia por la Universidad de Sevilla. Y, desde 1986, ejerce de boticario en El Rompido

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Alejandro Tizón: “Que alguien entre en mi farmacia y me dé las gracias por algo me alegra el día”

A nuestro invitado lo conocí hace aproximadamente cuatro décadas cuando era un incipiente boticario. Y desde ese momento me percaté que se trataba de una persona de trato sencillo, afable, simpático, servicial, empático y amigos de sus amigos.

Pero, para saber cuál es su día a día y repasar la actualidad y que ustedes, mis queridos lectores, le conozcan un poco más, nos pusimos en contacto con él para hacerle una entrevista y con la amabilidad que le caracteriza accedió a la primera, así que vamos con ella.

P. Todo niño sueña con ser algo de mayor ¿cuál era tu sueño?

R. Más que soñar lo mío era admirar el mérito de los que lo tenían, ya fuese médico, escritor, deportista... quizá soñase con ser un héroe olímpico. Nada grandilocuente, en cualquier caso no me recuerdo queriendo salvar mundos maltrechos.

P. Rememoremos tu niñez

R. Crecí un poco al rebufo de mi hermano Juan Antonio y sus ocurrencias, alentados por unos fantásticos vecinos que supusieron unas grandes guías en nuestra niñez y ‘la calle’ ...la gloriosa e interminable satisfacción de reencontrar a diario las mil y una fantasías de arrapiezos envueltos en aventuras sencillas y amistades reales y perdurables.

P. Entiendo que en tus sueños de niño nunca te pasaría por la cabeza ser farmacéutico. ¿Cómo lo decides y por qué?

R. Jajajaja.... cierto. Yo iba para periodista (como bien sabes) pero, una vez más, la influencia de mi hermano pudo con ello, además de la parte pragmática que poseo y que en esos momentos se impusieron sobre las dudas. Hoy agradezco ambos empujes.

P. ¿Qué recuerdo dirías que más ha marcado tu infancia que pudiese haber formado lo que eres hoy?

R. La familia, y no sólo la carnal sino todo un rosario de vecinos entrañables que hacían de ‘mi calle’ un lugar confortable y seguro. Cuando tu niñez está marcada por los hermosos sentimientos de los amigos, cuando no hay rencores ni envidias insanas que despejar, la vida fluye despejada. Fui feliz.

P. Por cierto, y siguiendo con tu profesión, dicen que para ser titular de una farmacia o hay que tener mucho dinero para comprarla o bien heredarla ¿cuál fue tu caso?  

R. Ni lo uno, ni lo otro. Había en aquellos tiempos una vía administrativa en la que se podía indagar y yo lo hice, con un resultado feliz.

P. ¿Qué es lo que más te costó al arrancar tu propio proyecto?

R. Llegas a una barriada en la que los servicios sanitarios consistían en media hora de consulta médica y de practicante los lunes, miércoles y viernes de 13:30 a 14:00 horas... No te digo más.

Bueno sí, que la pasaba don Cristobal cuando terminaba en Cartaya y se desplazaba a El Rompido, a lo que con el tiempo se convirtió en estafeta de Correos, una habitación de 4 X 3 metros (quizá menos). No sé cómo pudimos aguantar aquellos años (económicamente me refiero) porque al principio había un lógico recelo hacia ‘el nuevo’ y muchos vecinos seguían desplazándose a Cartaya, según su costumbre. Yo me decía: “la pereza los vencerá”, y así fue siendo poco a poco. Creció mi conocimiento y, con él, la confianza de mis ‘viejitos. No fue fácil, no.

P. ¿Cómo es la relación paciente – farmacéutico? ¿os sentís un poco médicos?

R. No exactamente. Esto es una causa común en la que el enemigo es la enfermedad, pero la ‘princesa’ a salvar es una criatura. A menudo, con mucho miedo a la que hay que tratar y confortar. Si para abrir se precisa un guante de látex, para cerrar la herida conviene uno de seda. Somos, y aún deberíamos serlo, más complementarios.

Alejandro en una foto actual
Alejandro Tizón Cabaleiro

P. ¿Cuánto tiempo tratas con un paciente?

R. Creo que con la anterior respuesta esta pregunta se contesta casi sola: el que haga falta.

P. Por cierto, ¿qué opinión tienes de la sanidad pública en este momento?

R. Hay una saturación evidente. En parte por la escasez de algunos medios (somos muchos, y más con los añadidos), pero también por una excesiva hipocondriasis.

Los centros de salud se desbordan a causa de muchas ‘visitas gratuitas’ (innecesarias, vamos) debidas, en buena parte, a un poco equilibrado reparto de responsabilidades. Yo cambiaría bastantes cosas y actitudes.

P. Si echaras la vista hacia atrás, ¿cuál ha sido el episodio más gratificante que has vivido como farmacéutico?

R. ¡¡Buff!! hay cientos, y en casi todos intervino el ‘guante de seda’.

Cada vez que alguien asoma la cabeza por la puerta y me da las gracias por algo me alegra el día; no puedo olvidar a aquellos a los que, literalmente, les salvé la vida y a quienes, muchos más, acorté su angustia escuchándolos.

Alejandro en una entrevista en Huelva Televisión con Diego Lopa
Alejandro en una entrevista en Huelva Televisión con Diego Lopa

P. Para ti, ¿cuáles serían las principales luchas que enfrenta el sector farmacia?

R. Un libro podría escribir sobre ello pero, la principal sería inexcusable, la primera de todas, la de que nos consideren lo que realmente somos: CONFIABLES y CERCANOS, todo lo contrario al simple rendimiento económico, única guía de los portales de internet.

Suelo referir una anécdota de una madre joven que me recriminaba un día el que una papilla para su bebé le costaba un euro más caro si me la compraba a mí que si lo hacía en una gran superficie. Le comenté que hacía bien en mirar por su economía y le animaba a adquirirla dónde mejor le viniera, pero que el precio que yo podía poner a la papilla, sin perder dinero, era el que tenía puesto.

A los tres o cuatro días volvió para consultarme, preocupada, por el hecho de una caca verdosa con la que su encantador bebé la sorprendía en el cambio de pañal. Mi respuesta en principio fue: “¿y qué te ha recomendado la cajera de Carrefour?” (evidentemente, a continuación, le comenté las posibles causas y acciones).

Otra lucha, y no pequeña, consiste en lidiar con la incomprensión de algunos pacientes respecto a la obligación de exigirles la receta médica para la mayoría de los medicamentos. Estamos sometidos a la norma, y eso deben entenderlo, aunque yo (recalcando lo de la confiabilidad) soy partidario de que, cambiando una sola palabra en la norma, se le reconozca su capacidad en el tema: donde dice “está obligado a exigir la receta médica en los casos en que sea necesaria...” diga “... está facultado a exigir la receta, etc...”. Eso sería ponernos en el lugar de responsabilidad correcto.

P. ¿Alguna vez te has sentido decepcionado de ser farmacéutico?

R.  Por serlo, nunca. Pero por cómo nos han considerado a menudo sí, y mucho.

P. ¿Cuál crees que es la principal diferencia entre el joven farmacéutico y el tradicional? como es tu caso

R. Técnicamente no tienen nada que envidiarnos. El ojo clínico sí que pesa bastante, sobre todo cuando hay que hacer la gestión delicada, el consuelo, manejar la hipocondriasis y su némesis, que no han sido pocas las ocasiones en las que he tenido que pegarle dos voces a un paciente: "¡que vayas a que te vean! ¡¡YA!!

P. Si tuviese que darle tres puntos que deben tener en cuenta los nuevos empresarios jóvenes que quieren dedicarse al sector Farmacia ¿cuáles serían?

R. 1.- No piensen en el dinero (bueno, algo sí...), sino en el agradecimiento.

2.- No ofrezcas aquello en lo que no crees, ni consientas por omisión que el paciente malgaste su dinero porque una petarda (perdón, “influencer”) lo diga en redes sociales.

3.- Como corolario de las dos anteriores es posible que ganes menos dinero, pero mucha más alegría.

P. Qué te parece si dejamos a un lado tu profesión y hablamos de una de tus pasiones ¿sigues saliendo a pescar en ese entorno tan maravilloso donde resides como es El Rompido?

R. ¿Quién te ha contado eso? Porque te ha engañado como a un chino. Nunca he ido de pesca, jamás. Para meterme en un barco me tienen que agarrar entre cuatro. En lo que te doy la razón a tope es en lo maravilloso que es mi pueblo.

En el Carro de golf preparado para hacer unos hoyos
En el Carro de golf preparado para hacer unos hoyos

P. Hablando de pescado, no sé si eres de ponerte el delantal y meterte entre fogones, si es así ¿cuál es tu plato estrella?

R. No cocino casi nunca (y podría) porque mi mujer es una auténtica tres estrellas (los michelines los pongo yo).

Tollos con tomate, carrillera en salsa, el choco como sea, las habas enzapatás, las gambas, el jamón, la mojama, las coquinas...¿sigo?

Posando junto a su esposa Juana
Posando junto a su esposa Juana

P. Charlando de gastronomía, si tuvieses la ocasión de sentarte y compartir mesa y mantel con un personaje, bien del pasado o del presente ¿quién sería y qué le preguntarías?

R. Cualquier dictador sangriento y le preguntaría: "Y después de todo...¿para qué?". También sentaría a cualquier santo y le haría la misma pregunta.

P. ¿Cuáles son las palabras que definen a Alejandro en esta etapa de su vida?

R. Inquieto, curioso, aún soñador y enamorado de mi esposa. Más avispado, pero por mayor conocimiento.

P. Se suele decir “qué bien se está cuando se está bien”. ¿En qué momento te encuentras?

R. Resolviendo dudas. El camino se allana con el conocimiento, pero cuando se busca, no cuando se fuerza. No soy partidario del imperativo categórico.

P. Estamos llegando al final y me gustaría darte las gracias por prestarme tu tiempo. No sé si te gustaría añadir algo más que durante la entrevista no te haya preguntado.

R. Te agradezco, lo que dice mucho de ti, que hayas evitado la política, una de las causas de tanta infelicidad para la gente corriente, la que vive y se afana por un futuro presentable para los suyos; un futuro en el que prive el orgullo común por lo que somos y no por lo que piensas haber ganado a gruñidos.

Soy partidario de las amistades sinceras. Partiendo de ahí, ¿qué puede salir mal?

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