martes. 16.04.2024
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La suspensión de las Cruces de Almonaster llegó al Congreso en 1934

La investigación de Manuel Sánchez aporta actas de la cámara de diputados española
La suspensión de las Cruces de Almonaster llegó al Congreso en 1934

La suspensión de la celebración de las Cruces de Mayo de Almonaster durante los años treinta del siglo pasado está aportando documentación original y testimonios de gran valía histórica. El trabajo desarrollado por Manuel Sánchez Barrero no sólo ha desvelado fotografías de la época y documentos del Archivo Municipal, sino que también ha tenido como resultado el hallazgo de pruebas que demuestran la importancia de aquel hito histórico.

Sánchez ha divulgado actas del Congreso de los Diputados pertenecientes al 19 de abril de 1934, que atestiguan iniciativas parlamentarias en las Cortes españolas por este tema. El origen del hecho se encuentra en la suspensión de las Cruces en el año 1932 y la destrucción de sus monumentos representativos.

Los vecinos de la villa no se daban por vencidos en su lucha reivindicativa por recuperar la fiesta de la Cruz. En aquellos años, según Sánchez, se daba una fuerte postura anticlerical del gobierno provincial y del propio ayuntamiento de Almonaster. No se permitieron cultos religiosos fuera de la iglesia, fueron retirados crucifijos de las escuelas o del cementerio, los bautizos y entierros de carácter cristiano se redujeron, llegando a no estar bien vistos, e incluso se le cobró un impuesto a la parroquia para poder hacer sonar las campanas.

De todas las iniciativas que se pusieron en marcha solo se consiguió que el Gobierno Civil de Huelva permitiera la celebración de las fiestas en la calle, pero eso sin cruz que las representase, lo cual indignó aún más a los partidarios de su celebración. En este contexto, el párroco de la localidad, Francisco Rodríguez, se puso en contacto con un amigo suyo que era diputado en la Cortes españolas, a quien escribe a principios de abril contándole la situación. Se trataba de Basilio Álvarez Rodríguez, diputado por la circunscripción de  Orense en la legislatura 1933-1935, adscrito al partido Republicado Radical. Era sacerdote, periodista y político, y, tras recibir la misiva del sacerdote, le contestó el 20 de Abril de 1934.

La respuesta decía: “Sr. Don Francisco Rodríguez. Mi distinguido amigo y compañero: Recibí su amable y emotiva carta en la que me pide influya cerca del ministro de la Gobernación para que ordene al gobernador y a el Alcalde de ese pueblo que sean repuestas en su sitio las Cruces y en el mismo momento he informado ayer un ruego parlamentario que puede leer íntegramente en la hoja adjunta del diario de Sesiones de Cortes. En cuanto me conteste el Sr. Ministro, le comunicaré el resultado, que espero ha de ser en un todo, de acuerdo con los sentimientos católicos de sus feligreses. Si como no creo fuese preciso insistir, lo haré con mucho gusto. Aquí me tiene usted a su disposición. Le saluda afectuosamente y quedo suyo atto. Amigo y capellán. Basilio Álvarez”.

Tal y como informa al sacerdote, dicho ruego aparece recogido en el diario de sesiones de las Cortes Nº 71, en la sesión celebrada el jueves 19 de abril de 1934, apareciendo en el sumario de la sesión y expuesto con más detalles en la página 2432. La intervención completa fue la siguiente:

“Al  Sr. Ministro de la Gobernación. El párroco de Almonaster la Real, pueblo de la provincia de Huelva, me dirige una sentidísima carta en su súplica de que yo recoja la aspiración unánime de aquellos vecinos que, atentos a su fe cristiana y amantes de su tradición, fueron atacados en ella por un acto de vandalismo de los que se sometieron en los primeros tiempos del nuevo régimen por unos salvajes. Existían en ese pueblo dos magníficas cruces forjadas, situadas en dos de los barrios, a las que el vecindario, desde tiempo inmemorial, dedicaba en su día unos festejos religiosos y populares. Aquellas dos cruces fueron derribadas bárbaramente en la madrugada del 29 de Febrero de 1932 por un grupo de malvados que derrumbaron los pedestales después de arrojar las cruces al suelo. Y desde esta fecha cesaron automáticamente aquellos festejos que, por lo típico de sus programas y por la brillantez de que se les rodeaba, eran famosos en toda la serranía aquella, y a la que acudían millares de gente. Cuantas gestiones se ha hecho para reparar tamaño atropello y volver a elevar las cruces sobre sus pedestales y en el lugar respectivo que ocupaban, han sido inútiles. El pueblo tuvo que aguardar pacientemente a que los tiempos cambiaran y la furia sectaria fuese sustituida en el mando nacional, provincial y local, por hombres de mayor y mejor espíritu democrático y verdaderamente republicano que, naturalmente, por ello había de ser más respetuosos con el sentimiento católico de la inmensa mayoría del país. Llegada esta realidad, tan ansiosamente esperada por muchos millones de españoles, los vecinos de Almonaster la Real se han dirigido de nuevo a su alcalde pidiendo la reposición de las cruces y la renovación de aquellas fiestas tradicionales que no solamente son esparcimiento para los espíritus que el trabajo rudo de la tierra hace más necesario, sino que son también fuente de beneficios económico para el comercio y la vida material de los pueblos feriantes. Pues bien, el alcalde ha dejado incontestadas la instancia que firman casi todos los vecinos, y aún se ha permitido, según mis informes, hacer alardes de basto ingenio y de irrespetuosidad digna de la mayor censura. Firmes en su justísimo anhelo aquellos vecinos han acudido con nueva instancia al Sr. Gobernador civil de la provincia, el cual ha accedido a que se autorice la celebración de las fiestas, pero se ha opuesto a que se eleven de nuevo las Cruces sobre sus pedestales inmemoriales. Es decir, que autoriza la fiesta de la Cruz, pero sin Cruz, que es como si autorizara la fiesta de la flor pero en la aridez seca y arenosa del desierto. Y yo me permito rogar al Sr Ministro de la Gobernación, mi ilustre y querido amigo, que ejercitando una vez más su espíritu de justicia y su gran respeto  a la verdadera democracia, intervenga cerca de ese Gobernador obligándole a que imponga su autoridad sobre ese Alcalde que, por lo visto, cree que estamos todavía en los tiempos en que el atropello de los sentimientos católicos del país era el deporte político preferido por Ministros, diputados, gobernadores y alcaldes. Y como estoy seguro de que ha de hacerlo, y con la urgencia que se precisa, para que esas fiestas de la Cruz, pero con Cruces, puedan celebrarse próximamente, solo me resta expresarle la profunda gratitud que por ello ha de guardarle aquel vecindario y la mía personal.”

El ruego no surtió el efecto deseado y a primeros de mayo de 1934 no se pudieron celebrar las fiestas. En el diario de sesiones de las Cortes número 82, con fecha de 16 de mayo de ese mismo año, vuelve a aparecer el asunto. Lo recoge el sumario de ese mismo día bajo el enunciado de “sanciones por el derribo de dos cruces en Almonaster la real”. Ese mismo diario, un par de páginas más adelante, anuncia que este asunto, junto con otros tantos, quedaba sobre la mesa. Sánchez no ha hallado más menciones en los siguientes diarios, aunque asegura que seguirá indagando.

Con el cambio de gobierno en 1935 las cruces volverían a celebrarse. Se reconstruyeron por suscripción popular. La celebración sería muy especial, como bien se recoge en el cartel anunciador que se conserva en la hermandad de la Cruz del Llano, y en el que se puede leer: “Suspendidas durante los tres últimos años las tradicionales y memorables fiestas cívico-religiosas que este pueblo celebra en honor de la Santísima Cruz los días 2,3,4 y 5 de Mayo, este año, con el permiso de nuestras dignas autoridades y la cooperación y protección entusiasta del pueblo, tendrá lugar durante los mencionados días, el siguiente programa de actos…”.  Ese año acompañaría la fiesta la banda de Música de Galaroza, hubo luz eléctrica y fuegos artificiales.

La alegría de gran parte del pueblo solo duraría ese año. Al año siguiente las cruces volverían a suspenderse y sus monumentos volverían a ser derribados, como ya se recogió en Diario de Huelva recientemente.

Como resultado de estas gestiones, al diputado Basilio Álvarez se le puso una calle en el pueblo con su nombre, tras el cambio de gobierno de 1935. Hay alusiones a esta modificación en el nomenclator del viario urbano de Almonaster en 1936.

La labor investigadora de Manuel Sánchez Barrero continuará en este y otros ámbitos para continuar aportando luz a episodios históricos de su pueblo y de la comarca serrana.