Jorge Riechmann propone en La Rábida “pedacitos de paraíso” frente a la idealización utópica
El filósofo, poeta y ecologista rechaza la idea de un mundo perfecto y reivindica una mirada realista sobre la condición humana

El filósofo, poeta y ecologista Jorge Riechmann ha protagonizado una intensa reflexión sobre la condición humana y la noción de paraíso durante su intervención en el curso de verano Voces del Extremo: Visiones del paraíso, organizado por la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) en su sede de La Rábida.
Bajo una mirada crítica y profundamente humanista, Riechmann cuestionó la idealización del paraíso como meta posible o deseable. “No somos seres paradisíacos”, afirmó, y alertó sobre los peligros de proyectar una idea de mundo sin conflictos como vía de salvación. En su lugar, propuso construir “pedacitos de paraíso” en la vida cotidiana, a través de lo compartido, lo común y la poesía.
Acompañado por referentes como René Char, Maquiavelo o Francisco Fernández Buey, el autor desplegó un discurso que combina pensamiento filosófico y sensibilidad poética. “Maquiavelo decía que no se trataba de buscar el paraíso, sino de conocer los caminos del infierno para evitarlo. Esa es una máxima que deberíamos tener más presente en esta época”, señaló, en referencia a los retos ecológicos, sociales y políticos actuales.
Riechmann advirtió sobre los discursos utópicos, tecnológicos o espirituales que prometen mundos sin tensiones ni límites, lo que a su juicio niega la ambivalencia esencial del ser humano: luz y sombra, creatividad y destrucción, fraternidad y tribalismo. “Idealizar el paraíso puede ser, paradójicamente, una vía directa al desastre”, sentenció.
Frente a esas promesas de salvación total, el filósofo apuesta por una ética del día a día. “Lo paradisíaco puede estar en momentos compartidos, en la poesía que nos orienta en la oscuridad. Pero eso requiere trabajo, no una evasión”, subrayó.
Finalmente, Riechmann destacó el papel de la poesía como lenguaje crítico y existencial. “Aunque se diga que vivimos en un mundo desencantado, el deseo de magia y trascendencia sigue vivo. La poesía, cuando se tensa, abre grietas en lo establecido y nos ayuda a comprender quiénes somos en medio de la crisis”, concluyó.