Y Carolina Marín gritó: ¡¡¡ORO!!!
Y Carolina Marín gritó oro. Y con ella toda Huelva, y toda España, rendidas al talento de la onubense, una extraterrestre nacida en la barriada de Santa Marta para arrebatar a la dinastía asiática el control del planeta bádminton. Lo suyo es como si un islandés le ganase a Usain Bolt, como si un pigmeo desafiara con éxito a las estrellas de la NBA.
Sufrió, luchó y gritó en una final para recordar, ante una enorme Shindhu que le exigió el máximo en tres sets jugados a cara de perro. Cuando el polvo de la batalla se levantó, la onubense, puño en alto, celebraba su histórica remontada con la medalla de oro al cuello (19-21, 21-12 y 21-15).
Pero Shindu cuenta con un arma que no tenían Vainio, Kjaersfeldt, Sung o Li Xueri: su altura. Mide 1,80 y para superarla, Carolina tuvo que ajustar sus golpes a las líneas, incrementando el riesgo de cometer errores no forzados. El partido dio la vuelta cual calcetín y la asiática propinó a Marín su primera derrota parcial en los Juegos (19-21).
Inmune a la presión, Marín marcó el territorio en la salida (6-1), pero la india replicó con idéntica contundencia (10-10). "Venga, va, vamos", se decía así misma Carolina. Un mantra que la impulsaba a volar sobre la pista del pabellón Ríocentro. Golpe a golpe, grito a grito, la onubense demolió la defensa de Sindhu hasta la victoria definitiva (21-15). El oro era suyo y de toda Huelva.