viernes. 19.04.2024
El tiempo
Opinión

Mi compañera Susana

Tendrán que perdonarme la osadía de escribir, no para pedir el apoyo al proyecto de Susana Díaz, ni para explicar por qué me parece la mejor candidata a la Secretaría General, sino para defender al PSOE

A estas alturas quien no haya decidido su voto en las primarias socialistas tampoco va a cambiar de opinión por lo que yo aquí cuente. Pero ya que Diariodehuelva.es me permite esta tribuna tendrán que perdonarme la osadía de escribir, no para pedir el apoyo al proyecto de Susana Díaz, ni para explicar por qué me parece la mejor candidata a la Secretaría General, sino para defender al PSOE.

No voy a hablar de mis compañeras y compañeros. Con algunos he discutido y debatido en exceso en estas semanas, siempre desde el respeto, aunque con otros no ha sido posible. Siendo sincero, somos muchos los que nos hemos equivocado.

Tampoco voy a hablar de la falta de democracia interna de otros partidos; ni de los dedazos que, escrupulosamente, soportan los militantes de otras organizaciones. Y, por supuesto, nada leerán aquí sobre la envidia que tienen que sentir todos aquellos que, ora moción de censura, ora artículo de opinión, quieren interferir en una decisión interna. Supongo que pretenden ser monaguillos en todas las misas, incluso siendo ateos.

Voy a hablar del PSOE que, aunque muchos lo dieran por muerto, ha demostrado estar más vivo que nunca a sus 138 años.

Sé que no hemos sido los mejores, pero no peco de inocente ni de ignorante si digo que ha sido el PSOE el partido que más ha cambiado la vida de la gente.

La educación pública, la sanidad gratuita, el acceso a la universidad, las leyes de igualdad o de memoria histórica, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el fin de ETA, la Dependencia, así como todas las grandes infraestructuras, universidades y hospitales que se han construido en nuestra etapa democrática tienen el sello socialista. Y eso es el PSOE.

Así que me merece mucho respeto. Hombres y mujeres que dieron la vida -literalmente- por sus ideas. Hombres y mujeres que han dado sus vidas por este proyecto, por mejorar la vida de la gente y que ahora están siendo denostados.

Yo me siento orgulloso de todas y cada uno de ellos. Mi respeto para Zapatero o para Guerra no puede ser menos que el que le tengo a Borrell o a Carlos Navarrete.

Igual que no consentí que llamaran golpistas a mujeres como Micaela Navarro o Carme Chacón, no pienso ceder un milímetro en la defensa de lo que hemos sido.

Yo soy el primero en pedir perdón por todo lo que hayamos hecho mal, no ahora, sino siempre. Pero, incluso, con nuestros fallos yo quiero al PSOE como a mi familia. Sé que mucha gente no entiende eso, y cuando hablan del PSOE me llaman socialisto, sinvergüenza, rojo o trepa. Pero estoy acostumbrado, en este tiempo ya me han acusado de los ERE falsos y hasta de la Guerra Civil.

Mucha gente no entiende qué hacemos militando en un partido, aceptando unas reglas, y a mí sólo me sale explicarles que lo mamé de pequeño y que la culpa es de mi padre. Pero, en el fondo, sé que es mucho más que eso.

Él, mi padre, jamás cobró un duro de la política, pero fue el PSOE el que le permitió ser alcalde de su pueblo durante muchos años. Y eso le compensó lo que su vida le había dado, que era cuidar las cabras de los guardias civiles de mi pueblo desde los 14 años y no poder ir a la escuela.

Mi padre jamás pensó que sus hijos iban a poder ir a la universidad, como para no ser socialista. También con él viví las huelgas mineras y el sindicalismo, de él escuché la historia del paso por la cárcel de mis dos abuelos por ser de la UGT.

De pequeño, me llevó a conocer a Curro López Real, a Tomás Seisdedos, a Navarrete, a García Correa, a Marín Rite, a Violeta Alexandre y a Carlos Sanjuán -nótese el guerrismo-. Así que puedo decir que mi padre es 100% PSOE.

Con él llegué a un partido en el que me encontré a gente que aspiraba a cambiar la vida de sus vecinos. Y ahí descubrí que había gente de mi edad que sentía que ser del PSOE se podía vivir como un sentimiento.

Ya podía mi padre haberme hecho del Betis o del Madrid, pero no, me hizo del PSOE. Mi madre nunca lo vio del todo bien, pero jamás me quitó las ganas. A ellos, a mi familia y amigos, les tocó aceptar la falta de generosidad de la política y disculpar todas mis ausencias.

Igual que ahora, viví intensamente la campaña en la que voté a Borrell y, aún más, aquella en la que apoyé a mí querida Carme. Elecciones agotadoras, sentimientos derramados, agradecimientos, lealtad, momentos en los que he sufrido y he llorado, en los que me he lamentado y me he levantado e, incluso, algunas veces, he dudado de si valía la pena darse de bruces con los mismos errores de siempre. Pero, por encima de todo, topé con personas a las que merecía la pena seguir y en las que creo a pesar de todo.

Mil historias por contar: victorias, derrotas, decepciones y debates a deshora. Y siempre, por encima de todo, una palabra que lo envuelve todo: compañerismo.

Aprendí lo que significaba cuando, con apenas 17 años, acudí, sin que se enteraran mis padres, a un Comité de Andalucía de las Juventudes Socialistas. Era sábado por la mañana y les dije que me iría a Valdelamusa por la tarde porque tenía que hacer un trabajo del Instituto.

Después de pagar el autobús a Sevilla me di cuenta de que tenía el dinero justo para volver a Huelva, pero no para seguir hasta mi pueblo. Y allí estaba yo, con mi cara de pena, pensando cómo salir de aquel lío. Cómo tendría que ser mi gesto que se me acercó una joven sevillana de veintipocos años para preguntarme qué me pasaba. Tras contárselo con mucho apuro, abrió su bolso y me dio el dinero del billete de vuelta. Ella era mi compañera y lo iba a ser siempre. Se llamaba Susana.

Creo que es la mejor Secretaria General que puede tener el PSOE.

Ángel Romero

Militante del PSOE de Huelva

Ex delegado provincial de Cultura de la Junta