viernes. 26.04.2024
El tiempo

Mariola Barón Quintero

Se hace difícil definir a una mujer que nace y crece en el occidente europeo y se desarrolla, durante nueve años de su vida, quizás los más importantes para su constitución posterior, en el occidente asiático. Occidente y Oriente.

Luz azul, atardecer amarillo. Con este bagaje espiritual no puede, con los años, más que nacer un espíritu libre, sensual, amante de lo bello, armónico cruce de la sal blanca de su Huelva natal y de los verdes helechos de Sumatra, en esa indochina que nos sabe a selva frondosa, apagado el cielo azul oscuro que la tapa, por cultura misteriosa, fresca y rica. Si a ello le unimos el paisaje desértico y la vega rica de las Pirámides y del rio Nilo, la mezcla es realmente dificultosa de definir.


Un amigo de nombre de personaje shakespeariano me habló de un término con respecto a ella que ya conocía y pensándolo, en parte, le viene que ni anillo al dedo. Germana. Germana en su cuadriculatura con respecto a las obligaciones y programaciones predeterminadas. Nada la va apartar del camino señalado hasta que no cumpla con lo señalado y dejarlas de cumplir. Por ello, nada le cuesta levantarse a la alborada para hacer sus miles de metros diarios con una carrera profesionalizada y ritmo continuo. Eso es por poner un ejemplo sólo. Todo tiene un orden y cualquier atisbo de anomalía cotidiana no tiene cabida en su vida. Todo es orden, perfección, cada cosa en lugar y cada lugar en su sitio.


Pero cuando se rompe esa cuadriculatura surge como un fresco manantial la mujer en su aspecto físico y espiritual. Y puede escribir, a vuela pluma, cosas como ésta que transcribo: "¿Alguien se ha parado alguna vez en escuchar el silencio?...El silencio del que yo hablo es el que habita entre las cosas, de donde nace el murmullo, de donde procede el sonido. El silencio del que yo hablo, no se percibe con los sentidos, se hace con el corazón..." Palabras como éstas dejan al descubierto el lado íntimo de esta elegante mujer onubense y refleja a la perfección el camino espiritual que la hace convertirse en la niña mujer que alberga en su interior.
Mariola Barón Quintero es abogada de profesión. Tiene su despacho profesional en una céntrica arteria de la ciudad, frente a nuestra emblemática Parroquia de La Concepción, junto a otras tres compañeras, su hermana Susana Barón, Elena Rosario y Eugenia Jerez, porque nació para ello. Abogada vocacional se curtió como pasante por diferentes despachos profesionales de la ciudad hasta que consiguió esta atalaya jurídica donde puede poner en práctica su noción sobre la justicia y su praxis profesional. Sabe claramente que conceptos como Justicia, Derecho o Equidad no se corresponden entre sí, que desgraciadamente siguen en muchas ocasiones caminos separados y diferentes. La Justicia entra en el ámbito de lo natural como noción jurídica, el derecho en lo positivo. Sólo es mano del hombre. Y la Equidad, ante tal dislate, poco puede hacer. No obstante, ella lucha día a día por conseguir que esa dualidad se unifique a través de la única herramienta que tiene, la interpretación jurídica. Ese intento, a través de mucho estudio de la norma positiva, de convertir la Ley en justa.


- Me siento frente a ella y me sonríe con cara de niña curiosa. No tengo más remedio que acordarme de Campanillas y yo de sentirme como un Peter Pan envejecido. Pero, es verdad. De su melena rubia parece desprenderse aureolas de potencias y de sus ojos vivos y de su piel moteadas cientos de diminutas estrellas resplandecientes. Tengo que sacudir mentalmente la cabeza y bajar a la tierra. ¿ Qué es para ti la elegancia, Mariola?
- La elegancia es una cualidad innata con la que se nace. Es el reflejo de lo que tú eres frente a la vida y se manifiesta en todos los ámbitos; el social, el económico, el familiar. Ahora bien, si nos ceñimos a la elegancia en el vestir te tengo que decir que éste, el vestir, es un adorno, es como una ley que le nace a una del interior. La persona elegante es aquella que se conoce a la perfección y sabe sacar de ella misma todo. Aquí, en esta concepción, no hacen falta adornos, es el cuerpo desnudo. Y un cuerpo desnudo que se siente, porque lo es, elegante no necesita que sea bella según el sentido clásico de la belleza, porque esta belleza de la que te hablo va conectada con la esencia de una.
- Por ello, cuando leo y escucho de temas sobre la elegancia e indican los colores reinantes en la misma no estoy de acuerdo, no se trata de colores. Lo importante es cómo la persona se siente con ese color. Crear armonía en el vestir. El color de la elegancia es un estereotipo. El color lo que hace es marcar la identidad y distinción de una persona.


- Y qué sueles ponerte por las mañanas, Mariola. ¿Eres una mujer complicada?
- No, todo lo contrario, en absoluto. Nunca pienso con anterioridad lo que voy a ponerme. Abro el armario y, según me sienta ese día, a no ser que tenga una reunión de trabajo especial o algo así, cojo una falda y una blusa¡ Esos es imprescindible! Intento ir al trabajo tal y como soy, sentirme cómoda y vistiendo como pienso que voy bien. Me gusta ir ben vestida, pero no para intentar distinguirme, sino simplemente porque adoro sentirme bien, sobria y femenina. La femineidad no tiene nada que ver con la superficialidad. Mira y no te rías, pero cuando tengo que entrar en Sala, en Juicio, cambio algo pero siempre con mi toga y mis tacones. Y en cuanto accesorios, soy fija a los collares, a ponerme mis dos anillos talismanes, algunas pulseras y unos pendientes grandes.
- Totalmente de acuerdo con tu exposición, Mariola. ¿Varias de vestuario por la tarde para trabajar en despacho o quedar después con unas amigas?
- No, no puedo variar. No tengo tiempo. Generalmente tengo el tiempo justo para preparar la comida para mi y mi hija, recoger las cosas y salir disparada otra vez para el despacho.
- Y dime, ¿qué te pondría para esa cena de trabajo formal o para un evento especial?
- Pues tirar del fondo de armario. Siempre guardo allí trajes para cenas formales o para fiestas normales y excepcionales. No cambio por ello mi filosofía al respecto y escojo aquello con lo que me sienta cómoda. No me gustan los trajes largos, de manera que opto por falda o vestidos cortos de corte asimétrico, que sugiera pero que no enseñe. Y me gusta mezclar el cuero con el encaje. Todo ello, por supuesto, con mis buenos zapatos de tacones y pocos accesorio, los que suele utilizar, al menos en su cantidad, de día y de noche, cambiándolo según el motivo u ocasión.
Lo que si quisiera terminar, Miguel, diciéndote que en contra de lo que pudiera parecer cuando me siento más cómoda es en los fines de semana. Soy, como sabes, muy deportista y hago mis ejercicios todos los días, pero los sábados y domingos después de ellos y ducharme, doy rienda a la comodidad más total y absoluta que te puedas imaginar. Vestimenta casual y urbana con la cara bien lavada – porque si tengo que decirte que nunca nunca me maquillo, sólo me pinto los labios de color rojo y rímel en las pestañas – y zapatos o zapatillas planas. Y me siento bien y la reina de mi casa.
No quiero decirle nada, pero noto de nuevo que sus ojos vuelven a esparcir lucecitas de colores y su silueta se ilumina como algunas de las faldas que gusta llevar. Es Mariola Barón Quintero una mujer para conocer a fondo antes de opinar y cuando lo hagas de seguro te sentirás un Pete Pan con suerte. Gracias, Mariola, por tanto en tan poco.

Comentarios