El galgo

Los galgos son una de las razas caninas más nobles y apacibles. Lamentablemente, estos bellos y elegantes animales reciben un trato cruel e injusto por parte del ser humano.
Sólo en España se calcula que cada año se abandonan y matan unos 50,000 galgos cuando finaliza la temporada de caza: una costumbre tan arcaica como deleznable, y ante la cual las autoridades legislativas se siguen cruzando de brazos. Se estima que únicamente un 20 por ciento de los galgos desechados por los cazadores consigue sobrevivir. Estos pequeños héroes suelen llegar a las protectoras enfermos, desnutridos y fuertemente traumatizados. Allí comienza un largo y complicado proceso de recuperación. Se trata de un trabajo ímprobo que exige toda la paciencia de los voluntarios, aunque no por ello está exento de profundas satisfacciones. Y es que ser objeto del agradecimiento y la lealtad de un galgo que recupera la confianza en el ser humano es una experiencia indescriptible que algunos hemos tenido la suerte de vivir.
Un poco de historia:
Aunque existen varias hipótesis acerca del origen del galgo español, la más plausible apunta a que procede del Vertades Romano, introducido en la península por los antiguos romanos, el cual a su vez desciende del Lebrel Egipcio, el perro que encontramos representado en las tumbas de los faraones. Es posible que esos orígenes aristocráticos, junto a su elegante porte y velocidad, determinaran que se convirtiera en un símbolo de estatus social durante la Edad Media. El galgo se erigió en animal de nobles y se consideraba tan valioso que las leyes medievales no permitían su posesión a los campesinos. Tal era su valor que entre los castigos que se contemplaban para quienes mataban un galgo se incluía la pena de muerte. A medida que estas leyes se fueron relajando con el paso de los siglos, varios campesinos consiguieron hacerse con algunos ejemplares y comenzaron a criarlos de forma indiscriminada. De esta forma, el galgo pasó de ser un animal de nobles y reyes a una simple herramienta de los estratos sociales más bajos para obtener alimentos. Desafortunadamente, cuando un galgo dejaba de cazar, estos campesinos se veían en la tesitura de tener que sacrificarlo porque no podían asumir su alimentación durante demasiado tiempo. Puesto que carecían de armas de fuego, se adoptó la horca como forma de sacrificio. Así comienza la macabra tradición del ahorcamiento de galgos que se extiende hasta nuestros días, aunque, si bien en un principio se realizaba por motivos económicos, en la actualidad se hace por pura crueldad, vileza e incultura.
Una luz al final del túnel:
Si caminamos por las calles de Barcelona, Bilbao, Vigo o Madrid no es raro que durante nuestro paseo nos encontremos con galgos limpios, sanos, y perfectamente cuidados acompañados de sus orgullosos dueños. Gracias a las campañas de muchas protectoras que han dado a conocer la difícil situación de estos animales, cada vez son más las personas que deciden adoptar un galgo. Por otra parte, el mundo de la moda también se ha hecho eco de ello y no ha dudado en aportar su granito de arena. Marcas nacionales e internacionales como Bimba y Lola o Trussardi han incluido fotos de galgos en sus campañas publicitarias. Hace apenas un mes, la bloguera Keykoamodel se ha fotografiado con una galga para promocionar sus artículos de moda. Algunos organismos internacionales también han reaccionado ante el maltrato de los galgos en nuestro país. En 1991, el Irish Racing Board, una asociación que regula la exportación de perros irlandeses de carreras, prohibió la exportación de galgos a España para impedir que acabaran siendo asesinados a manos de sus dueños. En países como Alemania, Holanda y Bélgica parecen haber descubierto antes que nosotros el magnífico carácter del galgo español, y las adopciones fuera de nuestras fronteras crecen año tras año.
Tal vez todos estas pequeñas iniciativas ayuden a poner fin al maltrato de estos elegantes canes y los devuelvan a su antigua posición de dioses del Olimpo canino.
¿Adoptar un galgo?
Circulan varios mitos acerca de la adaptación de los galgos a un piso y la vida hogareña. Son muchos los que piensan que un galgo necesita correr continuamente o que son muy inquietos, sin embargo nada está más lejos de la realidad. El galgo es un animal apacible y sereno, al que le encanta pasar su tiempo dormitando en un lugar bien mullido, y es que un galgo adulto suele dormir unas 16 horas diarias. Necesita sus paseos diarios como cualquier otro perro, y alguna carrerita corta o caminata por el monte unas tres o cuatro veces por semana. No les gusta correr durante mucho tiempo, y podría decirse que son esprínters que prefieren correr un máximo de diez minutos a toda velocidad y después tirarse a la bartola a descansar. Por lo general, se adaptan muy bien a los pisos, y son extremadamente limpios, delicados y apenas ladran. Aprenden rápido y son muy sensibles, por lo que no hace falta reñirles si hacen algo mal: un simple "no", pronunciado con firmeza, suele ser suficiente para que aprendan. Tienen un carácter tranquilo, noble y algo tímido. También son muy gregarios y sociables, y no les gusta demasiado estar solos. Finalmente, cuando sus adoptantes consiguen ganarse su confianza, suelen volverse bastante mimosos y afectuosos.
Si estás interesado en adoptar un galgo, visita:
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