sábado. 20.04.2024
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Opinión

Vivir con Merkel

En esto de Europa llevamos mucho tiempo arrastrando dudas y confiando en la clarividencia del tiempo para disiparlas pero pasan los días y las dudas se han convertido en incertidumbres muy a pesar del tanto ajetreo que por esas alturas de la presunta democracia discurre. No hemos decidido expresamente vivir con Merkel ni depender tanto de su punto de vista para que afecte a la manera de comer, divertirnos o gastar; no hemos votado para entenderla o admitir sus estructuras económicas. Ella proviene de la escasez, fue motivo de castigos de separación cuando su comunidad alemana, también llamada democrática, padecía las inclemencias de las restricciones para vergüenza de otros estados. Nos tememos que su teoría del progreso se asienta en esa fórmula de pisotear derechos a cambio de equilibrar los resultados de la macroeconomía.

Tal y como los de abajo vemos las cosas ahora mismo, Europa nos parece un galimatías con imposibles soluciones, no se buscan salidas distintas a la voracidad del capitalismo, los ciudadanos han dejado de ser protagonistas humanos del sistema, los miembros de esta unión empiezan a plantearse opciones de renuncia y huída, se discuten las estrategias pero no se discute el mando. Aquello que fuera un sueño limpio, deseable y posible se ha convertido en una entelequia crónica a donde las voces de los pueblos no llegan. Nuestro país ha dejado de tener importancia y relieve a causa de su deuda y es tratado como esclavo más que como miembro de pleno derecho.

Nada personal tenemos contra Merkel, a quien ni conocemos ni nos gustaría conocer -intuyo-, pero oír los criterios de quienes apuntan como mejor solución para Europa la salida de Alemania debería estar en las órdenes del día del Parlamento. Preguntar a quienes saben de esto ya se ha hecho y existen coincidencias que respaldan que una política habitual y constante de recortes y restricciones no ha solucionado la economía y sería conveniente modificarlo. Grecia plantó cara pero estuvo sola y perdió la batalla porque los pobres son mal tratados en todos los estamentos de la vida, incluso en la esplendorosa, rica y democrática Unión Europea. En fin, a disfrutar del calor como terapia.

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