viernes. 26.04.2024
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La alegría de la huerta: un médico recoge en la red todo un año de su trabajo como hortelano

Una familia de hortelanos recoge en sus redes sociales una iniciativa original: reflejar todos y cada uno de los momentos que ha necesitado y que ha vivido hasta llegar al final de la cosecha.
La alegría de la huerta: un médico recoge en la red todo un año de su trabajo como hortelano

Los veranos en la comarca de la Sierra atesoran numerosas vivencias que pertenecen al mundo de los sentidos, a la esfera más íntima del ser humano. Una de las más habituales en estos días es la recogida del fruto de las huertas, que mezcla la satisfacción del hortelano con el esfuerzo empleado para ello.

Las huertas serranas han estado mimadas durante muchos meses por los agricultores que se afanan en su preparación, siembra, cuidados, riego y recolección, fases que se ven a menudo ensombrecidas por las inclemencias del tiempo o por la mala cosecha.

Uno de estos hortelanos ha recogido en sus redes sociales una iniciativa original, al reflejar todos y cada uno de los momentos que ha necesitado y que ha vivido hasta llegar al final de la cosecha.

Se trata de un agricultor neófito, Antonio Lemus, que junto a su compañera Lola Conejo y a su familia, ha recibido el bautismo de la tierra serrana. Su esfuerzo se ha visto coronado por el éxito, lo cual le ha reconfortado enormemente y le ha supuesto un factor añadido de identificación con esta comarca que ha escogido para vivir.

Antonio y Lola tienen alquilada una casa rural en Galaroza, que cuenta con un huerto del que han extraído frutos y satisfacciones.

Sus anotaciones comienzan el 13 de febrero de 2021, en una tarde fría de invierno, en la que observaba los quejigos sin hojas, al igual que los álamos de la ribera. Antonio escucha el susurro del rio Múrtiga y el piar de algunos pájaros, esa fauna paseriforme que puebla el bosque galería serrano. Son momentos de pasear por los senderos del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche y de pensar en ponerse manos a la obra.

El 1 de mayo por fin consigue la imprescindible ayuda de su amigo Roberto, miembro de la familia de ‘los Cuco’, sus caseros. El joven cachonero ha preparado la tierra que albergará el proyecto de huerto. Con mucha ilusión, Antonio escucha los consejos de Luis, el padre de Roberto, que le sugiere paciencia, quien opina que es pronto aún para sembrar, ya que el campo todavía puede recibir las temidas heladas que pueden arruinar cosechas y sembrar la desilusión.

Antonio ha aprendido de los sabios serranos, ya que la predicción de Luis ‘el Cuco’, heredada de su padre, uno de los hortelanos más recordados de Galaroza, se cumplió, justo en los primeros días del mes de mayo.

El día 8 se recoge en esta especie de diario el momento solemne de la siembra. La primera línea de la derecha estará dedicada a los calabacines, calabazas y algunos tomates; la segunda, a los tomates; la tercera a los pimientos, que repetirán en la cuarta junto a las berenjenas; la quinta estará ocupada por las judías o habichuelas y al fondo cebollas. El abono se hace con estiércol de caballo, todo dirigido por Luis. Ese día ya empieza a pensar en la espera y en la recolección, pero es un pensamiento fugaz, ya que aún queda mucho trabajo.

Además de varias vistas del desarrollo de la tarea, el 26 de mayo ya está instalado el sistema de riego, después de vencer numerosos problemas. El aporte de agua genera una nueva ilusión, ya que apenas unos días después ya se ve el crecimiento leve de algunas plantas del huerto.

El 13 de junio se procede a remover la tierra para airearla y quitar malas hierbas, y llega la primera gran alegría, al ver un calabacín y algunos pepinos. Las matas de calabacines, de judías, de cebollas, se están poniendo inmensas y prometen buenos frutos.

Cuatro días después llega el premio de la cosecha, con varios calabacines y pepinos. Pero aún queda trabajo, y el 19 de junio se colocan los tutores para las tomateras. En este tipo de hortaliza, Antonio ha echado el resto, ya que ha sembrado diversas variedades, entre las que se encuentran algunas semillas que ha traído de su reciente viaje a la Sierra de Cazorla.

El 26 de junio ya comienzan a verse tomates tipo ‘cherry’, y el campo recibe la labor de su hijo Adrián, que ha llegado desde Madrid, donde vive y trabaja, y que se suma a las tareas siempre presentes de Lola.

El 1 de julio comienza a recolectar calabacines gigantes, algo que corrobora dos días después pesando uno de 1.467 gramos, que además están riquísimos, según pueden comprobar.

A partir de esa fecha, el trabajo se centra en los tomates rosados de La Sierra, que seguro refrescarán las tardes aliñados con sal y derramando su exquisito jugo, propio para mojar pan.

Como habitantes integrados en la población cachonera, ya han disfrutado de otro de los momentos de satisfacción que todo buen hortelano protagoniza al recoger sus frutos. Antonio y Lola ya han repartido entre sus amistades algunas de las exquisiteces obtenidas, y han regalado habichuelas, calabacines o tomates a sus vecinos cachoneros, que han recibido el gesto con agradecimiento.

El resultado de su trabajo tendrá cabida en su mesa, ya que a ambos le gustan la gastronomía serrana, como en la de sus amigos receptores de estos presentes. También algún que otro pepino se degustará en las tabernas y bares de Galaroza, como es costumbre en los hortelanos cachoneros.

Este médico sevillano jubilado ha cuidado su huerto como cuidó a sus pacientes durante su vida laboral, con mimo, con humanidad y con la ilusión de ver su trabajo recompensado. Antes con salud, ahora con frutos para una vida sana, con trabajo que contribuya a mantener a las huertas serranas y a salvarlas de una muerte anunciada.

La huerta como manantial de sensaciones, como duro esfuerzo recompensado, como mantenedora de la gastronomía serrana y, en el caso de Antonio y Lola, como elemento añadido de integración.