miércoles. 24.04.2024
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El oficio de los ‘talaores’ se resiste a desaparecer en la Sierra

Los "talaores" serranos se resisten a desaparecer. Un oficio tradicional que protege y mejora el arbolado del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche
El oficio de los ‘talaores’ se resiste a desaparecer en la Sierra

En esta época del año se inicia una tarea fundamental para los bosques del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. La tala de los castaños será esencial, y se desarrollará desde el 15 de diciembre hasta el 15 de marzo, aproximadamente, para que en la próxima campaña se den mejores frutos y mayores cosechas. En la comarca serrana, el término ‘talar’ adquiere un significado peculiar, ya que no significa abatir el árbol por pie, sino que viene a representar una poda controlada que lleva siglos convirtiéndose en una labor prioritaria.

Los trabajos se desarrollan en unas condiciones duras y peligrosas. El frío y el hielo provocan riesgos de accidente que se suman a la altura de algunas ramas que hay que podar. Todo ello refuerza la valía de estas tareas titánicas.

Pero cada vez quedan menos profesionales dedicados a esta labor agrícola. El abandono de las fincas y la falta de relevo generacional pone en peligro la heroica escena de la tala en el castañar serrano.

Esta práctica es fundamental para el Parque Natural, ya que con ella, los árboles se regeneran y se remedia el envejecimiento del arbolado. Los trabajos refuerzan a los castaños, que crecerán con más fuerza, concentrando las mejores ramas un mayor número de frutos.

Para el cosechero, supone una fase previa indispensable si se quiere tener buenos frutos y si se pretende evitar la ruina de la explotación. Sin la ‘tala’ y futuras tareas de limpieza y mejora de la finca, el castañar aceleraría su decadencia.

Estos castañeros deben invertir una buena parte de los ingresos obtenidos el año anterior para estos trabajos silvícolas. Aunque muchos lo ven como una inversión, para otros resulta difícil de abordar con los escasos recursos con los que cuentan, por lo que la situación se torna cada año más difícil.

No son muchos los agricultores expertos que se dedican a estas labores. Cada vez quedan menos ‘talaores’ que sepan ejecutar el delicado trabajo que exige conocimiento y precisión en la decisión y en el corte. La mayoría de ellos aprendieron el oficio desde chicos, con sus familiares en el campo, y a duras penas mantienen la tradición.

Dos de estos talaores son Francisco Muñiz González y Manuel Valle, ‘El Cano’, pertenecientes a la Asociación de Empresarios, Comerciantes y Autónomos de Galaroza, y vinculados a la Unión de Autónomos de Andalucía UATAE. A través de sus testimonios se puede comprender una parte de esta labor centenaria.

Kiko Muñiz aprendió a talar de la mano de uno de los grandes de la comarca. Su ‘manijero’ fue el cachonero Emilio Antúnez, recientemente fallecido, a quien su alumno lanza un recuerdo agradecido por “haber sabido trabajar el campo para que no se pierda”.

Empezó con apenas 15 años y no ha dejado prácticamente ningún año de hacerlo, por lo que lleva más de tres décadas talando. No se ha limitado a mostrar su buen hacer en Galaroza, sino en fincas de localidades como Castaño del Robledo, Aracena, Jabugo, Los Romeros y otros pueblos.

Afirma que cada árbol es especial, “porque las diversas variedades, como Planta Alájar, Vázquez, Comisaria o Helechal, hacen que se tenga que talar de una forma distinta”. Y esto hace que siempre haya anécdotas nuevas, ya que en su opinión, “raro es el día en que la Naturaleza no te enseña algo nuevo”.

No es optimista respecto a esta labor agrícola en el futuro, porque “los jóvenes no aprenden el oficio, no quieren trabajar en el campo, no ponen empeño y habría que fomentarlo”.

Manuel Valle Carvajal ‘El Cano’ lleva también prácticamente toda su vida dedicado a este y otros oficios propios del campo. Lo aprendió de su padre y familiares y ya dirige un equipo, en el que se integra su hijo Pablo, que ‘tala’ muchos castaños en cada temporada. Por su experiencia podemos saber las dificultades de este trabajo, “que no entiende de días de fiesta ni de climatología”. Además, como tantos otros trabajos en el campo, “te contratan para talar si la cosecha del año ha sido buena, si no, no se pueden afrontar los gastos de conservación de las fincas”. En años malos, todas las tareas de mantenimiento se resienten y se pierden numerosos jornales por falta de ingresos de los propietarios. La consecuencia es que las fincas no están limpias o en condiciones de producir mejor para el año que viene, con lo que el problema se agrava.

‘El Cano’ no sólo trabaja en parcelas ajenas, sino que atiende y mima con esmero las que posee o alquila, con lo que garantiza así un producto de calidad que posteriormente exporta a través de intermediarios o vende en su propia tienda. En ‘La Despensa del Cano’, que así se llama el establecimiento, informa a los clientes sobre la forma en que cultiva las castañas y en que realiza estas tareas de tala, entre otras.

Los talaores serranos se resisten a desaparecer, y ejemplos como los de Kiko Muñiz González y Manuel Valle Carvajal siguen mostrando estas prácticas ancestrales, que son fundamentales para el mantenimiento ambiental del espacio y de la producción agropecuaria del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche.