Qué será de nosotros cuando hayamos votado

Por fin se echarán las redes y los humanos de este ciclo con aparente comodidad tendrán en sus manos, a voto abierto y libre, la posibilidad ínsita de elegir su compañeros de viaje para los cuatro próximos años, siempre juntos, codo a codo, ambos sabiendo de ambos, entendiéndose, animándose, correspondiéndose con las miradas y las ideas, ambos embarcados en la misma misión. Será por fin todo como nuevo, nada de lo anterior llenó de satisfacciones la supervivencia, todo inventado desde un pensamiento rompedor, esquema original con solvencia para el triunfo y lo suficientemente fuerte como para derribar envites y asedios.

El voto será un pulso, será una entrega, será un dilema y será también el más deseado de los pronósticos; se pondrá la equis en el nombre acertado, se escogerá la papeleta correcta, se podrá la vida en ello para obtener, por fin, ese premio de lotería tan soñado tantas veces y tantas veces incumplido. Ahora es el momento, ahora se fundirá el deseo en la precisión. Estos candidatos no son los otros, estos tienen una cara más armónica, dan más confianza, son más cercanos, vienen limpios de lacras y presentan currículos de honestidad. Con los otros no sería posible la regeneración.

La apuesta puede ser interesante porque te llaman camarada, compañero de fatiga; te llaman “quillo”, paisano, te llaman por tu nombre y se les ve atentos y jóvenes -dos cualidades imprescindibles para no manchar el tablero y ganar la partida-, gesticulan, te estiman, sortean los impedimentos con naturalidad, entienden de conocimientos pero no de mundos y saben distinguir los amaneceres por sus colores. Ellos vienen hacia nosotros, ahora que nos necesitan, luego les necesitaremos nosotros y deseamos que no huyan a sus limbos, como los otros, y nos dejen con la palabra en la boca. No lo sabemos aún pero disimularemos la suerte preparados para la próxima ilusión y esto se irá pareciendo a democracia.