sábado. 27.07.2024
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María Isabel Carranza: "es muy necesaria la revisión historiográfica de personajes femeninos"

Hoy me encanta traer a esta sección a una antigua compañera de trabajo con la que compartí 26 años de nuestra vida profesional y que es todo un encanto de mujer.
María Isabel Carranza: "es muy necesaria la revisión historiográfica de personajes femeninos"

Hoy me encanta traer a esta sección a una antigua compañera de trabajo con la que compartí 26 años de nuestra vida profesional en el diario Huelva Información y que atiende al nombre de María Isabel Carranza, todo un encanto de mujer.

Persona con una capacidad de trabajo algo impresionante, alto sentido de la amistad, inteligente, intuitiva, sonriente, cordial, solidaria, optimista por naturaleza, empática, leal, fiable, buena compañera... Y por encima de todo muy "güenagente".

No se esperaba que le llamara para pedirle accediera a esta entrevista, por lo que le sorprende, pero noto que le hace ilusión, aunque al principio con la humildad que le caracteriza, me dice que sus opiniones no interesan, aunque yo pienso todo lo contrario.

Para iniciar este trabajo le digo, que se presente a los lectores de diariodehuelva.es, con el fin de conocer a mi invitada. Ella comienza así :

"Nací y viví hasta los nueve años en un pueblo precioso de la Sierra onubense, Cumbres Mayores, de calles

empedradas, paredes blancas y mañanas luminosas de verano. Mi infancia estuvo llena de fantasía y de

juegos en la calle con amigos.

Para mis padres fueron años de trabajo duro hasta que, como muchas otras familias de la época, nos pudimos trasladar a Huelva. Aquí terminé la EGB, estudié Secretariado Superior y, al año de terminarlo, empecé a trabajar con tan solo dieciocho años en las primeras tareas del periódico Huelva Información, dos meses antes de que saliera el número cero, en agosto de 1983. Trabajé durante veintiséis años en la Administración del mismo desarrollando diferentes tareas, hasta el 2009. Y, posteriormente, trabajé en 2013 durante tres meses en la Administración del Estado.

Casada y con dos hijos, me convertí al dejar de trabajar fuera, en ama de casa, en estudiante del grado de Literatura y Lengua Españolas de la UNED del que me matriculé, en cuidadora de mis padres, madre a tiempo completo y, al fin, con la posibilidad de poder disfrutar de mi tiempo, dedicarle a mi familia, mis

grandes pilares, todo el que se merecen".

Una vez que acaba con su presentación, empezamos con la conversación para conocer su opinión sobre la actualidad y cualquier otro tema que vaya surgiendo.

P.- María Isabel, ¿qué opinión tienes de la situación que estamos viviendo?

R.- Creo que estas situaciones se entienden mejor si se ponen en perspectiva. Epidemias ha habido periódicamente a lo largo del tiempo, desde el ébola y el SIDA como más recientes, hasta el cólera o la peste. Ahora nos desplazamos más, vivimos en un mundo globalizado y, como consecuencia, también se ha globalizado la epidemia, más contagiosa que otras, pero estamos mucho mejor preparados que nunca para combatirla, lo cual, claro está, no es razón para no sentirnos preocupados o para dejar de analizar el momento actual y el futuro. El impacto emocional está en todos los que de una manera u otra la estamos viviendo, muchísimo más si se ha padecido directamente o si se trabaja, como los sanitarios, con pacientes del COVID. También tenemos ahora mucha más sensación de vulnerabilidad, la conciencia de que estamos expuestos a peligros que no podemos controlar, tal y como ha sido siempre a lo largo de la humanidad, por mucho que hayamos plantado el Perseverance en el suelo de Marte.

Yo por naturaleza soy optimista, creo que el ser humano tiene una capacidad asombrosa de superación, pero el ser humano uno a uno, como individuo. Nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida a sucesos inesperados que nos trastocan la existencia, pero que, en vez de hundirnos, nos hacen más fuertes y tener las ideas más claras, para renacer de ellos como el ave Fénix de sus cenizas. ¿Por qué no va a suceder lo mismo con esta situación?

P.- ¿Cuándo crees que acabará la pandemia?

R.- Durante el transcurso de la pandemia hemos conocido profesiones de las que no habíamos oído hablar antes: virólogos, epidemiólogos…, son los especialistas que saben de esto que, como posibilidad, siempre ha estado ahí, al acecho. Al inicio de la pandemia, escuché en una entrevista a un epidemiólogo italiano decir que era una situación para la que había estado preparando cómo enfrentarse durante toda su vida.

Son los expertos los que dicen que acabará cuando todos estemos vacunados. Supongo que se seguirán dando casos, pero no con la virulencia que tiene ahora el virus. La vida de la humanidad, de todas formas, es un libro que se va escribiendo con el transcurso del tiempo, y quedan aún muchas incógnitas por resolver y más que irán surgiendo. No sabemos aún el tiempo de eficacia de la vacuna en el ser humano, si será efectiva para las diferentes variantes del virus, cuántas variantes más aparecerán… Como única opción para nuestro equilibrio emocional, creo que la confianza en el futuro es indispensable, no perder la esperanza en que se conseguirá superar esta etapa.

P.- ¿Cómo crees que cambiará la vida después de la pandemia?

R.- Contestar a esta pregunta sería aventurar hipótesis futuristas, pero se podría reformular de la siguiente forma: ¿qué cambios se han producido durante la pandemia y cuáles de ellos podrían permanecer después de la pandemia? Básicamente son la forma de trabajar o de estudiar y las medidas de seguridad que todos debemos seguir. En la actualidad hay muchas personas teletrabajando, que desarrollan perfectamente su labor de esta manera, pero no creo que todas estas situaciones perduren de una forma estable después de la pandemia.

Por mi experiencia laboral, mucho tendría que cambiar la mentalidad empresarial de este país para aceptarlo de manera permanente. A propósito de esto, escuché hace unos días los resultados de una encuesta sobre el teletrabajo: la mayoría de los hombres decía que preferían el trabajo en la oficina porque echaban de menos el ambiente, mientras que para las mujeres era preferible el teletrabajo porque les permitía hacer más cosas en casa. Resulta anecdótico, pero sigue siendo la realidad de la mujer trabajadora.

La forma de estudiar también ha cambiado, ahora con clases y exámenes online, pero me consta que hay gran interés por parte del profesorado para impartirlas presencialmente cuando no haya riesgo de contagios, al igual que los exámenes.

Por lo demás, todo apunta a que las medidas de seguridad como mascarillas, desinfección, etc., seguirán vigentes en hospitales y centros relacionados con la Sanidad durante bastante tiempo más, al igual que en sitios cerrados donde pueda haber concentración de personas. Y en cuanto a las relaciones sociales, conciertos, eventos…, todo lo que en definitiva está suspendido ahora, estoy convencida de que en el momento que se pueda, volverá la normalidad que tanto echamos de menos, por otra parte, necesaria para que fluya la economía del país, no de un día para otro, claro está, pero se conseguirá.

P.- ¿Has pasado miedo en algún momento?

R.- Miedo no, precaución mucha por parte de toda la familia. Mi padre tiene noventa años y vive con nosotros. Cuando veíamos los bancos de la Avda. Andalucía sin abuelos sentados tomando el sol, se nos partía el alma de pena. Era inevitable pensar cuántos de ellos regresarían, con las noticias sobre las residencias de ancianos que todos los días se escuchaban, o con los casos de fallecimientos de conocidos.

Afortunadamente, hoy tiene puestas ya las dos dosis de la vacuna, como muchos mayores, y empieza de nuevo a dar sus paseos matinales. Creo que a los que hemos convivido durante la pandemia con personas mayores se nos ha intensificado en este tiempo el sentido de protección hacia ellos.

P.- ¿Qué proyectos tienes para el futuro y qué haces en la actualidad?

R.- Cuando dejé de trabajar fuera de casa, cambió por completo mi forma de vida y mi forma de plantearme la vida. Reconozco que soy una afortunada, porque no tuve la necesidad económica de seguir trabajando. Disponer de tiempo para mí me permite, sobre todo, disfrutar de lo que hago y apreciar las cosas que durante los años de trabajo fuera de casa no pude hacer por llevar un ritmo que no me lo permitía.

Disfruto estudiando, porque me apasiona la literatura y leer en general, creo que me enriquece como persona y me genera capacidad de reflexión. Aunque suene muy filosófico, casi todas las respuestas a grandes cuestiones se hallan dentro de uno mismo, pero nos suele faltar el tiempo necesario para meditarlas, para llegar a la profundidad suficiente para descubrirlas, y así andamos como perdidos en lo que nos parece a veces una gran complicación, que no es otra cosa más que vivir.

Disfruto también viendo cómo mi padre con noventa años trabaja en su huerto, recogiendo lechugas o plantando tomates, pimientos o pepinos, según la época. Cómo se sienta a contemplarlo recién regado, con el olor a tierra húmeda, él dice que lo ve crecer. Mi padre no ha necesitado leer nada de filosofía para entender la vida. Me siento muy orgullosa de él y de la gran persona que es.

Mi hijo, que es el pequeño, está a punto de terminar los estudios, y la mayor está ya trabajando, los dos fuera de Huelva. Ya vuelan fuera del nido y, como madre, me siento muy satisfecha de sus logros, pero, sobre todo, de que sean buenas personas con buenos principios. En cuanto a proyectos, hace ya tiempo que no los hago a largo plazo. El principal e inmediato es seguir cuidando de mi padre y, además, por más

proyectos que se hagan, la vida es la que decide la mayoría de las veces por uno mismo.

P.- Me dices que te encanta leer. ¿Qué lecturas tienes en la actualidad entre manos?

R.- Acabo de terminar un trabajo sobre una obra, La conjura de Cortés, de Matilde Asensi, como ejemplo de novela histórica contemporánea. La trama gira en torno a las aventuras de su protagonista, Catalina Solís, a bordo como maestre de su nave La Gallarda, situada a principios del siglo XVII en territorio de la Nueva España. Es un personaje totalmente atípico para la época, cuando lo normal era que la mujer viviera dependiendo del hermano, padre o marido, relegada al hogar y al cuidado de los hijos. Pero la tarea de investigación para el trabajo me ha llevado a descubrir la vida real de mujeres que vivieron en el siglo XVI  que para nada cumplieron los roles femeninos de su tiempo. Una fue Isabel Barreto, la primera mujer que ostentó el título de almirante en la historia de la navegación española, que llevó a cabo una gesta increíble, entre otros logros, recorrer la mayor distancia hasta entonces surcada por naves españolas, unos veinte mil kilómetros. La otra es Catalina de Erauso, la conocida como “monja Alférez”, que escapó del convento con quince años y disfrazada de hombre embarcó a América, donde luchó como soldado y por su valentía fue ascendida a alférez. En total fueron veinte años viviendo como hombre sin que nadie la reconociera.

Lo más asombroso es que acabó teniendo permiso del rey Felipe IV para seguir empleando su nombre masculino y del papa Urbano VIII para seguir vistiendo y firmando como hombre. A cuatro siglos de distancia del reconocimiento de la homosexualidad en España, resulta asombrosa su historia. Las dos son grandes desconocidas de la Historia y calificado su comportamiento de cruel, autoritario, despótico… Por eso creo que es muy necesaria la revisión historiográfica de personajes femeninos que se está llevando a cabo en la actualidad.

También estoy leyendo a Michel Foucault, un filósofo que me apasiona. Las palabras y las cosas es un libro de análisis, de reflexión, impecable y minucioso.

P.- Los que tenemos relación de una manera directa con el lenguaje nos volvemos unos fanáticos de la corrección. ¿Te ocurre a ti con las faltas de ortografía?

R.- (Risas) Es que no se puede evitar, será defecto profesional. El que las palabras sean de una forma determinada y no de otra obedece a su historia, a su evolución. Si se le concede al lenguaje algo de la enorme importancia que tiene, debemos de respetarlo. Lo cual no quiere decir que yo no las cometa, pero será involuntariamente. Mis padres y muchos de su generación han escrito como les sonaban las palabras, pero es disculpable porque carecieron de una formación suficiente, lo que no es justificable es la falta de interés de muchas personas. Tengo una amiga a la que siempre le digo de guasa que Dios la va a castigar por escribirlo con minúscula (risas).

Hace unos días leí una entrevista a una correctora a la que le preguntaban si se iría a la cama con alguien que cometiera faltas de ortografía, y contestaba que, si no lo sabía, puede que ocurriera, pero sabiéndolo iba a ser difícil. Menos mal que yo no me tengo que ver en la disyuntiva (risas). De lo más bonito que he leído últimamente relacionado con este tema es la siguiente cita, del libro Las palabras y las cosas que te comentaba antes: “En el interior de las frases, justo allí donde la significación parece tomar un apoyo mudo sobre sílabas insignificantes, hay siempre una denominación dormida, una forma que tiene encerrada entre sus paredes sonoras el reflejo de una representación invisible y, por ello, imborrable”.

P.- Hay un asunto que divide a los expertos y a los que no lo son, casi como si fuera ya una cuestión personal. ¿"Solo” con acento, a lo tradicional, o sin acento?

R.- Esta ha sido una de las decisiones de la RAE con la que más ríos de tinta han corrido desde que se pronunció para no acentuarlo en ningún caso. Estoy a favor del “solo” sin acento tanto si es adverbio como si es adjetivo, o sea, comparto la decisión de la Academia, porque las ocasiones en las que puede haber confusión, que son pocas y bastante rebuscadas, es muy fácil la desambiguación o el mismo contexto en el que aparece determina su significado.

De todas formas, lo que es cierto es que siempre que aparecen nuevos cambios del idioma aprobados por la RAE, hay como una ola de protestas en el sentido de que los especialistas que los aprueban, por ser de uso común entre los hablantes, no están en contacto suficiente con la realidad hablada de la lengua para determinar esos cambios. Lógicamente, los académicos de la lengua no se van a disfrazar a lo Sherlock Holmes e ir de incógnito para investigar in situ cómo habla la gente. Con las opciones que ofrece la informática tendrán multitud de formas de comprobar la relevancia de los usos. En una conversación con compañeros estudiantes de filología sobre este tema, que no creían mucho en la labor de la Academia, les sugerí que propusiesen para el próximo DLE a una buena cuadrilla de albañiles, con todos mis respetos para el gremio (risas).

P.- Interesantes tus reflexiones, pero volvamos a temas relacionados con esta pandemia que nos azota. ¿Qué es lo que has echado de menos en estos doce meses que llevamos conviviendo con el Covid-19?

R.- Básicamente, lo que echamos de menos todos, la relación con los amigos y la familia. Sobre todo, en fechas tan señaladas como las Navidades hemos echado mucho de menos a los familiares con los que nos solemos reunir todos los años. Hubo llamadas, videollamadas y la promesa de celebrar una gran fiesta cuando todos podamos reunirnos. Se echa de menos el salir con la tranquilidad que lo hacíamos antes, y al cabo de un año, las restricciones de movilidad, el no poder desplazarnos o hacer viajes libremente, pues también se va notando.

P.- ¿Qué crees que necesita Huelva para despegar?

R.- Parece claro que el futuro económico de Huelva pasa por el turismo, rural o de playa. Potenciarlo ofreciendo calidad, pero sin perder las señas de identidad de nuestra provincia, es decir, encontrar el equilibrio para un turismo sostenible, me parece indispensable. Da un poco de miedo pensar que primen otros intereses y se dañe el medio ambiente o se lleguen a desdibujar nuestros rasgos culturales con otros de fuera, porque no creo que estemos suficientemente concienciados del valor que la naturaleza y los elementos tradicionales tienen en nuestra provincia. No quiero para nuestras playas que, para encontrar un chiringuito con boquerones, haya diez franquicias extranjeras, o que los paseos marítimos de las localidades costeras lleguen a unirse porque esté todo construido. Aún tenemos asignaturas pendientes, los políticos y los ciudadanos. Unos y otros deberíamos mimar más la ciudad, la provincia en general, cada uno desde nuestra parcela.

P.- ¿Qué te ha parecido el papel de los medios de comunicación y redes sociales en esta pandemia?

R.- Ha sido y es esencial, pero sobre todo durante el confinamiento, aislados como estábamos en nuestras casas fue lo que nos mantuvo en contacto con el exterior e informados de lo que estaba pasando. Es una cuestión que, por sernos hoy tan habitual, no valoramos lo suficiente. La información del día a día nos ayudó en esos momentos a concienciarnos de la magnitud de la epidemia y de la necesidad urgente de cumplir con las medidas adoptadas.

P.- ¿Cómo valoras la actuación de los políticos ante esta crisis sanitaria y económica?

R.- En los momentos cruciales, todos tenemos claro que les faltó unidad, hacer una piña, un plan de acciones conjunto para hacer frente a lo que se le venía encima al país, que era el problema de todos, no solo del gobierno del momento. Pero esto es más de lo mismo, la política se ha convertido en un hartazgo para el ciudadano de a pie, entre los que me hallo, que vemos cómo por sistema los políticos pierden el tiempo en enfrentamientos estériles, impidiendo el avance hacia las soluciones de los problemas. A algunos partidos esta situación les está ya pasando factura y, lo que más me preocupa, es que el descontento de muchos ciudadanos los lleva a votar partidos de opción extrema. Esto, claro está, es solo una parte del problema de la política actual.

P.- ¿Qué recuerdos buenos y malos tienes de tu vida profesional?

R.- Fueron veintiséis años en Huelva Información durante los cuales cambió mucho la situación de los inicios a la situación final de mi periodo laboral. Digamos que fue un continuum en el que el contorno de la empresa a la que todos empujamos desde su nacimiento para que saliera adelante, se fue desdibujando hasta convertirse en algo ajeno y distanciado del trabajador, para mí fue así. De la primera me sentía parte de ella, y de la segunda era una pieza más. Para la primera era una satisfacción trabajar y rendir, y para la segunda era un intercambio trabajo-nómina. El peor recuerdo, sin duda, es ese, el acabar trabajando sin ilusión, con la única motivación del salario a final de mes.

Y buenos recuerdos hay muchos, todos pasan por el lado humano. Trabajar los primeros quince años al lado de Paco Muñoz me enriqueció como profesional y como persona, porque de Paco aprendí, sobre todo, a cómo se deben hacer las cosas, no como forma concreta sino como principio aplicable a cualquier acción que se emprenda. Aquellos años fueron cruciales para mi formación, porque yo empecé a trabajar recién salida de la academia, mecanografiando con más de cuatrocientas pulsaciones por minuto, con conocimientos de taquigrafía, muy preparada, pero sin experiencia alguna.

Como anécdota, yo comencé trabajando con una máquina de escribir antigua, para después pasar a una eléctrica, viví los inicios de la informática y sus avances a veces tortuosos: mis hijos no se pueden creer cuando les cuento que llegué a tener en la mesa tres ordenadores distintos, cada uno con su impresora, y cada uno para una tarea diferente. Mi generación se adaptó sobre la marcha a los cambios.

Las relaciones con los compañeros en todas las etapas siempre fueron excelentes, con algunos pasaron a ser de amistad para siempre, ese es, sin duda, el mejor recuerdo de todos.

Marisa como siempre me lo he pasado fenomenal charlando contigo y, haciéndome recordar momentos muy bonitos que vivimos juntos en el periódico. Que me alegro verte feliz, que tendré que ir a tu campo a plantar otro árbol, y desde luego desearte todo lo mejor del mundo.

Se te quiere, amiga.