lunes. 29.04.2024
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Novela, teatro y política

Novela, teatro y política

Nadie puede negar que desde que Cervantes escribió “El Quijote” estamos hechos de literatura. Esto hace que realidad y ficción se mezclen tanto en el ámbito de la vida ordinaria como en el desarrollo estructural y conceptual de la novela, mal que les pese a algunos.

Tampoco que, desde que Shakespeare puso en escena sus obras teatrales, y Pirandello hizo que los personajes modificaran o intentaran cambiar lo que los dramaturgos habían de escribir para rematar una obra, la puesta en escena de cualquier acto, sea en lo cotidiano (en la vida de cada cual) o en lo extraordinario, se ha dejado influenciar por la introspección con la que ambos sellaron definitivamente una nueva forma de hacer teatro tanto en la vida real como en la representada en los escenarios.

Y es que, lo queramos o no, las personas y los personajes estamos hechos de los mismos mimbres, como no puede ser de otra manera. Y esto no debería resultar raro a nadie con conciencia y un poco de entendimiento. Porque, se comprenda o no por algunos, es la ficción la que moldea nuestra mentalidad y por ende nuestro comportamiento, y no a la inversa.

Si nos fijamos bien ¡cuánto teatro y cuánto cuento hay en todo lo que hacemos!

Pienso ahora en la ingobernabilidad manifiesta de Cataluña a tenor de los resultados electorales. Y no es que con los datos de los comicios no se pueda gobernar, no; es que algunos personajes principales de la obra no transigen, no ceden, no pactan… y ahí está tanto Pirandello como Shakespeare, Cervantes y otros tantos.

Lo mismo podríamos decir de España. Los personajes -en un giro inesperado- han olvidado el guión (programa), la partitura, el interés del público y se han rebelado con una osadía inusitada hasta el punto que de seguir así, el teatro se quedará vacío y desangelado por desinterés de los espectadores, ante la caricaturesca obra que para desgracia de la ciudadanía están representando, donde solo visualizan en la palestra sus rencillas e intereses personales dejando al margen los intereses nacionales (o sea, de todos).

Malos, muy malos guionistas, directores y actores hay en el escenario de la política española. Esperemos que la sustitución de los mismos se ajuste cuanto antes a las necesidades reales de la ciudadanía, porque, ésta, harta de pasar privaciones y penurias puede optar por dejarlos en un páramo.

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