viernes. 26.04.2024
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El día en que llovió ceniza en La Sierra en el siglo XVI

Una investigación de Pablo Romero rescata un suceso que afectó a la comarca en 1563
El día en que llovió ceniza en La Sierra en el siglo XVI

La investigación sobre aspectos históricos de la comarca de La Sierra realizada por Pablo Romero sigue dando sus frutos. En una nueva entrega, divulgada a través de sus redes sociales, ha dado a conocer el asombroso y desconocido suceso que tuvo lugar el 2 de julio de 1563, cuando “llovió ceniza del cielo, cubriendo los tejados y campos de aquel lugar y aún otros situados a varias decenas de kilómetros de allí”.

Eso, al menos, es lo que se refleja en un manuscrito redactado por un notario de la Inquisición, Fernando Sánchez de Ortega, vecino de Aracena, que a lo largo de más de 50 años (entre 1558 y 1611) se dedicó a recoger toda clase de noticias, sucesos y hechos notables, no sólo los acaecidos en Aracena y su comarca, sino también otros muchos de los que iba teniendo noticia y que ocurrían en muy diversos lugares.

La publicación fue estudiada por el historiador aracenense Javier Pérez-Embid Wamba y fue publicado hace unos años con el título de ‘Memorias y sucesos notables de Europa, y especialmente de Aracena y sus inmediaciones’.

La descripción que de esta insólita lluvia hizo el inquisidor reza así, literalmente: "Llouió çeniza. En dos dias del mes de julio de mill e quinientos y sesenta y tres a ora de medio dia, poco más o menos, en esta villa de Aracena fue nuestro señor seruido que llouió çeniza. Duró vn quarto de ora, y luego estuuieron los tejados llenos con la color della. Y lo mesmo me certificaron que passó hazia la raya de Portugal, la qual no se quitó hasta que llovió a la entrada del ynuierno".

Lo más probable es que los efectos de esta peculiar lluvia se extendieran hacia otras latitudes de la comarca serrana, incluidos los pueblos limítrofes con el país vecino. Romero no se limita a recoger este suceso histórico, sino que ha estudiado sus posibles causas.

El investigador jabugueño indica en sus publicaciones que “las lluvias de cenizas, aunque inusuales, son un fenómeno documentado repetidamente tanto en tiempos actuales como a lo largo de la historia. Pueden tener su origen en grandes incendios forestales, pero las de mayor envergadura y extensión superficial suelen ser consecuencia de erupciones volcánicas de gran dimensión y naturaleza explosiva. La actual erupción del volcán de la isla canaria de La Palma es prueba elocuente de ello”.

El hecho de que se extendiera por un territorio de más de 40 kilómetros en línea recta, según el manuscrito del Inquisidor, hace suponer que su origen debió ser un evento de grandes dimensiones, probablemente volcánico, aunque no hay datos históricos de erupciones en la zona del suroeste ibérico que puedan explicar el fenómeno.

Por ello, Romero ha buceado en otras fuentes, como el libro ‘De Sevilla al Yucatán: viaje ocultista a través de la Atlántida’, publicado en 1924 por el ocultista Mario Roso de Luna, quien describe este suceso como “lluvia espesa de ceniza venida de Poniente y que nubló al sol”, y sobre su origen especula “acaso procedente de alguna gigantesca erupción del Teide cuyas cenizas llegaron así a nuestra península”.

También el propio Pérez-Embid dice en su obra ‘Aracena y su sierra: la formación histórica de una comunidad andaluza, siglos XIII-XVIII’, publicado en 1995, que "una lluvia de cenizas caída sobre Aracena y toda la sierra en 1563 dejó un poso "que no se quitó hasta que llovió a la entrada del  invierno"", anotando a pie de página: "Sin duda alguna procedente del volcán de las Azores".

Tras encontrar estos datos, Romero volvió a escudriñar el escrito del inquisidor Sánchez de Ortega, donde, apenas un par de folios atrás, encontró otra noticia titulada "Quema ysla del Pico", que relata así el notario inquisidor: "En domingo, veinte días del mes de setiembre de mill y quinientos y sesenta y dos años, este día en la noche, se quemó la isla del Pico que es junto a las yslas de Canaria, con fuego que Dios fue seruido de enbiar en aquella isla, por lo cual se perdío y despobló“.

Aunque no se establece ninguna relación entre una y otra noticia, ya que la "quema" de la isla del Pico ocurrió, según el manuscrito, el 20 de septiembre de 1562, y la lluvia de cenizas sobre Aracena el 2 de julio de 1563, la pista siguió inquietándole hasta profundizar algo más en los datos.

Hablando con propiedad, "cerca" de las islas Canarias no existe ninguna isla del Pico, pero si hay una isla con este nombre en la actualidad en el archipiélago portugués de las Azores, situado en medio del Atlántico, a más de 1.400 km de las islas Canarias y a más de 1.600 km de Lisboa, la capital portuguesa. La isla del Pico es una de las que forman el grupo central de las Azores y toma su nombre de un elevado pico de 2.351 metros sobre el nivel del mar, que es la cumbre más elevada del territorio portugués. Se trata de un gran cono volcánico activo que tuvo una gran erupción que comenzó el 21 de septiembre de 1562, el día siguiente a la fecha que da el notario inquisidor aracenense Sánchez de Ortega en su manuscrito. Esta erupción se prolongó con gran actividad volcánica durante varios meses y, al parecer, “no cesó totalmente hasta el año 1564. Se sabe por los relatos de la época que este evento volcánico provocó lluvias de cenizas, que afectaron no sólo a la propia isla del Pico, sino también a otras islas vecinas del grupo central azoriano”, según explica Pablo Romero.

Aclarada esta erupción, quedaba por averiguar si fue también el origen de la lluvia de cenizas que cayó sobre Aracena y otras poblaciones el 2 de julio de 1563. El hecho de que la erupción de la isla del Pico se prolongara durante meses y que haya constancia de que provocó lluvias de cenizas en esa isla y en otras vecinas, parece hacer plausible que la lluvia de cenizas que cayó sobre los tejados serranos tuviera su origen en la mencionada erupción volcánica de la isla del Pico. Pero la investigación continuó hasta conocer datos sobre otra erupción volcánica, más enorme y trágica aún que la de la isla del Pico, ocurrida también en este archipiélago atlántico, aunque en una isla del grupo oriental, más cercana por tanto a la Península Ibérica.

Romero halló constancias de la erupción pliniana del volcán Lagoa do Fogo, en la isla de São Miguel, entre el 29 de junio y el 3 de julio de 1563, fechas que coinciden con la lluvia de cenizas de Aracena que reseña el inquisidor Sánchez de Ortega.

La solución al enigma, por tanto, aparece ahora más clara. Aquella lluvia de cenizas tenía origen volcánico y procedían de la gran erupción pliniana del volcán Lagoa do Fogo que comenzó el 29 de junio de 1563, cayendo sobre Aracena y otros lugares del suroeste ibérico el 2 de julio de ese año, tres días después del comienzo de esta erupción.

Se trata de una erupción pliniana porque fue similar a la acontecida en el monte Vesubio en el año 79 d. C., según fuera descrita por Plinio el Joven en una carta dirigida a Cornelio Tácito. Reciben este nombre en honor a Plinio el Viejo, tío de Plinio el Joven, quien falleció en dicha erupción al acercarse a investigarla y a ayudar a amigos atrapados en la zona. Esa misma erupción fue la que sepultó a la ciudad de Pompeya, así como también a otras ciudades romanas cercanas tales como Herculano, Oplontis y Estabia.

La del Lagoa do Fogo de 1563 viene descrita en el ‘Derrotero de las costas de España, de Portugal, y de las islas Azores o Terceras’, de Vicente Tofiño de San Miguel, indicando que “el terremoto de 25 de junio de 1563 fue aun mas terrible. Comenzó á la una de la noche, y en el intervalo de cuatro horas se sintieron cuarenta temblores, siguiendo lo mismo por dos dias hácia Villafranca, y en otros parajes de la isla hasta el 5 y 6 de Julio. Creian los habitantes bajaba del cielo la lluvia de lava, pomez, peñascos, cenizas y demas materias volcánicas, y que eran rayos los cuerpos ígneos arrojados á grande altura por el volcan que estalló en la sierra mas elevada de la isla, llamada Monte de Vulcano. Pero antes de estallar meció de tal modo las tierras que parecia la villa de Ribeira grande como barca en el mar desplomando la mayor parte de sus edificios. Al reventar el cráter, se hizo pedazos la montaña, lanzando á mas de dos leguas en todas direcciones peñascos del tamaño de una casa. Tan furiosas y elevadas eran las erupciones, que llovió ceniza sobre las demas islas, avanzando los terremotos, particularmente a la Tercera [isla de Terceira].  Tambien llegaron las cenizas á Braga y Coimbra en Portugal; y unos buques procedentes de Alfania y Viana, hallándose ochenta leguas al E de las islas, tuvieron que emplear palas para echar fuera las cenizas, y navegaron á palanca un cuarto legua por enmedio de la piedra pomez de que se cubrió el mar á la altura de ocho palmos”.

De esta descripción, Romero concluye que llovió ceniza en 1563, no solo en Aracena y “hacia la raya de Portugal”, sino también en las ciudades norteñas portuguesas de Coimbra y Braga, distantes cientos de kilómetros de Aracena, por lo que parece razonable pensar que este fenómeno de las lluvias de cenizas de origen volcánico se produjo en esas fechas en un área extensa del occidente de la Península Ibérica, además de sobre las propias aguas del Atlántico.

El investigador jabugueño publica estos trabajos en su página ‘Cachinos de la historia de Jabugo’, aunque también extiende sus textos a otras temáticas y territorios serranos.