Alfredo Pioli: “En Huelva he encontrado el futuro que en Venezuela ya no parecía posible para mis hijos”

Desde joven sintió una profunda conexión con el mar, lo que lo llevó a convertirse en Capitán de la Marina Mercante. Su carrera profesional abarca una amplia experiencia en actividades pesqueras, operación de monoboyas y supervisión de maniobras de carga y descarga de hidrocarburos.
Tras años de navegación, Alfredo recaló en España. Vivió primero en Mallorca, donde trabajó en el sector marítimo, y luego se trasladó a Huelva, tras ser contratado por la empresa Moeve. Actualmente es Capitán de Monoboya, encargado de supervisar operaciones clave en terminales petroquímicas.

Su historia es un testimonio de esfuerzo, adaptación y amor por la familia. Pero también de descubrimiento y agradecimiento a una tierra que lo acogió con los brazos abiertos. Hoy, nos cuenta cómo ha sido su viaje, tanto profesional como personal, desde Venezuela hasta Huelva.
P: ¿Cuál fue el motivo que te llevó a dejar Venezuela?
R: Es una pregunta difícil, porque muchas veces no se trata de una elección, sino de una necesidad. Yo trabajaba embarcado, con contratos de 5 a 6 meses en altamar y descansos de 2 a 3 meses en casa. Estaba fuera mucho tiempo, por lo que no vivía de forma tan directa la crisis del país.
Pero mi esposa, Yolymar, sí. Ella lidiaba a diario con la escasez, la inseguridad, la falta de gasolina… Cuando regresé de mi último contrato, la encontré muy afectada. La situación era insostenible. Entonces, entendimos que si queríamos un futuro real para nuestros tres hijos, teníamos que buscarlo fuera. Lamentablemente, ese futuro ya no lo veíamos posible en Venezuela.

P: ¿Por qué elegiste España, y en concreto, primero Mallorca y luego Huelva?
R: ¡Yo siempre digo que no elegí España, España me eligió a mí! En realidad, planeábamos emigrar a México, a Mazatlán, una ciudad costera que nos recordaba a nuestro Puerto La Cruz. Pero mientras esperábamos los trámites migratorios, recibimos una invitación a una boda familiar en Sevilla. Viajamos solo mi esposa, mi hijo menor y yo, por presupuesto.

Fue amor a primera vista. La ciudad, la gente… Andalucía nos conquistó. Decidimos quedarnos, aunque nos daba mucho miedo. Yolymar volvió a Venezuela a buscar a los niños, y yo me quedé en Sevilla. Con ayuda de dos grandes amigos de la infancia Simón y Javier, conseguí trabajo como capitán de un yate turístico en Mallorca. Un año después, encontré una oferta en Moeve, apliqué y fui contratado. Así fue como llegamos a Huelva.
Siempre digo que si no eres de Huelva llegas aquí por amor o por trabajo. Yo vine por trabajo… y acabé enamorado también de esta tierra.
P: ¿Cuántos años llevas en España y cómo es tu vida aquí?
R: Llegamos el 3 de abril de 2018, ya son siete años. Mi vida aquí es maravillosa. El venezolano es alegre, sociable, familiar… y esas son cualidades muy andaluzas también. Por eso, aquí me siento como en casa. Huelva tiene una magia especial: sus atardeceres, su gente… hay una calidez que te abraza.

P: ¿Cómo le describirías Huelva a un compatriota? ¿Y qué plato le recomendarías?
R: Le diría que es un paraíso escondido. Aquí se respira libertad, igualdad, fraternidad. No haces amigos: haces hermanos. En cuanto a la comida, si vienes y no pruebas los chocos fritos con gambas frescas es como si no hubieras estado. Y mi perdición personal es el jamón de la sierra… una joya gastronómica.
P: Si pudieras compartir una comida con alguien del pasado o del presente, ¿quién sería?
R: Con Cristóbal Colón. Le serviría jamón y vino del Condado, y le preguntaría qué sintió cuando Rodrigo de Triana gritó “¡Tierra!”. Ese momento cambió el mundo, y me intriga saber si sintió miedo, alivio o emoción.
P: ¿Te encontraste con muchos obstáculos en el proceso de adaptación?
R: Sí, sobre todo en Mallorca. El idioma fue un gran reto: el mallorquín dificultaba la integración, sobre todo para mis hijos en el colegio. Pero todo cambió al llegar a Huelva. Aquí el idioma ya no fue una barrera, y la calidez humana facilitó todo.
P: ¿Tienes un olor que te recuerde a tu infancia?
R: El olor a queso quemado. Mi padre era italiano, de Parma, y en casa tostábamos la corteza del parmesano. Ese aroma me transporta directamente a la cocina familiar… y me dibuja una sonrisa.
P: ¿Qué fue lo más difícil de adaptarse a la nueva vida?
R: Más que difícil, fue un proceso. Pero el venezolano se adapta rápido. España tiene una riqueza cultural enorme. Aquí seguimos comiendo arepas, pero también disfrutamos del puchero. Hemos aprendido a combinar lo mejor de los dos mundos.
P: ¿Qué es lo que más y lo que menos añoras de Venezuela?
R: Extraño cómo me hacía sentir el país en los años 80: alegre, amable, con esperanza. Y, por supuesto, las playas de Puerto La Cruz. A nuestro velero en España le pusimos "Mochima", en honor al Parque Nacional que tanto amamos. Así llevamos un pedazo de Venezuela con nosotros.

P: ¿En qué se parecen y en qué se diferencian España y Venezuela?
R: Se parecen en el calor humano, la importancia de la familia, la buena comida, la música. Pero España es más organizada; en Venezuela todo es más improvisado. Aun así, ambos tienen algo especial.
P: ¿Cómo ves la situación actual de Venezuela desde la distancia?
R: Me duele. Es un país lleno de gente valiente, pero con muchas dificultades. A pesar de todo, veo esperanza en los que se quedan luchando día a día. No dejo de pensar en mi tierra y de desear que vuelva a brillar.

P: ¿Dónde te ves en un futuro lejano?
R: Me veo en Huelva, sin duda. Nada de Miami o islas exóticas. Quiero mi rincón con brisa atlántica, jamón, y tardes tranquilas con mi barco y mi mujer, Yoly, que es mi brújula. Aquí es donde quiero echar el ancla.

P: Se dice “qué bien se está cuando se está bien”. ¿En qué momento te encuentras?
R: Estoy en un momento de calma. No he llegado a la meta, pero ya he superado muchas tormentas. Disfruto de las pequeñas cosas: un café sin prisa, una charla con mi esposa, una salida en barco. Valoro lo simple y lo verdadero.

P: Para terminar, ¿te gustaría añadir algo más?
R: Solo agradecerte por esta charla tan bonita. Me ha permitido recordar, reflexionar y sonreír. Y decir que, aunque vengas de lejos, siempre puedes construir hogar donde te reciben con cariño. Yo lo he encontrado aquí, con sal, sol, barco… y Yoly. Que no es poco.