miércoles. 24.04.2024
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La costa de Doñana tiene menos vigilancia hoy que en tiempos de Felipe II

La Asociación Unificada de Guardias Civiles advierte de la escasez de medios y efectivos en las costas de Doñana. Mientras, los traficantes de personas entran ya por la Punta del Malandar. La costa está menos vigilada (casi) que hace cinco siglos.
La costa de Doñana tiene menos vigilancia hoy que en tiempos de Felipe II

Era cuestión de tiempo que los apenas 61 kilómetros de costa que separan Mazagón de Sanlúcar de Barrameda se convirtieran en objetivo de las mafias de tráfico de personas. Los ‘negreros’ del siglo XXI ya han llegado a la Punta del Malandar de Doñana. Y ya no funcionan las torres almenara que mandó construir Felipe II. Más bien todo lo contrario, la escasez de medios de vigilancia invita al desembarco. Y lo facilita.

Primero aparecieron pateras aleatorias. La versión oficial es que llegan arrastradas por la corriente, pero ya traen hasta GPS.

El pasado 15 de julio arribó una patera. Venía cargada. Más de 30 personas se apiñaban en su interior, la mayoría de origen magrebí. Casi todos los migrantes fueron localizados. Anteriormente, el 16 de octubre de 2011 hasta 28 inmigrantes fueron rescatados en las inmediaciones de Punta Umbría. Y el 5 de agosto de 2017 siete inmigrantes llegaron a la costa de La Redondela e Isla Cristina. Versos y cabos sueltos en este mar de la inmigración.

Pero el 8 de septiembre pasado llegó otra patera, más organizada, con menores a bordo, dentro de este caos interesado en el que las mafias navegan a sus anchas a costa de vidas humanas.

El verano es una época propicia para este mercadeo de seres humanos. Las mafias hacen su agosto.

Y no lo tienen difícil. La escasez de plantilla en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, al 66% operativas, entre vacaciones y bajas, medios mecánicos anticuados y escasos y la extensión y soledad del territorio ayudan. Lo ha advertido en varias ocasiones la Asociación Unificada de la Guardia Civil (AUGC) y lo ha puesto en conocimiento de las autoridades gubernativas en la provincia.

Mazagón y Matalascañas son los dos únicos puestos en los que opera la Guardia Civil en lo que se dice la Costa de Doñana, además del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), que está más para cuestiones ligadas al Parque Nacional. 61 kilómetros, mucha distancia para vigilar.

De momento las pateras llegan sin rumbo fijo. Pero su objetivo es pisar tierra. Y los mismos derechos acogen a los migrantes sea en Motril, Lampedusa o el Malandar.

Además, la zona está muy poblada por un colectivo agrícola procedente de países del Magreb y del África subsahariana. Una ‘infraestructura’ de apoyo que hace de la inmigración una normalidad cotidiana.

Las rutas de la inmigración ilegal estaban lejos de Doñana, en el Mediterráneo. Pero los controles y la vigilancia implementada más allá del Estrecho de Gibraltar obligan a buscar alternativas.

El caso es que las torres almenara fueron levantadas en 1577. En ellas se alojaban militares, que vigilaban la costa para prevenir a los piratas berberiscos. Y tenían artillería y guarnición necesaria. Bien dotadas para su cometido. Hoy casi hay menos vigilancia in situ que hace cinco siglos. Dos cuarteles, uno en Matalascañas y otro en Mazagón 'sustituyen' a las guarniciones ideadas en tiempos de Felipe II.

Primero fue el narcotráfico. Y ahora el tráfico de personas 'desembarca' en las costas. Hay poca vigilancia. Y lo saben.