miércoles. 24.04.2024
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Requiem por los burros serranos

Las ‘bestias’ han dejado de estar presentes en el paisaje habitual de la comarca.
Requiem por los burros serranos

Los burros, las mulas, el patrimonio equino en general, están desapareciendo de nuestros campos y, lo que es peor, de nuestra memoria. Bajo el nombre genérico de ‘bestias’, se han conocido en la comarca serrana onubense diversos tipos de animales que han acompañado las tareas domésticas y los viejos oficios del hombre y la mujer serranos. Ha sido, siempre, un apelativo cariñoso, alejado del significado peyorativo que ofrece en algunos casos.

Su presencia ha marcado el devenir de la propia existencia humana, ya que el burro ha formado parte del paisaje serrano diario. Desde su fuerza aplicada a la agricultura y los trabajos forestales, hasta las labores de artesanía que ha propiciado, los ratos de ocio que ha proporcionado en fiestas y romerías, los oficios relacionados con este animal e incluso el urbanismo tradicional serrano, todo ello se ha visto influido por la actividad equina.

Sin embargo, hoy en día, las ‘bestias’ han perdido su funcionalidad práctica y el abandono de las actividades agrarias ha precipitado su desaparición de la vida de los serranos.  Han sido una nueva víctima del ‘progreso’ que se ha adueñado de las costumbres y los parajes de la comarca. Ya no se ven, como antes, surcando caminos y calles empedradas. Ya no hay cuadras donde moren, ni arrieros que aprovechen su trabajo. Hasta los más pequeños se están alejando del conocimiento habitual y la convivencia con este ganado que hasta ahora había sido parte de la familia.

Para salvar este patrimonio fundamental de la sierra hay que rescatar la amplia nómina de valores que rodean a la presencia de estos animales. Han procurado compañía, fuerza bruta, calor, materias primas para el campo, soporte para la talabartería y tantas aportaciones que han hecho más fácil la existencia de los serranos en tiempos difíciles.

El ir a apañar cagajones, por ejemplo, se convertía en una de las actividades habituales del serrano de hace unas décadas, para poder ser utilizado como abono o como fuente de energía. Los caminos de la comarca se empedraban, entre otras razones, para facilitar el tránsito de las bestias a su través, convirtiéndose los arrieros en los predecesores de los senderistas actuales, que encuentran una amplia red de sendas gracias a la labor diaria y callada de aquellos que conducían mulos de un pueblo a otro.

Su utilización en norias de sangre proporcionaba energía y su estampa junto a molinos harineros era frecuente hasta hace unas décadas. En actividades vitales para los serranos como la trilla, el mulo era factor principal en el acarreo de haces de trigo y en el pisado de la greña. Eran ideales para transportar grandes cargas, a través de útiles que también están desapareciendo, tales como serones o angarillas.

Una forma de condicionar el urbanismo y la arquitectura popular de la zona, era la costumbre de empedrar el pasillo de entrada de las casas, para que el animal recorriera el trayecto que separaba el zaguán de la cuadra, situada normalmente en la parte trasera.

Esta manera de construir dio lugar a una artesanía de gran valor, como es el empedrado decorativo serrano. Todavía quedan en la mayoría de pueblos algunos ejemplos de estas formas geométricas, vegetales, conmemorativas y siempre originales, que estudió con gran acierto el recordado José Mª Medianero. En localidades como Linares de la Sierra o Alájar, quedan como recuerdo los famosos ‘llanos’, que son la zona de calle empedrada antes de entrara a la vivienda, y que se han convertido en un atractivo reclamo turístico.

Otra artesanía vinculada estrechamente a los burros es la talabartería, en la que algunos serranos son aún verdaderos maestros. Con esta práctica, los hombres cosían aparejos, reparaban atajarres, albardas y otras partes de la indumentaria con la que se revestía a los animales, aportando también ropajes y útiles a los caballistas.

Hoy guardan su utilidad para algunas tareas agrícolas, como la de sacar el corcho, la madera o las castañas desde lugares poco accesibles, y, sobre todo, a proporcionarnos ratos de ocio en fiestas populares y romerías.

Nuestros animales necesitan una mirada de cariño, de reconocimiento y de rescate que los vuelva a situar en el lugar de estima y privilegio que les corresponde por su aportación y que nunca debieron perder.