ELEGANCIA ONUBENSE

Doce de las mujeres onubenses que pisan con elegancia las aceras de nuestra ciudad.
Podemos recoger todo tipo de acepciones o definiciones sobre el término Elegancia. En casi todos ellos se utilizan la moda y la decoración para referirse, que no definir, a la elegancia como algo excepcionalmente bello y sencillo y ponen como compañeras de ella la simplicidad o, contradictoriamente, la riqueza de elementos, Y, además, visualizan el concepto al ponerle colores y destacar el blanco, el negro y el azul como valedores de la misma. Hay otras definiciones que consideran el término elegancia como un concepto muy amplio y extendido con el que solemos destacar el estilo y el buen gusto. Esta dirección la acomoda al lado, como sinónimos, de otras, como el estilo, el gusto, la delicadeza y la distinción. Lo contario a ello es simple y llanamente , la ordinariez.
Así podíamos seguir, recogiendo opiniones de modistos, de empresarios del sector, de bloguers, del pueblo en general. Y no es la intención de este articulista seguir esa línea. Mi intención es buscarle y hacerles comprender una causa y un porqué al presente reportaje.
La elegancia es la mágica conjunción del estilo con la clase, siempre desde un sentido estricto de la sensibilidad estética. Es el Ser con el Estar visualizado desde la percepción sensible de lo individual. La elegancia como término individual y concreto no existe; lo hace sumando los dos elementos citados sin que pueda faltar ninguno de los dos. ¿ Es innata la elegancia? ¿Se nace o se hace elegante el ser humano?¿ Mana de la piel y se desarrolla con sucesivos abalorios? ¿Es sinónimo vestir bien y caro y de marca con ser elegante?
Quisiera hacer una advertencia a todos aquellos que se apresten a leer en este reportaje un artículo de moda, un álbum de fotos de señoras guapas, de peinados o un conglomerado de frivolidad. Si así lo piensan desistan de hacerlo, Se aburrirían. Vamos a tratar el tema de la elegancia desde un punto de vista sociológico con sus diferentes connotaciones socio-económicas e incluso filosóficas. No obstante, pretende ser un artículo distraído, jovial, moderno, crítico y activo.
La ciudad de Huelva es muy compleja y esa complejidad nace de un cierto provincialismo crónico y de grandes complejos arraigados ya casi de una forma telúrica. Huelva una ciudad casi sin clases, con una inmensa porción de ellas en la obrera, otro más pequeño tramo en la administrativa y unas cuantas familias en la burguesía adinerada. Las clases nobles o alta burguesía constituyen un grupúsculo sin apenas interrelación con la ciudad y sus habitantes. Hasta los años 60, en Huelva, la vestimenta de los ciudadanos se dividía en la de las jornadas laborales y la de los domingos. Prendas normales de una época de carestía, muy lejos de cualquier sensibilidad estética. Los domingos o festivos los trajes brillantes a causa de las mil y una plancha y los zurcidos curiosamente rematados, oliendo a colonia y a baño semanal. Otros, los que no tenían del necesitado traje de chaqueta la camisa blanca impoluta con cuellos almidonados y algo caliente para el cuerpo. Las mujeres abandonaban esos días sus batas o vestidos sencillos de faena para colocarse la falda blusa y rebeca como un uniforme religioso para acudir a misa. Algunas, con más alegría económica o más letras bancarias, se atrevían a lucir ese vestido envidia de las vecinas que le habían confeccionado artesanalmente la modista del barrio. Y todo ello, con collar de aparentes perlas majóricas con collar a juego, zapatos a medio tacón y la cabeza ligeramente abombada de peluquería barata y laca rancia. Sin embargo, fue la incorporación de la mujer a los pequeños establecimientos mercantiles, las primera boutique o a las mercerías , las que van a marcar o variar el desarrollo futuro de este concepto, el embrión. La mujer sale de la calle, del barrio y empieza a trabajar en la zona céntrica de la ciudad donde el ambiente y la forma de vida y de vestir es diferente al suyo. Ellas se integran perfectamente en ese mundo tan dispar al suyo y con afán de superación e imaginación, normal en el sexo femenino, se adaptan en lo posible a esa nueva forma de ser y de estar, a través de los mecanismos de la mimética. El hombre pasa de ser vestido por la madre, ancladas en el ayer, a ser moldeados por la novia o la mujer y comienza su adaptación al ser, pero no al estar. Siguen embutidos en las costumbres e ideas ancestrales propias del machismo más rancio.
Pero hay que esperar hasta los finales de los años 80 para que se produzca el verdadero imperio de la mujer y se escenifique la apatía y abulia que caracteriza al onubense. Es la mujer la primera en ser emprendedora, la primera en abrir comercios, la primera de adentrase, como dependientas o encargadas, en otros establecimientos de mayor volumen, de viajar, de leer, de imaginar y lo más importante, de soñar. “Cosas de mujeres”, seguían diciendo los acomplejados onubenses por no reconocer su incapacidad para el cambio, para la evolución, para saber conseguir el ser y el estar.
Y fue , por último , la llegada de las tiendas multinacionales, con sus franquicias, sus diseños alocados, sus escaparates siderales y sus empleadas vestidas de uniformes a la última, que más de una lo quisieran para vestir. lo que provocó la gran eclosión. Ello y la aparición de la figura mercantil de los centros comerciales. Las chicas de los barrios periféricos acudieron en masa a las ofertas de trabajo que estas le ofrecían, al igual que otro tanto de chicos, aunque en menor medidas. Y todos ellos tuvieron la gracia y la fuerza de reinventarse. Fenómeno éste que con anterioridad había sucedido en el resto de las capitales españolas, grandes o menos grandes. Empezaron a vestir a la moda que marcaban las grandes cadenas, se hicieron consumidoras en gran medida y sus atuendos eran llevados con garbo, clase y estilo. Existía materia prima, existe elegancia natural en el cuerpo de la mujer onubense. Se suprimió la barrera antigua entre clientas y dependientas. En la calle todas empezaron a ser igual consiguiendo un principio de igualdad real, sin distinción de clase. El hombre, a excepción de los que había metido la cabeza de la imaginación por esos lares, seguía en su acomplejado mundo cuadriculado vistiendo en Sevilla o Madrid, la mayoría en las pobres y atrasadas mercancías onubenses, porque eso era ser diferente o portando lo que las novias y mujeres le sugerían, pero… siempre en el peor y más desclasado estilo de tendencias.
Muchas mujeres y hombres de Madrid, por poner un ejemplo, me han dicho con frecuencia que ellos ansían en venir a Huelva a comprar pues aquí encontraban toda clase de loock, de tendencias, de ropas de buena calidad a precios inmejorables. Y, además, que las chicas de Huelva eran de las que mejores vestían de España y de las más guapas, con diferencia. Y esa no es una manifestación aislada, es un sentir y una opinión colectivo. Esto va a quién le pueda interesar… parece que fallan las esferas hasta ahora comandadas por el hombre para hacer esta ciudad un referente en algo. Ayudar a todo aquél o aquella que pone en la distancia el nombre de Huelva en la distancia. Huelva es elegante, la mujer onubense es elegante y bella, muy bella.
Las mujeres que se recogen en este artículo son doces, pero pudieran perfectamente ser mil. No obstante, ante la imposibilidad manifiesta que marca dicha cuantía, he procurado escoger a una docena de ellas. Doce mujeres de distintas profesiones, de diferentes edades, de dispares concepciones de la vida. Pero todas ellas tienen un denominador común, la elegancia. Poseen ese algo innato, que no se compra ni se vende, que es la clase o la distinción, con la que se nace y se representa en el ser. Tienen el estilo que es la capacidad de adaptar la materia a su cuerpo de una forma simple, clara y propia y tienen percepción visual para saber elegir en cada momento los colores, sus colores, adecuados a las circunstancias. Si a esto le añadimos la sensibilidad estética nos encontramos que EL SER, EL ESTAR y la sensibilidad educada a través de muchos medios, entre ellos la lectura, el exterior, etc, nos da como resultado inevitable ELEGANCIA.
Por este artículo pasaran y conocerán lo que piensan al respecto personas como Ana Calero Amor, Mariola Barón, Eugenia Jerez, como abogadas; Maria del Mar Gómez, Noemi Camacho Montero, Vanessa Arana, Eva Älvarez, Lourdes Alloza , Marián Acevedo,como empresarias; Eva torres Mancilla, profesora de Música y de Arte; Cristina Fuentes, Psicóloga y Modelo y Ana Rojas, Ingeniera Ambiental. Mujeres que pisan las aceras de Huelva conjugando el verbo maravillar. Con naturalidad, sin aspavientos. Ven normal ir, estar y salir del trabajo sintiéndose bien, porque para ellas sentirse bien es sinónimo simplemente a ser ellas. Son naturales porque no rebuscan en los armarios o en los elementos para intentar epatar. Son naturales porque se quieren, porque están y se encuentran a gusto consigo misma y además tienen la suficiente personalidad y claridad de ideas que no sucumben al agobio de las miradas a hurtadillas ajenas o a comentarios extraños de quienes evidentemente son carentes de dicha cualidad. Ese sentido de libertad, de superación, de potencia, de descaro fresco es el símbolo de la nueva y fuerte generación abanderada por las mujeres onubenses. La liberación y emancipación de sexo femenino acaece de su propia femeneidad, nunca adoptando estándares estereotipados de aquellos que se dicen pertenecer al sexo fuerte y que se conducen entre la inopia, la cuadriculación y la ordinariez.
Es por ello, que este artículo pretende ser un homenaje a ellas. A la mujer. A la mujer como motor universal de un movimiento pacífico y bello que va arrancando mudamente las trabas sociales, los impedimentos y tabúes de una sociedad que se va abriendo al cielo cosmopolita que otros y otras pretenden tapar. Prueba de ello los iremos viendo en las diferentes entrevistas individuales que van a acompañar diariamente a este reportaje. Detrás de todas y cada una de ellas existen las mismas responsabilidades, sinsabores y alegrías que la de todas las mujeres. Y también iguales virtudes. Sus capacidades, sus luchas por compaginar vida laboral y familiar, sus mimos en la educación de sus hijos, sus cuítas por los problemas domésticos. También están sus sueños y sus rebeldías, su capacidad de imaginar y saberse diferente. Quererse diferente. Afán de superación que lo reflejan en miles de actos anónimos.
No quisiera poner fin a este artículo sin dejar de agradecer la gran labor foográfica de Adolfo Morales, que ha sido el auténtico héroe y hacedor del mismo con su trabajo, inmejorable técnica y pasión que pone en cada instantánea, y a mi Jessika Berrio, una promesa con un brillante porvenir. Igualmente, mencionar y agradecer a Patry Robel y a Jose Ramos, asi como a Antonio Miguel García, de Patry Robel de Café Bar 1.900, respectivamente, por cedernos sus locales para las largas sesiones fotográficas. Igualmente a Raul, de La Bohemia.
Y no piensen, por último, que existe vanidad en ellas por su presencia en estas páginas y en sus fotos. Ni mucho menos. Sudores me costó convencerlas hasta que comprendieron y entendieron que no se trataba de un reportaje frívolo sobre moda, sino un canto dulce sobre esas virtudes de la mujer que hay que exaltar porque es a través de esa exaltación el camino para que por medio de la mímesis, todas ellas, con independencia de su condición y físico, se sienta bien y superada. Libres como el gorrión de Serrat.