sábado. 05.07.2025
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La medicina rural era sacrificio y ejemplaridad

La medicina rural era sacrificio y ejemplaridad

Gran sacrificio e incansable trabajo, amor por su profesión y por ayudar a los demás definen esta figura en el marco de la sanidad en los pueblos.

Más allá del significado propio de esa medicina ejercida pueblo a pueblo, con esa escasez de medios de grandes hospitales salvaba la vida como en una especie de aliento divino, y adhería a su vez  palabras diversas perfectamente aunadas a  una labor ejemplar con grandes sacrificios, pero al caer el día con esa alegría que da la satisfacción del deber cumplido. Os quiero contar una historia, la historia de un joven que con enorme ilusión y alegría que llega a su primer destino, una zona rural  y cada soplo de vida en sus enfermos los vive como su propia vida adaptándose a la cultura y costumbres ancestrales de las aldeas donde las mujeres daban a luz en medio de pajas con el calor de las vacas sin tener en cuenta gravísimos riesgos como hemorragias, y la medicina llegó a los pueblos, pero los pueblos llegaron a la medicina renunciando a ese temor de morir en el hospital y si eso sucedía, mejor en su propia casa  sin saber que era una puerta abierta a la pérdida, quizás no solamente de una vida sino de dos, la de la madre y la del bebé.

El sanitario era familia, el amigo, el confesor, esa mano que estrechabas al compás de una frase... Todo está bien, no pasa nada... Como una terapia psicológica de fe, de esperanza, de positividad, de que existen los milagros en segundos, instantes, como lo demuestra una historia real y en donde se trabajaba 24 horas al día, sin guardias, sin descansos. Una niña de tres años se escapaba de su casa porque apenas veía a su padre y corría a su encuentro caminando tres o cuatro kilómetros , al fin consiguió ir al río y bañarse cuando se oyó un grito de auxilio, un joven de 18 años se había ahogado, y todos decían estaba muerto, pero Lino le hizo respiración artificial  y comenzó a oír un latido no cesando de repetir... El latido de este corazón es el latido de Dios... Si el rostro de Dios está en la humanidad, en la mano amiga, en la creencia de que todo es posible, no en ritos sin sentido. La niña se olvidó el baño, sólo sabía que tenía un padre único y con ojillos traviesos se emocionaba pero todavía vería algo más al llegar a su casa una mujer acompañaba a su marido y lloraba por un infarto, y una vez más este hombre ejemplar conociendo el peligro del movimiento y desplazamiento le ofreció una habitación en su casa y cuidados hasta su recuperación.

Al día siguiente, 6 hermanos tocaban el acordeón, el menor 6 años y el mayor 18, al parecer con una muerte aparente por coma etílico, habían asimilado la idea de su muerte pero llegó de nuevo este gran profesional inyectando vitamina B6 y un activador cardiaco, coramina o cardiazol, y todos volvieron a la vida.

Llovía pero era necesario la aplicación de sueroterapia a 6 kilómetros, de noche, sin medio de transporte, en la montaña, nada más que sus pasos al caminar pero con esa enorme responsalidad que no permitía el cansancio ni la enfermedad solo trabajar por y para los demás. Esa niñita rubia de tres años comprendió que su padre era un héroe. La niña era yo y él era mi PADRE. Él ya no está porque no había gente como él a su lado, pero a mí, a mí me ha quedado su esencia y sus enseñanzas... No pasa nada nunca, y si pasa no importa... Es absurdo preocuparse por algo que a lo mejor jamás sucederá, y si pasa pues ya no hay nada que hacer, pero jamás sufrir por una problemática que seguramente nunca existirá.

Pilar 

María Pilar Enjamio Furelos. Psicólogo

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