miércoles. 24.04.2024
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Opinión

Siempre nos quedará París

Siempre nos quedará París

Gota a gota, llenando vasos de incordios, poniendo al brete de la intolerancia el mensaje de credo divino, huestes de perversos anegan de sangre y dolor lugares de culto, personas de respeto. Una muerte nunca tendrá justificante para aminorar su reprobación, estas tampoco. Paris ha quedado en humo de vehemencias por esos “quienes” de la nada que se alertan con inspiraciones extrañas para proceder con la barbarie a cercenar vidas desde un antojo singular, sin una razón lógica ni una trama acertada.

Estos seres macabros se mueven a sus anchas por las avenidas acogedoras que les dieron rango y les permitieron formar parte de una ciudadanía educada en los tálamos de la democracia y ahora se rebelan contra la tolerancia, acechan detrás de cada gesto no aceptado y disparan a discreción como si de un juego de película se tratara. Otro día tocó a muerte en Madrid, otro a Nueva York, otro a Londres y desconocemos el hasta cuándo y los límites de esta maldad. No saben -suponemos- de nuestras preocupaciones por nuestras esperanzas y dan señales de ataque cuando se sienten -a su modo- atacados. Tiran a matar, como el escorpión, aunque la ofensa haya sido la negación del saludo.

Nosotros, tan enfrascados en otras atenciones, no poseemos fórmulas para atajar este problema y los responsables de nuestra seguridad tampoco parecen buscarlas. Las normas deben establecer la pacífica convivencia entre todos pero sin grado ilimitado de permisividad. Quienes predican la muerte no han de tener sitio en nuestra sociedad; a quienes no saben de estas cosas habrá que hablarles de correspondencia en el respeto o, sencillamente, impedirles estar.

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