jueves. 25.04.2024
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Ángel Ocaña: "Estoy muy agradecido a Merchán por la oportunidad de trabajar en Huelva Información"

Angel Ocaña es uno de los grandes periodistas que han dejado su sello en la prensa escrita de Huelva. Empresario y gran conocer de esta tierra a la que dedicó gran parte de sus brillantes crónicas.
Ángel Ocaña: "Estoy muy agradecido a Merchán por la oportunidad de trabajar en Huelva Información"

Me llena de satisfacción que se acerque hoy a esta serie de entrevistas en tiempo de pandemia un buen amigo y antiguo compañero de trabajo en los inicios de Huelva Información.

Me refiero a Ángel Ocaña, Licenciado en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense en 1981, quien tras un breve escarceo en la agencia de noticias ANI empezó a trabajar en Huelva Información en agosto de 1983. El día 3 se puso en el quiosco el número 1. Hasta octubre de 1988 y se fue ocupando sucesivamente de las secciones de Sociedad y Local, jefe de

Nacional e Internacional, redactor de cierre y redactor jefe.

Ya en Madrid, entre 1988 y 1991 fue redactor en la agencia de noticias Imagen Press, y entre 1991 y 1992, adjunto al redactor jefe en Epi Press. En 1994 entró en el grupo Editorial Globus, donde en la revista Mi Jardín desempeñó labores de redactor, publicación que pasó a dirigir en 1997.

Posteriormente compartió este cargo con la dirección de otras dos revistas, Bricolaje & Decoración y Cómo Funciona. En julio de 2016 cerró la empresa. Y en enero de 2019 se jubiló y ahora disfruta de lo lindo de su merecido descanso.

Aparte he de añadir, que Angelito, como le decimos sus amigos es precisamente eso, un buen amigo, cordial, sencillo, amable, solidario, risueño, optimista por naturaleza, compañero excelente... vamos, un tipo pero que muy güenagente"

Le hace ilusión que le llame para ponerle una entrevista y me deja "pasmao" cuando me manda una felicitación que le envié hace más de 30 años por navidades  y que conserva aún, lo que deja patente ese alto sentido de la amistad que antes refería.

Obviamente acepta y este es el resultado de un buen rato de charla y de recuerdos:

 ¿Qué opinión tienes de la situación que estamos viviendo? 

Pues que es una pesadilla. Fíjate, todo empezó cuando 100 años antes estaba a punto de dar por concluida, si nos atenemos a los datos oficiales, la pandemia de la mal llamada gripe española. En los dos años que ésta duró provocó la muerte de entre 20 y 50 millones de personas en todo el mundo, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud -por ahí hay quien habla de hasta 100 millones-, y se contagiaron 500 millones. En el año y medio largo de covid, los muertos superan con creces los cuatro millones y medio de personas y los infectados son unos 230 millones. Es cierto que estas cifras quedan muy lejos de las producidas durante la pandemia del siglo XX, a lo que ha contribuido el avance en general de la sociedad, no sólo de la Medicina, y por supuesto que en un tiempo récord hayan estado disponibles varias vacunas. Pero es algo que ninguno de los que estamos aquí pensábamos nos tocaría vivir. Está siendo una tragedia para todo, económica, social, cultural, humanamente, y para todos. Para nuestros mayores, muchos de los cuales se han ido sin poder decirles adiós, y para los más pequeños, que a buen seguro no lograban entender por qué, de repente, no podían ir al colegio o al

parque, ni compartir juegos y juguetes como hasta un día antes. Ha sido terrible.

 ¿Crees que durará mucho esta pesadilla de pandemia?

Mucho ya está durando. Que es que llevamos así casi veinte meses: con mascarilla, con abrazos y besos en la distancia (el beso del codo), con geles hidroalcohólicos, con butacas bloqueadas en los cines y teatros, con negocios cerrados, con trabajadores en paro, en ERTES, los más afortunados trabajando en casa... En fin, situaciones impensables, la primera de todas, el confinamiento al que estuvimos sometidos al comienzo de todo esto. Por suerte, parece que la tormenta va amainando. Ahora, sí, gracias a las vacunas. Dicen que ya nada será como

antes, pero yo soy optimista, quiero serlo, y confío en que 2022 nos devuelva la normalidad de siempre.

¿Cómo crees que cambiará la vida después de la pandemia sobre todo en el mundo del periodismo? 

No creo que vaya a cambiar tanto, sobre todo a largo plazo. Quizás cueste un poco al principio -ahora está costando- hacer las mismas cosas que hacíamos a finales de 2019. Es normal. Tenemos miedo, y aquí no incluyo a los descerebrados de los botellones o a los negacionistas, de que vayamos para atrás como los cangrejos. Una frase muy extendida ha sido ésa de que el  teletrabajo había venido para quedarse, y no me la creo. O me gustaría no creérmela. Se volverá a la oficina, porque las personas necesitamos relacionarnos. El trabajo es algo más que sentarse en una mesa delante de un ordenador. Es salir de casa, hablar con el de al lado, echar unas risas, tomar un café, escaquearse un ratillo “ahora que el jefe no está”… Skype tiene las de perder. Por no hablar de que no todo el mundo cuenta no ya con un despacho, sino con una habitación en la que montar tu puesto de trabajo. Y en el mundo del periodismo no sabría qué contestarte al llevar alejado de la profesión unos años y no estar al pie del cañón.

Yo creo queya ha cambiado, y mucho, pero lo ha hecho antes de que estallara la pandemia. Los medios impresos han perdido protagonismo en favor de los digitales, como éste. Y los digitales están viendo que hay que ir más allá del todo gratis y avanzar en las suscripciones para poder subsistir. ¿Quiere esto decir que algún día morirá el papel? No lo creo y en última instancia espero no verlo.

 ¿Has pasado miedo en algún momento?

No. Nunca. Ni en los peores momentos. Quizás porque he extremado -hemos extremado en casa- la seguridad, el confinamiento más estricto en su momento, las medidas sanitarias e higiénicas recomendadas… Bueno, no todas. Lo de desinfectar la ropa o el calzado al venir de la calle nunca lo he hecho. Bien es verdad que con el paso de los días conocías casos de gente que se cuidaban tanto o más que tú y que acababan contagiadas, y decías, “¡joer, que nadie está a salvo!”. Pero, miedo, no. Si acaso, temor por mi madre, muy mayor, y te daba por pensar. Y eso que a sus 92 años actuales, cerca de los 93, que yo recuerde no ha tenido jamás una gripe ni casi un constipado. Ni toma un simple paracetamol para nada. Pero, claro, son muchos años y de haberse contagiado habría sido muy peligroso. Aquí sigue. En mi entorno hemos sido tremendamente afortunados.

 ¿Qué papel crees está jugando la prensa y las redes sociales en esta pandemia? 

No me gusta generalizar, porque ni una es tan rigurosa ni en las otras se insulta o difama de continuo. La prensa, tanto la de papel como la digital y salvo alguna que otra excepción extrema, se ha comportado con criterio, como un servicio público, informando con rigor y no siendo un mero transmisor de los datos oficiales, sino yendo más allá cuando las cuentas no cuadraban. Pero se ha esforzado en no causar más pánico del que la pandemia de por sí generaba y en contar con expertos que pusieran cordura a todo lo que se filtraba a través de las redes sociales. Y enlazo ya con éstas y con, con perdón, los tuercebotas de turno (llámese Spiriman o Belén Esteban) que decían auténticas barbaridades y propagaban bulos, noticias falsas y teorías conspiratorias que corrían como la pólvora de red social en red social y de boca en boca. Pero, como te digo, no todo ha sido manipulación informativa. Por suerte, Facebook, Twitter o Instagram han dado a conocer a epidemiólogos y científicos que han hecho más comprensible lo que estaba ocurriendo. En todo caso, yo me he informado más, y creo que mejor, a través de los periódicos, la radio o la televisión que de las redes sociales. Redes sociales, e internet en general, cuyo valor principal para mí ha sido el de haber mantenido en contacto a amigos y abuelos y nietos durante los casi cien días confinados. Éste ha sido su punto fuerte. Pero vengan de donde vengan, lo que no soporto son las noticias falsas publicadas sabiendo que lo son. Principalmente porque denigran a la profesión y al periodista que las cuenta.

¿Cómo valoras la labor de los políticos en general en este último año y medio? 

Bueno, todos lo hemos visto. En un primer momento, los partidos políticos sin excepción, o casi, cerraron filas en torno al Gobierno. Pero con el paso de los días y las semanas, con las sucesivas prórrogas del primer estado de alarma y con todo lo que se iba sabiendo de cuándo y cómo empezó a circular el virus en España, los apoyos fueron quedando atrás y las críticas por  lo que la oposición entendía como mala gestión de la pandemia crecieron y crecieron. Y seguramente la hubo. Como en todo el mundo. No estábamos preparados para lo que ocurría.

La sanidad pública, dejada de la mano de Dios, se vio desbordada, aunque han sido los sanitarios los que jugándose la vida, y muriendo, han salvado las de los demás, muchas. Los dirigentes políticos tenían que improvisar al minuto. Cada día aparecían nuevas noticias de cómo se propagaba el virus, de si la mascarilla no hacía falta pero luego sí, de si había que cerrar todo o no cerrar, de si economía o salud. Lo que para un dirigente era una evidencia científica, para otro u otra era una ocurrencia. En fin, que unos y otros, unos más que otros, no han estado a la altura. Pero no me ha sorprendido.

¿Qué proyectos tienes para el futuro y qué haces ahora? 

Vivir, jeje. La empresa para la que trabajé durante 22 años, el grupo editorial Globus, que llegó a poner en el quiosco una veintena de revistas, entró en concurso de acreedores y tras unos meses de incertidumbre cerró en 2016. Con 58 años me vi en el paro y durante dos cobré la prestación. En ese tiempo no perdí la esperanza de seguir ligado al periodismo, desde luego no como hasta entonces, sí a base de colaboraciones como autónomo, pero me fui dando cuenta de que pintaban bastos. Así que en 2019 me jubilé, casi sin quererlo, animado tanto por un amigo-gestor que me puso las cifras sobre la mesa como por el funcionario de la oficina de la Seguridad Social a la que acudí en busca de información. Y soy más feliz que una perdiz escribiendo lo que me place. Para mí y para los míos, pequeños libros caseros en el que cuento todo tipo de vivencias e historias. Tengo un blog sobre Madrid, olvidado desde hace tiempo (aprovecho para promocionarlo, angelocanablog.wordpress.com), y hasta que llegó el confinamiento fui un asiduo de la Hemeroteca Municipal. Lo último ha sido mi participación en un libro, “Relatos desde el hormigón”, escrito por un grupo de periodistas, compañeros de la sexta Promoción de la Facultad de Ciencias de la Información y que mantenemos el contacto 40 años después de acabar la carrera gracias a Facebook. Mira, otro ejemplo de que las redes sociales son una bendición. Sólo hace falta saber usarlas y ponerse a buen recaudo de los majaderos.

 ¿Desde la distancia qué crees necesita Huelva para despegar de una vez? 

Uf, qué difícil responder. De Huelva me fui en 1988 y la última vez que recorrí sus calles, y que compartí mesa y mantel una noche con parte del grupo de amigos que dejé allí, entre ellos, tú, hace por estos días cinco años. Habrían pasado veintitantos desde la vez anterior y, como me imaginaba, no la reconocía. Estaba muy cambiada, guapa, guapa, con el rehabilitado Muelle del Tinto, con el nuevo mercado de abastos y la nueva estación de tren, el parque también  totalmente distinto al que conocí… No sé, no tenía nada que ver con la Huelva de finales de los 80, aunque allí seguían la Plaza de las Monjas, la calle Concepción, el Paseo de la  Independencia, calle en la que viví, la catedral de la Merced, enfrente, y la plaza de toros, un poquito más para allá. Me encontré una ciudad moderna. Entonces, qué le falta para despegar.  Pues, quizás, presumir de lo que se tiene, no creerse menos que nadie ni pensar que todos están en su contra. Y si es así, luchar para cambiar las cosas, para que, por ejemplo, el turista nacional y el extranjero conozcan sus playas, seguramente lo más preciado que tiene la provincia…, con permiso de la Sierra.

 ¿Qué significa para ti Huelva? 

Ésta es más fácil. Todo lo que soy profesionalmente. Mi primer carné de prensa fue en ANI (Agencia de Noticias Independiente) durante el último año de carrera, con el que podía acceder a los campos del Real Madrid, el At. Madrid y el Rayo para ver los partidos, pero no tenía que hacer crónica alguna. Así que no cuenta como bagaje. Dos años después, en 1983, la noche del 18 de julio, llegué a Huelva siendo recibido por los mosquitos y con más temores que otra cosa por la ya mencionada falta de experiencia. Era mi primer contacto en serio con la profesión. Por eso, nunca estaré lo suficientemente agradecido a Fernando Merchán por darme la oportunidad de trabajar en un periódico, Huelva Información, que iba a echar a andar en unos días, y a una ciudad que era una desconocida para mí. Pero no sólo me abrió el camino de la profesión en Huelva, sino que fue también él quien cinco años más tarde me ayudó a regresar a Madrid cuando le hablé de mis propósitos de volver a casa incluso sin trabajo. Había empezado a salir con la que es mi mujer, Magdalena, en el verano de 1981; en enero del 82 me fui a la mili; volví en febrero del 83; y en julio, cuando hacíamos planes para irnos de vacaciones, me llamó Merchán, que me esperaba ya, al día siguiente. Hasta me informó de que a las tres de la tarde salía un Talgo hacia Huelva. Y para Huelva que me fui. Con esto quiero decir que en siete años pocos ratos había pasado con mi novia. Bien, pues fue Fernando quien a la vez de no desanimarme a dar ese paso hizo las gestiones pertinentes, habló con Fermín Cebolla, a la postre mi segundo jefe, y tras una entrevista con éste, a Madrid que me vine. Y para trabajar en lo único que sabía hacer. Por eso siempre diré que Huelva Información me hizo periodista. Merchán lo resumió a la perfección en una columna tan cariñosa como exagerada en el periódico el 17 de octubre de 1988: “se ha curtido como periodista en esta casa”. Ese día, al siguiente de la boda de Alfonso Carlos y Lucía, regresé a Madrid.

 ¿Qué recuerdos guardas de tu etapa profesional en Huelva? 

Dices que puedo extenderme todo lo que quiera y como verás es lo que estoy haciendo hasta ahora. Así que procuraré no abusar de tu invitación. Son innumerables. Tuve la suerte de que cuando llegué, además de los mosquitos ya citados, allí estaban compañeros de facultad (Alfonso Carlos Rosendo, Miguel Ángel Velasco o Mari Ángeles Puente), con lo que me resultó mucho más fácil entrar en un lugar extraño. Misma fortuna que tuve con su gente, con la gente del periódico, como José Cejudo, que nos acogió alguna noche en su casa a Alfonso, a Miguel y a mí mientras encontrábamos piso. O Helenio Ponce, compañero de fatigas entre teletipos unos cuantos meses. O Juan Luis Álvarez, madrileño como yo, tristemente fallecido, que tan pronto hacía el pino en mitad de la Redacción como te maquetaba la primera tipómetro en mano. O, por supuestisimo, José Luis Camacho Malo, no sé si lo conoces, jejeje. Y muchos más, tanto de los inicios -Paco Gamero, Chacho, Peinazo, Gómez y Méndez…; los foteros, Boni padre y Boni jr, Patri, Pepe Romax, también ya desaparecido; las chicas que picaban textos, Mari Ángeles Cantero, Carmen, Mili…; la gente del taller…- como de los que fueron llegando a Huelva posteriormente -Belén, Rafa Moreno, Luis Eduardo Siles…-. Siempre me acordaré de los nombrados y de los que la memoria oculta sin yo quererlo, con quienes, en algunos casos, sigo manteniendo el contacto gracias de nuevo a las redes sociales. Como

tampoco nunca se me olvidará el primer encargo del Merchán para el número 0: una rueda de prensa en la Hermandad del Nazareno. “¿Qué me dice este señor?”, pensé. “¿Y dónde es? ¿Y cómo voy? ¿Y qué pregunto?”. Para resolver las dos primeras cuestiones conté con la ayuda de Boni (¿o fue Patri?). Para la tercera, ver, oír y anotar lo que otros colegas preguntasen. Con el tiempo me fui asentando en la ciudad, en sus costumbres, en sus políticos. Y ahí me tienes, inventándome el tiempo que haría al día siguiente en Huelva cuando el periódico se tiraba en El Correo de Andalucía y había que enviar las páginas en el coche de Damas a las tres de la tarde; o entrevistando a los directores de la emisoras de radio cuando llevaba las páginas (la página) de la tele y la radio; o haciendo pasillos en el ayuntamiento, en los tiempos de Marín Rite, en busca de alguna exclusiva con que impresionar al jefe (pocas veces le impresioné) antes de que la consiguiese la competencia, Diego Caballero; o cubriendo ya fuera una rueda de prensa de ceceoo, que diría Alfredo Urdaci, ya de los publicitarios, ya del Festival de Cine Iberoamericano; o redactando la noticia que había escupido el teletipo del asesino de Olof

Palme. Claro que no todo era trabajar. Fueron muchos los días comiendo en El Rinconcito, en la calle Marina, enfrente de la Redacción; o cenando una ración de riñones al jerez en el bar de Gerardo, ya en la plaza de San Pedro; o tomando un café o un chocolate de la máquina de la Redacción removidos con el cúter mientras aguardaba que saliesen páginas; o apurando las madrugadas en algún pub todavía abierto, allá por las dos de la mañana una vez cerrada la edición, a la vez que llegaban los efluvios del Polo Químico. No lo he dicho: todo empezaba a la una de la tarde cuando el jefe entraba por la puerta dando palmas y gritando aquello de “¡vamos, que nos pilla el toro!”. Pues eso, recuerdos innumerables e inolvidables.

¿Cuál es la información que más recuerdas hacer ofrecido y la que gustaría haber dado?

También son infinidad, y no creas, que la memoria falla. Quizás, la entrevista con el supuesto primer paciente con sida de Huelva, ingresado en el Manuel Lois; o la rueda de prensa de José Quintero, secretario provincial de CCOO, en la que vertió insultos contra el gobernador civil, yo lo publiqué, y trajo cola. Ya en Madrid, la visita de Estado a España de Gorbachov en 1990 y la conferencia de Paz para Oriente Medio que se celebró en Madrid al año siguiente. Pero las que para mí tienen un mayor valor sentimental son mis tres primeras firmas en el número 0 de HI, 31 de julio de 1983: entrevista al presidente del Club de Escritores Onubenses, Juan Antonio Guzmán Camacho; la ya citada rueda de prensa en la Hermandad del Nazareno; y una información sobre las cinco emisoras de radio de Huelva. Éstas y la mi aportación final, la columna de la última página en la que repasaba en poco más de sesenta líneas mi estancia en Huelva y en Huelva Información. “1.918 días” titulé, los que pasé en esa ciudad. ¿Y la que querría haber dado? Me hubiera gustado estar presente en la caída del Muro de Berlín. Y de seguir al pie del cañón, informar sobre el fin definitivo de la pandemia.

 ¿Qué destacas de la forma de hacer periodismo actualmente y si echas algo de menos de tus inicios?

Si estuviese metido en la rueda, seguro que extrañaría todo, aunque también lo más probable es que me hubiera acostumbrado a las nuevas tecnologías, como de hecho me familiaricé con ellas a partir de los años 90 cuando entré en Globus. Pero, claro, este periodismo de publicaciones mensuales, en el que todo va más ralentizado y el frenesí se concentra en los dos o tres últimos días de cierre, no tenía nada que ver con el bullicio y las carreras del periodismo diario. Eso era lo que fundamentalmente echaba de menos, tanto de los tiempos de Huelva como, ya en Madrid, en las agencias Imagen Press y Epi Press. En la actualidad, creo que prima la opinión sobre la información. Incluso cuando se informa, que debería ser de la forma más aséptica posible, aunque con buena literatura y mejor vocabulario, no hay ocasión en que el periodista de turno, si es que lo es, deja clara cuál es su posición. Por no hablar de los

tres o cuatro tertulianos que saben de todo, de política interior, de política exterior, de pandemias, de volcanes, de la cría del cangrejo… O de los periodistas que a la vez que preguntan, dan la respuesta. Pero resumiendo, y contestando a la segunda parte de tu

pregunta, lo que eché de menos muchos años fue la vida en la Redacción de un periódico. Y la sigo echando, quizás porque he tenido la suerte de trabajar en el oficio más maravilloso del mundo.

¿Cómo fue tu niñez y qué soñabas ser de mayor? 

Antes te hablaba de mi participación en el libro escrito con compañeros de la facultad. Mi relato lleva por título “Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?”. Periodista no era. Yo, con cinco o seis años quería ser americano, un Cartwright, a ser posible Adam, el mayor de los hermanos, de la serie Bonanza. Me di cuenta, o me dieron cuenta, de que eso no era posible y en la preadolescencia y adolescencia me convertí en médico, en el doctor Gannon de otra serie de televisión, Centro Médico. Parecería que la tele era mi principal entretenimiento y nada más

lejos de la realidad. En casa escuchaba, escuchábamos, la radio, el Matilde, Perico y Periquín, el consultorio de Elena Francis, mi madre, y el Carrusel Deportivo los domingos, yo. Y escribía mucho, en mi diario o en hojas sueltas, tanto los resultados de los partidos, que a la vez narraba cual Manolo Lama (entonces, Pepe Bermejo), como las canciones que sonaban en la radio. Pues aún así, llegó el momento de hacer el Bachiller Superior y me decanté por la rama de Ciencias. Pero ni las Matemáticas ni mucho menos la Física o la Química se me daban bien.

Si lo que me gustaba era escribir, ¿por qué no elegir la única carrera que me iba a posibilitar hacer lo que me gustaba? Total, que hice el COU de Letras, hice Periodismo y me hice periodista. En cuanto mi infancia, fui el segundo de la parejita que buscaron mis padres y les chafé: contaban con un Pepito, querían una Susanita y tuvieron que conformarse con un Angelito, que, según cuentan, era todo menos eso. Una de mis trastadas favoritas consistía, cuando se iba mi madre a la compra y quedaba al cuidado de mi hermano mayor, sacar los cacharros del armario de la cocina y ponerlos en la puerta, apilados, de manera que mi madre no podía entrar. Luego, mis juguetes favoritos era un fuerte, con sus indios y sus americanos (¿entiendes ahora porqué quería ser americano?), y unas pistolas, cartucheras incluidas. Y, por supuesto, un balón con el que jugaba en la calle y, más tarde, en el patio de los Escolapios de San Fernando, mi cole de toda la vida. Tuve una niñez muy feliz.

¿Quiénes son o han sido tus referentes en la vida personal y profesionalmente? 

En el aspecto personal, sin duda, mis padres. Buena parte de mi infancia discurrió en la calle de Galileo, en pleno Chamberí, y allí tenían una vivienda muy modesta, pequeña y abuhardillada.  Mi madre era de profesión sus labores (S.L.), como ponía entonces el DNI cuando la mujer se dedicaba a la casa y a los niños, y mi padre, tornero mecánico. Todos los días, a las seis de la mañana, se iba a la fábrica, en Pinto, y no volvía hasta las nueve o diez de la noche, después de hacer horas en un taller por Usera. Casi no le veía entre semana. Pero así fue cómo gracias al esfuerzo y al sacrificio de ambos, mi hermano y yo pudimos estudiar sendas carreras y nunca nos faltó de nada. Y eso es lo que fundamentalmente nos inculcaron: dedicación y trabajo. Eso, y ser buenas personas. Lo mismo que tanto Magdalena como yo hemos tratado de infundir a nuestros hijos.

Profesionalmente, Iñaki Gabilondo, quien hace unos días ha dicho adiós a la radio y se le va a echar mucho de menos. Ha sido mi modelo, el periodista que a mí me hubiera gustado ser. Con su templanza; su tino para describir una situación o ver una realidad; su manera de hacer periodismo, llamando a cada cosa por su nombre y, sobre todo, sin gritar; su sencillez, su humildad, sin darse la importancia que otros se dan con menos motivos. Leí hace tiempo una frase suya que se me ha quedado grabada. Venía a decir que desconfiaba de todos aquellos que no dudan, de quienes lo dan todo por seguro. Aunque los últimos años los pasó un poco

apartado de la radio, se va a hacer extraño no escuchar su comentario sosegado de la actualidad política todas las mañanas. Quizás, Casado y Ayuso lo agradezcan, tengan un desayuno más placentero y no se les atraganten los churros o las porras.

Angelito, ¿qué quieres que te diga?, que me lo he pasado en grande con este ratito de  charla que hemos echado, que me da envidia sana de ese memorion que tienes, con lo que me has hecho recordar momentos y situaciones que estaban ahí, y que necesitaba que alguien como tú me las recordara. Y por último, que me siento muy afortunado en tenerte como amigo.

Un abrazo grande para ti y para Magdalena.