viernes. 29.03.2024
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Las menores extuteladas, entre la precariedad, los prejuicios xenófobos y el olvido

La joven Samira relata a diariodehuelva.es su dura experiencia vital, su llegada a Huelva y los recuerdos de aquel naufragio en el que vio la muerte de cerca y que costó la vida a decenas de personas, incluidos niños.
Las menores extuteladas, entre la precariedad, los prejuicios xenófobos y el olvido

Samira perdió la niñez en algún punto de la ruta entre Tánger y la costa de Málaga. Cuando la embarcación en la que viajaba se fue a pique, ella permaneció a la deriva con la certeza de que nadie jamás podría encontrarla allí. “¿Alguna vez has sentido la muerte estando viva?, yo la noté aquellos días”, afirma Samira enseñándome como todavía se le eriza el vello del brazo una década después.

Ahora, la joven Samira relata a diariodehuelva.es su dura experiencia vital, su llegada a Huelva y los recuerdos de aquel naufragio en el que vio la muerte de cerca y el naufragio que costó la vida a decenas de personas, incluidos niños.

En los ojos de la niña que fue quedaron grabados los cuerpos sin vida de las veinte personas que las cifras oficiales afirman que viajaban con ella aquel día. Samira lo niega categóricamente. “He olvidado muchas cosas tanto de ese viaje como de mi antigua vida pero jamás olvidaré todos esos cadáveres flotando en el mar. No sé cuántos eran pero no eran veinte, te lo aseguro. Eran al menos cincuenta personas y había varios niños. De muchas de ellas todavía recuerdo sus caras”.

Cuando Samira llegó a España fue incluida en un programa de tutelaje de menores de la Junta de Andalucía. El Plan de Emergencia de Atención a Menores Migrantes, aprobado en junio de 2005, moviliza los recursos disponibles para dar una respuesta rápida y eficaz a la llegada de los menores migrantes sin referentes familiares a la Frontera Sur. Un plan que desde la Federación Andalucía Acoge han calificado en los últimos años de “manifiestamente mejorable” al presentar “un mapa de recursos residenciales deficitario”.

Samira recuerda aquellos días con tristeza. “Todos eran chicos y la mayoría mayores que yo, así que no hice muchas migas con ninguno. Siempre estaba sola, pasaba las noches en vela con miedo a todo y a todos: a no volver a casa, a no saber qué harían conmigo... Cuando era capaz de dormir soñaba que el mar me tragaba”.

La lucha por la emancipación

Antes de que la crisis del coronavirus lo engullera todo, Samira trabajaba como profesional de la limpieza en varias casas particulares de la capital onubense: “En marzo, cuando se decretó el confinamiento, me negué a salir de casa. La familia con la que llevaba más tiempo me dijo que lo entendía, que no me preocupara y que volverían a contar conmigo más adelante. Hace poco me enteré de que habían contratado a otra chica más joven. Seguramente también les resulta más barata y no les exigirá un contrato”.

A Samira le gustaría estudiar enfermería pero a corto plazo no lo ve posible: “No me puedo permitir el lujo de estudiar, necesito ese tiempo para conseguir el dinero para pagar el alquiler, la comida y el transporte”.

Además de con un trabajo estable, Samira sueña con ser madre y tener una familia. "De niña imaginaba que a esta edad ya estaría casada y tendría, al menos, un par de hijos pero no es sencillo encontrar pareja aquí". Hasta la fecha, la joven marroquí ha pasado por dos relaciones que califica de absoluta decepción. "No he tenido mucha suerte. En general me cuesta confiar en los hombres. Mi primera relación fue un desastre, me controlaba, me quitaba el móvil para leer si otras personas me hablaban y apenas podía estar un segundo a solas. Con el segundo descubrí que me era infiel”.

Según el dossier del Tercer Sector sobre jóvenes extutelados, la situación de Samira no es excepcional. En sus relaciones sexoafectivas las jóvenes extuteladas tienden a reproducir roles basados en la sumisión y la dependencia hacia sus parejas. En muchas de ellas, las jóvenes aceptan que estas ejerzan un control sobre sus propias vidas siempre que les proporcionen un bienestar material.

En todos los ámbitos, el futuro de las menores extuteladas es una incógnita y una incertidumbre continua. Sin medios económicos y privadas de redes de protección familiares y/o institucionales muchas de estas mujeres están condenadas a un destino de precariedad y olvido además de ser el blanco perfecto para campañas xenófobas y racistas.