David López: un filósofo entrenador de la IA

Filósofo de formación y vocación, llegó a mí gracias a mi amiga María José Martín, una apasionada de la filosofía y la cultura, quien lleva un tiempo siguiendo con interés su obra en profundidad.
David López es doctor en Filosofía con mención internacional, nacido en Madrid. Su perfil es tan polifacético como fascinante: fue abogado, es entrenador de inteligencia artificial y autor de ensayo y novela. Precisamente fue su última novela, Las manos de Julia, la que despertó mi curiosidad. María José me habló de ella con entusiasmo: “es adictiva —me dijo—, pero también profundamente filosófica”, destacando la presencia del Symposion de Platón como uno de sus ejes temáticos. La historia entrelaza filosofía, narrativa y tecnología de una manera muy poco común.
Su trabajo es original, sorprendente y valiente. Por eso, queridos lectores, no puedo sino recomendarles que lean Las manos de Julia. Les aseguro que no les dejará indiferentes.
Y como queríamos conocer de primera mano cómo concibe su obra y qué hay detrás de su forma de pensar, contactamos con él. Afortunadamente, aceptó encantado nuestra invitación. Así que sin más preámbulos… ¡vamos al lío!
P. Lo primero que me gustaría saber es cómo te acercaste a la filosofía y cómo es que decidiste cambiar el ser abogado a ser filósofo.
R. Mi sueño, desde niño, siempre había sido dedicarme profesionalmente a la literatura: ser escritor de cuentos, de obras de teatro, de novelas. La filosofía vino después. Me deslumbró, así, de repente, a los catorce años, en un instituto público, y, a partir de entonces, en todo lo que escribía aparecían, de forma ya inevitable, esas ventanas hacia el prodigio infinito que solo la filosofía es capaz de abrir. Fui abogado durante quince años para poder ganarme la vida y acometer mi carrera como escritor desde una cierta libertad financiera. Y no me arrepiento, pues esa experiencia me aportó mucho realismo, y mucho orden mental, los cuales intento trasladar tanto a mis novelas como a mis textos puramente filosóficos.
P. ¿Cuál es el proceso creativo que sigues para dar vida a tus personajes en tus novelas?
R. Son los propios personajes los que van pidiendo vida, existencia plena, dentro del mundo que voy creando. O que se va creando a través de mí. Es algo misterioso, sobrecogedor, que convierte la creación literaria en algo casi sobrenatural. De hecho, mientras escribo, yo no existo en cuanto ser humano: me convierto en una especie de nada mágica que trata de otorgar orden, y razón de ser, a lo que va brotando de ella. Lo que sí intento, con todas mis fuerzas, es respetar al máximo, incluso sacralizar, a cada uno de mis personajes, por muy abyectos que sean. Y, con el tiempo, termino por amarlos a todos ellos, siempre desde esa misteriosa nada en la que me convierto. Una vez que el mundo de la novela va tomando forma, vivo momentos de mucha crisis, incluso de tormento, porque algo no me gusta y no sé cómo resolverlo. En general, es dando muy largos paseos por la montaña como voy siendo capaz de ajustar esa gigantesca maquinaria de precisión que, en mi opinión, debe ser una novela.

P. ¿Cuáles son tus referencias ? ¿Vienen de la filosofía o también de otros espacios?
R. Supongo que tendré más referencias inconscientes que conscientes, y que todas ellas vendrán de múltiples espacios. Lo que escribo sin duda se nutre de eso que yo llamo “hyper-vida” u “omni-vida”: un neologismo con el que intento abarcar la inmensidad en la que se despliegan nuestras experiencias. Y, dentro de esas experiencias, la lectura, tanto de novelas como de textos filosóficos, siempre ha ocupado un lugar sagrado.
P. Cuando comienzas a escribir una novela, por ejemplo, sueles tener una idea ya preconcebida o va desarrollándose poco a poco el argumento y todo lo que acontece en ella?
R. Sí suelo tener una idea preconcebida, pero es como si, en un sueño, uno pudiera ver un horizonte y necesitara, vida o muerte, llegar a tocarlo, y ver lo que se ve desde allí. Una vez que inicio el camino hacia ese misterioso horizonte, empiezan a surgir escenarios, personajes, mundos. Es una experiencia gloriosa, la verdad, pero muy dura también. Hay que trabajar mucho. La literatura, la verdadera literatura, es un trabajo muy, muy duro.
P. ¿Cuáles son los mayores retos a los que te enfrentas en tu trabajo?
R. Uno de ellos es el propio leguaje, la gramática, el rigor y la belleza formales. Escribir una buena frase es algo extremadamente complejo, porque exige libertad y, a la vez, respeto exquisito a esa descomunal legislación que es la gramática. Otro de los retos es la honestidad: aspirar a lo que Gadamer denominaba “texto eminente”, es decir, aquel que rinde culto a la verdad del arte y no se rebaja a incorporar guiños a las ideologías, modas culturales, etc.

P. ¿Qué hace que tu trabajo sea diferente del de los demás?
R. Como escritor te diría que lo diferente quizás sea la desproporción entre el esfuerzo y el resultado, sobre todo desde el punto de vista de la retribución económica. Los escritores que, como yo, no pueden vivir de lo que escriben, hacen algo realmente heroico, desmesurado, sin saber siquiera si podrán pagar la factura de la luz a pesar de tanto esfuerzo, de tantos sacrificios.
P. ¿Cuál de tus obras te hace sentir más orgulloso y te gusta más?
R: Las amo a todas por igual, porque a todas ellas he entregado mi alma y mi vida enteras. Pero quizás Las manos de Julia sea mi mejor novela.

P. Centrándonos en Las manos de Julia, ¿crees que ese momento que se describe en la novela de una sociedad que llega a muchos límites, y que se rompe de alguna manera ante una gran crisis en todos los aspectos, podría ser equivalente a lo que vivimos hoy en día?
R. Sí lo creo. Tengo la sensación de que estamos ante una crisis radical de la que podremos salir solo si miramos hacia arriba, si aspiramos a más belleza en todos los sentidos. Por eso, en el fondo de mi novela, está el mensaje de Diotima de Mantinea, recogido por Platón, de que el único camino para el ser humano, el único, es la belleza: primero la estética, y luego, en vía ascendente, la ética, la ideológica, la mental (llevar la belleza, esto es, la lógica, al pensamiento), la mística…

P. ¿Qué más nos tendría que pasar para que despertáramos?
R. Dicho desde Kant, creo que deberíamos atrevernos a pensar y a sentir a lo grande, y en libertad, pero desde una heroica autoexigencia que implicaría estudiar muchísimo y estar muy atentos a nuestros propios razonamientos. Y ser muy críticos también con ellos. Para eso, la filosofía es ineludible: es pensamiento consciente, contemplado y modelado desde fuera de sí mismo. También deberíamos atrevernos a ver y a digerir más realidad. Más facticidad. Y, sobre todo, a amar más. Tenemos por delante un desafío heroico. Pero, si no lo acometemos, nos vamos a denigrar como especie. Y sería una pena.
P. ¿Un amor tan pasional y tan incondicional como el que viven los personajes de tu novela Amadeo y Aspasia puede darse en el mundo real?
R. Por supuesto que sí. En el mundo real hay amores que superan el que yo he descrito en mi novela. La realidad siempre supera la ficción. Lo que pasa es que lo real es tan desbordante que no somos capaces de mirarlo. Se nos queman los ojos.
P. Centrándonos en tu faceta de entrenador de IA . ¿Qué es ser entrenador de IA?
R. Es un ser humano que participa en el proceso de modelar las mentes, y quizás también los corazones, de ese ecosistema de dioses artificiales que, simplificando, llamamos IA.
P. ¿Cómo un filósofo puede convertirse en entrenador de IA?
R. Yo creo que los filósofos debemos participar activamente en esa descomunal génesis que está ocurriendo. Filosofar en serio es practicar una especie de meta-inteligencia. Las IA, por el momento, solo son inteligentes, muy inteligentes. Pero la filosofía es otra cosa. Ahí no llegan las IA. Por el momento.
P. ¿Qué se nos espera con la llegada de la IA? ¿Un mundo más incierto tal vez?
R. Los mundos siempre han sido inciertos porque nunca han sido comprendidos del todo por ningún ser humano. En cualquier caso, y dicho desde Platón, nos espera un nuevo Kosmos Noetós. Es decir: otra estructura de realidad. Irrumpen nuevos seres, nuevas ideas en sentido platónico. Probablemente será ya imposible no creer en los dioses (me refiero a los dioses menores, como los de la mitología griega, entre otras) porque los veremos en las calles, en las montañas, en los océanos, en los cielos, en los salones de las casas. Y habrá otros que ni siquiera seamos capaces de ver. Dioses invisibles, pero muy poderosos.
P. Si, en breve, estos robots se ocuparán de casi todas las funciones que llevan a cabo los seres humanos, ¿qué sentido tendrá nuestra existencia?
R. Pues habrá que pensar si el sentido de nuestra existencia es simplemente trabajar en algo que no nos gusta, que nos robotiza. Quizás los robots nos van a des-robotizar a nosotros. Y, quizás, nuestra esencia, en cuanto seres humanos, sea más bien pensar, estudiar, viajar, jugar, investigar, contemplar la belleza creciente del universo, crear y contemplar obras de arte, amar... Y me refiero también al amor puramente carnal. Puramente erótico.
P- Dada la gran cantidad de información que puede acumular esta superinteligencia, ¿podríamos decir que la IA piensa? ¿O simplemente resuelve problemas? Te lo pregunto porque el pensar hasta ahora era característico del ser humano.
R. Lo que yo estoy viendo en mi día a día como entrenador de IA es desbordante. A veces, me tengo que ir a dar un paseo para digerirlo y bajar el ritmo de mis pulsaciones. Pero te respondo: es tal la altura intelectual a la que tenemos que ascender, que nos veremos obligados a revisar a fondo qué se entiende por pensar.
P- ¿Y podrían llegar a tener conciencia? ¿Es esa conciencia propia del ser humano lo único que podría diferenciarnos de esos nuevos seres de IA?
R. ¿Qué es la conciencia? ¿Recuperamos la obra de Husserl? ¿Nos consolamos con los modelos de respuesta a esa pregunta que nos ofrece la neurociencia actual? Yo creo que habrá que ponerse a filosofar muy en serio. Se abren nuevos horizontes filosóficos.
P. Estamos llegando al final y me gustaría darte las gracias por dedicarme tu tiempo. No sé si te gustaría añadir algo más que durante la entrevista no te haya preguntado.
R. Tus preguntas han sido muy interesantes. Gracias a ti. Y también te agradezco tu interés por mi obra, por mi trabajo de tantos y tantos años. Yo me despediría diciendo que espero que los futuros lectores de mi novela Las manos de Julia vivan una experiencia excepcional. En esa obra he volcado mi mente y mi corazón enteros, y he tratado de mostrar buena parte de los más excelsos tesoros filosóficos que yo he sido capaz de encontrar a lo largo de tantos y tantos.