martes. 23.04.2024
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Una tesis revela la existencia de 'brujas' en Huelva en los siglos XVIII y XIX

La tesis 'hechicería y brujería en la edad moderna en Andalucía' recoge algunos de los nombres de 'brujas onubenses' juzgadas por el tribunal de la Inquisición
Una tesis revela la existencia de 'brujas' en Huelva en los siglos XVIII y XIX

Brujas, hechiceras o féminas que realizaban prácticas mágicas... eran una constante en la antigüedad, muchos de sus nombres se han perdido en el tiempo, pero otros más recientes de los siglos XVIII y XIX han dejado su impronta en textos o en la tradición oral, lo que ha permitido a los investigadores actuales recopilar sus hazañas mágicas y sus procederes, así como las reacciones que propiciaban en sus diferentes pueblos de procedencia.

Durante años, Rocío Alamillos Álvarez, de la Universidad de Córdoba, ha investigado estas prácticas desarrolladas en toda Andalucía y entre ellas ha destacado algunos nombres y prácticas acaecidas en la provincia de Huelva.

En el día a día, la práctica mágica estuvo muy extendida en todo el territorio andaluz. El estudio ha profundizado en el análisis de las prácticas mágicas femeninas, o solicitadas por el género femenino, como un medio de resistencia cotidiana a las directrices, normas, disposiciones y mandatos, que alcanzaban todos los campos de la vida del individuo, tanto es su vertiente pública como en el plano más íntimo.

De este modo, en la publicación, se extraen algunos de los nombres más famosos de la época de los que han quedado registros en tribunales de la Inquisición y se ha podido documentar las prácticas que llevaban a cabo.

Francisca Romero. Huelva capital (1.804). Sanadora y chupadora de sangre

Según la tesis, los expedientes de Francisca Romero son de los más interesantes que se han conservado, por el reflejo de la combinación simbólica que ésta realizaba en sus rituales. Las pesquisas se iniciaron bajo la supervisión del tribunal de Sevilla en 1804 y se dilataron hasta 1807.

La rea era vecina de Huelva caìtal y se la acusaba de curandera supersticiosa. Obtuvo un total de 15 testigos ratificados entre los que hubo religiosos, enfermos curados y no curados, y familiares que estuvieron delante en los distintos lances. Tres fueron los particularismos de Francisca, que aunque a veces no era conocida por su nombre, sí lo era siempre por su apodo: la hechicera.

La primera práctica que solía utilizar y que era poco frecuente en Andalucía, era la de curar la enfermedad o el dolor dando bocados para chupar la sangre maligna, elemento que sin ser identificativo, recuerda en cierta manera a algunas prácticas brujeriles.

La segunda consistía en la continua utilización en sus rituales del signo de los cuernos dibujado con sus propias manos, bien en el aire, bien sobre el cuerpo o sobre alguna otra superficie.

En tercer lugar, fue muy común también el uso de espadas o espadines en sus lances. En el resto de ocasiones su modus operandi fue bastante fiel a lo que se podía ver en cualquier otra parte de Andalucía: polvos mágicos, tratamiento de una prenda de la persona receptora del conjuro o la utilización de unturas. Si atendemos a las finalidades de sus prácticas, destacaron sobremanera los intentos de curación a enfermos con distintos síntomas.

Isabel Domínguez, Villarrasa (siglo XVIII, año sin especificar):

Su proceso decía de esta mujer que ligaba a los hombres como ninguna.

Isabel de la Paz, Villarrasa (1739):

Se trata según la tesis de una hechicera que liberó a unos parientes suyos de la cárcel por medio de oraciones. La causa contra Isabel de la Paz fue abierta por el tribunal de Sevilla en 1769 y recogió brevemente la situación en que la hechicera quiso sacar de la cárcel a unos parientes suyos que estaban encarcelados. Según el testimonio de cuatro declarantes: “que hallándose presos en la cárcel pública dos parientes de la reo, ésta dijo estuviesen sin cuidado pues ella los libertaría. Que una noche estuvo en continua oración y ella misma aseguró los libertaría de suerte que no los pudiese coger la justicia. Con efecto, sin haber escalado cárcel salieron la misma noche de la oración”.

María Ramírez “la Coja”, Niebla (1750):

Esta hechicera, según recogen los tribunales de la época, curaba males de ojo y podía hacerse invisible. Participó en una junta de varias hechiceras que tras llegar a su fin derivó en danzas y bailes al ritmo de la música.

Akelarre de Moguer:

Al menos cinco brujas que se ayudaban y enseñaban mutuamente participaron en torno a 1740 en un akelarre en Moguer según los escritos judiciales de la época. Entre ellas estaba María Ramírez “la Coja”e  Isabel, líder del akelarre, en su casa. Según un testigo presencial quedaron para luego partir a realizar un akelarre: "Que aquella noche habían de tomar un panderillo y sonajas y habían de ir a todos aquellos lugares, y que salieron de la casa no sabiendo a dónde, Pero no sólo para festejar o relacionarse fue fundamental el tiempo de la noche entre las hechiceras, también para llevar a cabo curaciones.