jueves. 28.03.2024
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Opinión

El cerebro social en la España de 2016

El cerebro social en la España de 2016

Parece que los humanos tenemos una fascinación particular por las complejidades del mundo social: España no se escapa a esta tendencia. Comparando, nuestro interés por las cosas del mundo que nos rodea nos parece, en el mejor de los casos, poco sistemático.

Un indicio claro de ello lo constituye el hecho de que, por ejemplo, las biografías y las historias de ficción, la televisión anodina y esperpéntica que hoy se hace en nuestro país, salvo honrosas excepciones, dominan por un lado, las editoriales de libros y revistas, y por otro, las “mentes pobres” –tal vez hartas de tantos sinsabores y engaños, sin justificación por mi parte- superando con creces a aquellos edificios formativos, culturales, musicales, divulgación científica….En realidad, nos es tan fácil pensar en términos sociales que con frecuencia, y por no decir siempre, los “políticos actuales de la España democrática actual” atribuyen el espectáculo en el que estamos inmersos con la configuración de las dos cámaras, Congreso y Senado, al resultado de las elecciones del 20D: ha ganado el PP y a una considerable distancia le sigue el PSOE pero no es menos cierto que España está dividida en dos, por la sabia decisión de sus ciudadanos; la derecha tal vez más unida, y la izquierda un galimatía de siglas que será difícil de unir para formar un gobierno de izquierdas, deseable, pero no es menos cierto que hay demasiada gallinas en el corral para un solo gallo.

Nuestros políticos de la España de 2016 se comportan como científicos “a naturales”, formulando y sometiendo a prueba de hipótesis imposibles, con un denominador común: el sacrificado ciudadano “aguantalotodo”. Sin embargo, somos los ciudadanos de a pié los que vemos ciertos tipos de objetos y manejos que tienen propiedades interactivas: juegan con nosotros, a modo de un solo cerebro, que podemos denominar cerebro social, con las que persuadirnos de que las cosas que nos ofertan serán imposibles de alcanzar, por ejemplo rigor, coherencia y falta de verdad. Olvida, este tipo de cerebro social que los ciudadanos somos seres sociales, y desde la creación, para los humanos, nuestras vidas están coloreadas y dominadas por la necesidad de interaccionar coherentemente con los demás.

A mi juicio, el problema con qué se enfrenta el cerebro que nos domina, y para muestra el botón catalán, es que va por libre, comete fraude en “las convenciones sociales”, “negándose a pagar sus deudas”, o “no actuar de acuerdo a las leyes establecidas”.

Y esto tiene mucho que ver con la naturaleza del ser humano: la emoción es una parte tan insondable de nuestra estructura psicológica que no puede ser extirpada con tanta facilidad, por tanta insensibilidad enquistada en la clase política que hoy me permito, aún a riesgo de equivocarme, denominar como cerebro social del año 2016.

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