martes. 19.03.2024
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Joaquín Campos: "Últimas Esperanzas trata de la verdad suprema. Del esfuerzo por los sueños"

Desde este miércoles y hasta el próximo sábado se celebra en Moguer el encuentro 'Voces del extremo' donde se reunirán un buen número de poetas y aficionados a la literatura en general para compartir y debatir en un festival que cada vez atrae a más personalidades
Joaquín Campos: "Últimas Esperanzas trata de la verdad suprema. Del esfuerzo por los sueños"

Desde este miércoles y hasta el próximo sábado se celebra en Moguer el encuentro 'Voces del extremo' donde se reunirán un buen número de poetas y aficionados a la literatura en general para compartir y debatir en un festival que cada vez atrae a más personalidades. Uno de ellos ha sido Joaquín Campos (Málaga, 1974), un  escritor intrépido y desbordante que vive su vida al límite, paseando y observando, mientras rompe el orden establecido a través de la palabra y la verdad. Aprovechando su presencia en la provincia de Huelva, ha concedido esta entrevista a Diariodehuelva.es

 Pregunta: ¿Qué es lo que le atrae del festival Voces del Extremo para que haya decidido participar en él?

Respuesta: Primero, me atrajeron los versos de Antonio Orihuela, su organizador. Luego, estuvimos meses enviándonos correos electrónicos como si fuéramos amantes furtivos. Finalmente, quedamos en Mérida, donde se certificó nuestra relación literaria. Para mí ser invitado a un festival literario es una excusa para dejar el trabajo y Cabo Verde. Para viajar y expandir mi literatura. Para justificar mi existencia. Luego, por la idiosincrasia de Voces del Extremo, conoceré a muchos poetas. Imagino que será interesante. Ah, claro: y me encontraré con mi pareja, a la que veo de Pascuas a Ramos, o mejor dicho, de festival literario a ídem.

¿En qué va a consistir su aportación en el festival?

He seleccionado una sartén de poemas varios: desde los cinco iniciales que tienen que ver con la dedicatoria de este año de Voces del Extremo –los inmigrantes sin papeles que entran, o tratan de hacerlo desde África, subidos a barcas sin azafatas: Los harragas–, así como un poema de mi próximo poemario, Poeta en Pekín, cuando cerraré el show con un par de poemas escritos en Cabo Verde, y el último, a modo de cierre, que ayer leí de un poeta cartagenero llamado José María Álvarez al que no tengo el gusto de conocer pero que me gustó mucho. Espero que no me denuncie por apropiarme levemente de sus versos. Yo sólo quiero expandir su voz. Y su poema me hizo feliz.

En un lugar como Moguer la figura de Juan Ramón Jiménez es imprescindible ¿Qué opinión le merece esta figura?

No voy a repetir lo que dice la Wikipedia. Sólo te diré que guardo como oro en paño las obras completas de Juan Ramón las cuales adquirí de enésima mano, aunque bien conservadas, en el mercado dominical del libro del barrio de San Antonio, en Barcelona. Jamás he pasado mejores resacas que buscando poemarios y rarezas entre tanta marabunta, donde incluyo a coleccionistas y carteristas. Esas obras completas de Juan Ramón aún esperan a que les hinque el diente. Me encanta comprar libros de más, como los que adquieren siete áticos y sólo pueden vivir en uno. La diferencia es que yo sí disfrutaré de los ya ochenta libros que esperan a ser desvirgados por mis fauces. Comprar libros de más debería ser una obligación moral.

Usted hace literatura basada en casos reales ¿se considera cercano al periodismo aunque sea desde otra perspectiva?

Yo, cuando era niño, me gastaba las pagas semanales en comprar periódicos. Coleccioné revistas y suplementos así como columnas y manchetas de todos los medios de mi época. He escrito, alguna vez, para medios desde Asia. Y conozco a más periodistas que a camellos. Pero aunque mi literatura sea mucho más que real, y aunque una de mis obras podría ser englobada dentro del fatídico periodismo de investigación, mi obra poco o nada tiene que ver con el periodismo. En Últimas esperanzas creo recordar que Amador, su protagonista, compra un par de veces el New York Times. Claro que en el libro señalo más los comentarios al respecto del indio que le vendió el ejemplar y se quejó con la mirada de que le pagara con tantas monedas que sobre la propia edición en papel del globalizadísimo NYT.

¿Qué historia de los telediarios le gustaría haber contado?

Del pasado, el tsunami de Sendai que casi genera un drama nuclear por culpa de la inundada estación de Fukushima. Yo estuve allí. O al menos cerca. Y como siempre he dicho que tenemos que enfrentarnos a la muerte desde la vida plena creo que habría sido un máster vital el haberme enfrentado a tantos cadáveres encontrados a diez kilómetros de la costa y a setenta de sus casas. Y del futuro, no me importaría narrar la concesión de un premio Nobel de literatura, con su consiguiente entrevista, a un autor no politizado, sin redes sociales, y que llame a las cosas por su nombre y no por los modismos.

¿De qué nos habla su último libro ‘Últimas esperanzas’?

De la verdad suprema. Del esfuerzo por los sueños. De las dificultades por los vicios. De las lecturas sin medida. De los amores que nunca lo sabrán. De los sanitarios y ansiolíticos. De las duras y las maduras. Y claro: sobre Nueva York, sus excelsos museos, sus imparables avenidas, sus habitantes endiosados, sus mendigos acuartelados.

¿En quién está basado ese estafador que protagoniza su obra?

En mí y en ti. Mi personaje conjuga con todos nosotros. ¿O es que alguna vez has visto a extraterrestres en las prisiones? Amador Paneque es la verdad auténtica absoluta. La dicha. Eso sí: sus actitudes desfondan al saco de la verdad actual absoluta programada y televisada donde no se puede llamar a las cosas por su nombre. Mi personaje se basa en sus sueños. Y como lucha por ellos ya es otro milagro de este mundo. Créame: él es una buena persona. Sólo que tiene ciertos problemas.

¿Qué diferencia a esta del resto de sus obras?

El número de páginas (560); su precio (por el número de páginas, levemente más alto, aunque mucho más barato porcentualmente que un libro de 250 páginas); su contenido, que está mucho más templado, organizado, y a la vez, ilegal; y el enorme esfuerzo inicial por organizar la obra que al final me quedó: desde meses antes fui guionizándolo, acumulando ideas, apuntado detalles y creando una trama suficiente como para plantarme en Manhattan, en enero de 2017, y acabar en poco más de sesenta días –estuve más de tres semanas dando charlas y presentando mis obras por Colombia y Ecuador– con las más de 500 páginas. Fui feliz porque ni sufrí. Y jamás Fine Wine on First, la tienda de al lado de casa, ganó tanto dinero con un escritor, en aquellos días, muy paupérrimo.

Su trayectoria vital le ha llevado a vivir en varios continentes ¿Recomendaría viajar para ser un buen escritor?

Para ser un buen escritor tienes que escribir a destajo y leer sin descanso. Para ser una mejor persona, no necesariamente buena, además de asentarte en los clásicos valores, debes tener la capacidad de adaptarte a otros medios de vida, lenguas y cocinas. No recomendaría exactamente viajar, que puede estar bien, sino mudarse. No hay nada como comenzar desde cero varias veces. Sin familiares ni amigos alrededor. Y mucho menos, sin subvenciones.

¿Qué considera más pasional la cocina o la literatura?

Sin duda alguna la cocina, porque ya hay productoras y programas de cocina con sus presentadores, público y participantes. Era broma. La única pasión es perseguir tu sueño. Y alcanzarlo, el orgasmo apasionado. Todo lo demás es televisión y redes sociales: el nuevo condón al pueblo.