jueves. 09.05.2024
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Valle Gómez, entre el mito de Penélope y Blancanieves

¿Quién le iba a decir a Valle Gómez que las primitivas redes sociales le iban a traer un regalo con garantía de eterna perdurabilidad? En una cita casi a ciegas conoció a Manuel Jesús Soriano
Valle Gómez, entre el mito de Penélope y Blancanieves

Conocí a esta mujer hace alrededor de dos años, a la salida de la presentación de un libro de su marido, Manuel Jesús Soriano. Llovía aquella noche y era desapacible la temperatura en el exterior. Me despedí de Manuel Jesús al que acababa de conocer. Le pregunté a Marita Gómez, que me acompañaba, quién era aquella chica que estaba al lado del escritor y me contestó que su mujer. Ni siquiera había tenido oportunidad de presentarme. Simplemente la vi con una maleta llena de libros y sus ojos, desde entonces, me dijeron muchas cosas que hasta hoy no supe comprender. Después de aquello, mi amistad con el matrimonio se ha ido afianzando a través de una sincera relación y ella dejó de ser una desconocida que acompañaba a Manuel, para convertirse en una persona a la que siento como amiga.  Le dije hace unos pocos días que le iba a escribir una semblanza sobre su persona y hoy se la he realizado, entre la alegría de pasar una maravillosa mañana charlando con ella y el temor de no estar , la semblanza, a su altura.

En un principio pensé usar un artificio para decorar sus palabras. Situar la conversación en un lugar muy querido por los dos, la playa de El Rompido. Pero una persona como Valle Gómez que es la naturalidad personificada no necesita de aditivo alguno por parte del escritor para hacer bella una entrevista. Uno debe ser como ella. Humilde, sincero, atento, prudente y muy natural. Con estos elementos puede salir un retrato humano que ahora comienzo a escribir y que espero que no os defraude.

María del Valle Gómez González vino al mundo en el crudo invierno de hace cuarenta y tres años. Era una niña, como otras tantas, de aquella infancia de juegos infantiles repartidos entre el balón, el elástico, la bicicleta y la cuerda en las calles estrechas y seguras a la espalda de la iglesia de El Rocío. Juegos aparte, Valle demostró ser una buena y aplicada estudiante durante su paso, hasta octavo de EGB ,en el colegio Juan Ramón Jiménez. De ahí pasó al San Sebastián para hacer Formación Profesional en la rama de Auxiliar Administrativo. Este sería su primer ciclo educativo a nivel académico porque la vida nos exige pasar otros cursos más importantes para el desarrollo y conocimiento de la realidad. Comienza a trabajar. El trabajo es su única adicción en esta vida y desde joven se convirtió en una profesional de los más variados oficios.

Pero uno que no me podía imaginar era el de Azafata de Congreso y todo porque sus ojos , la tarea del descubrir que esconden sus miradas, me han desviado la atención hacia otras más notables. Estuvo durante tres años en una empresa de Azafatas de Congreso, Reymo, y es donde para mi que nace el mito Blancanieves, Valle es una chica guapa, de hermosa melena morena y lindos ojos verde oliva o verde meloso, según la luz que tenga la suerte de posarse en ellos… y le encantan el color rojo para sus carnosos labios. ¿Le suenan esto a algo? La primera modista que le hizo el traje de Azafata la animaba, al igual que otras personas cercanas, que se dedicara al modelaje, pues tenía las medidas exactas para ello. El famoso 60-90-60-, Pero Valle escuchaba estos comentarios con la cabeza ladeada, los ojos achinados y una sonrisa de labios cerrados burlones. Si algo define a esta joven de entonces es ya su madurez prematura, su saber estar y el tener los piés sobre la tierra. La realidad es un símbolo que regirá su vida y esa etapa solo quedará en su memoria como una bella etapa grabada en su corazón que le ha dejado, no obstante, la amistad imperecedera de sus compañeras de trabajo inseparables, como Rosa y María del Mar.

Así esta mujer no escuchó los cantos de sirenas que hizo que Ulises se atara al mástil del barco  y se convirtió, paradójicamente, en la Penélope de Itaca. En una mujer luchadora que pasa por múltiples trabajos, que los vive con esa alegría innata tan suya y que incluso los compagina con estudios de Administrativo Comercial impartido por la Junta de Andalucía y otro reglado de Auxiliar de Veterinaria  y Peluquería que le permitió trabajar durante dos años en una clínica de Corrales. Pero, ¿y la vida? ¿donde se encontraba la felicidad en esta mujer bella y jóven?… En su fuerza interior. Penélope espero el amor sin poder exclamar al viento su necesidad de libertad. Amaba esa libertad pero no luchó por ella. Durante unos años subyugó su felicidad, el tránsito de pasar de casa de sus padres a otra de una persona que desconocía a pesar de tenerla cercana , que nunca junta, desde los dieciochos años. Su casa no era su hogar, no lo sentía como tal, era una cárcel donde hasta el respirar le costaba y el anillo que pendía en el dedo anular de su mano derecha le parecía un grillete insoportable y pesado. Pero Penélope fue paciente y sabía que Ulises llegaría, mas tarde o temprano, al puerto tranquilo y sereno de su vida interior. Nunca es tarde para vivir y respirar libertad y a los treinta y dos años recuperó su vida.

No obstante, no fue nada fácil rehacer su vida. Vuelva a la casa paterna y sabe muy bien que va a partir de cero. La vida ha pasado por su lado sin vivirla, sin conocerla, y las costumbres con ella. Se sentía espiritualmente extraña en el mundo que la rodeaba. Llegó a asustarse. No entendía la forma de relaciones de ahora, el modus vivendi de los chicos y chicas de sus edad, e incluso mayores que ella; de sus costumbres, sus horarios, su simplicidad moral, su carencia de valores. Pero ella era fuerte y joven y no se iba a dejar asustar por estas modas sin fundamentos. No iba a cambiar por ello, su seriedad seguiría siendo su estandarte y la madurez su símbolo. Lo único que tenía que hacer era encontrar personas normales y afines dentro de esa jungla  de extraños especímenes. Y lo consiguió. ¿Verdad Luisa o Angus?

¿Quién le iba a decir a Valle Gómez que las primitivas redes sociales le iban a traer un regalo con garantía de eterna perdurabilidad? En una cita casi a ciegas conoció a Manuel Jesús Soriano. Fue una tarde de un mes de noviembre también, del año noveno de este siglo. Sentada en una cafetería del centro comercial Aqualón escuchaba con suma atención a un joven escrito, que por aquél entonces trabajaba en una librería, que desprendía bondad y sencillez. Ella no era una lectora asidua y, sin embargo, días antes se había comprado “La sombra del viento” que resultó ser el escritor favorito de él, Charlaron y charlaron y la noche cayó tan lentamente sobre ellos que ni siquiera se dieron cuenta de su presencia. Al final, él le regaló un libro, “14 de Abril”, y ella le correspondió invitándole al café.

Cuando llegó a casa se sentía extraña y no se le quitaba de la cabeza aquél hombre tan atento, educado y constante que desprendía bondad y sencillez. Recuerda con una sonrisa feliz cuando al día siguiente una amiga la llama y le pregunta: ¿Cómo es…?  Tú te quedas pensativa y contestas: “Igual de alto que yo”. Evidentemente la felicidad había llamado a tu puerta en la persona de Él. Nunca te había ocurrido algo parecido. Habías captado el alma y no el físico. Te habías enamorado.

Y de ello han pasado nueve años y muchas historias de amor diario mútuamente regalados. Manuel Jesús se apoderó de esos ojos verdes olivas o verdes amarillentos, según la luz que tenga la fortuna de posarse en ellos y ella, Valle, con el hombre especial, distinto, del que nunca se cansa. Sabe que como escritor que es tiene sus momentos de realidad y sus momentos de locura, pero en ambos momentos se enamora un poquito aún más de él si ya cabe.  Por ello sus sueño  es solamente ser feliz. Continuar siéndolo. No aspira a grandeza alguna. Sus sueños son pequeñitos, alcanzables. Tan pequeños y grandes, a la vez, como un momento, un instante, un detalle. En el futuro se ve como una bella madura junto a Manuel, paseando, como hasta ahora, cogidos de las manos, feliz y con un fuerte sentimiento de estabilidad en su vida.

Su actual existencia es como un sueño que no pensó en vivir después de esa época oscura que le arrebató década y media de su vida. La Dama Culta es el sueño de Manuel Jesús y algo así como su criatura para ella. Le gusta la vida que lleva allí dentro rodeada de libros, de escritores, de poetas, de clientes y de amigas como Charo Conde, Sara Soler, Rosa o Ana. Ama rodearse de gentes sencillas, sin aspavientos o dobleces y es selectiva, en este sentido, hasta para tomarse un café. No tiene doblez, es una persona, en este sentido, muy extremista, no existen para ella las medias tintas. Y es versátil y desarrolla capacidades ignotas en un momento dado. Me sorprendió saber que ha sido la prologuista del libro escrito por Manuel Jesús y Sergio Contreras ” 6 más cinco = Amor” y en la que se destapa como muy firme escritora aunque reconoce con humildad que esa categoría le viene grande.

En ese prólogo descubrimos una vertiente de Valle que sirva para explicar, a mi manera. el misterio del halo acuoso y perturbador de sus ojos. Ella en verdad es el mito real de Blancanieves, tanto física como moralmente. Es morena, linda, de piel blanca y sus labios siempre intenta lucir rojos pasión. Su corazón estuvo dormido pacientemente en un letargo que olvidó hasta que llegó el principè sin caballo, pero con un batallón de escenas imaginarias que  narrarles, para posar sus labios en los suyos y hacer que esa bendita mirada despertara emocionada y la acuosidad extraña de sus ojos no son más que perlas congeladas en sus párpados.

Y esa conjunción platónica entre estas dos figuras mágicas, Blancanieves y Penélope, es la que da como resultado a la persona que desde pequeña siempre se sintió princesa de sus cuentos callados y la mujer dura, enamorada, paciente que la realidad la convirtió. Niña Valle, mujer María del Valle conocerte ha sido y es toda una delicia, hablarte unos de los grandes placeres al poder escuchar en tu voz tu fuerte filosofía moral interior y escribirte un castigo insoportable. Porque nunca se puede estar a tu altura. Porque, al menos yo, carezco de tan fino pincel para poder aproximarme siquiera a tu retrato.