miércoles. 15.05.2024
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Opinión

Atrapados por la codicia

Supongamos que soy un ingenuo, vale. Posición que si la medito puede ser cierta. Bueno... entonces, mientras ando por el mundo con mi candidez a cuestas, de repente, una persona honorable, digamos tipo banquero de picos pardos, funcionario del FMI, empleado del Banco Central Europeo o "bicho" similar, me dice –a usted también, no se haga el listo porque es otro pardillo, como yo-: "El asunto está tremendamente jodido, hay que apretarse más el cinturón".

Y usted, claro, acuciado por las circunstancias y siguiendo la voz de los oráculos, intenta apretarse un punto más la correa. Pero, se da cuenta con horror que el cinturón ya no tiene más agujeros, y usted quiere cumplir porque siempre fue una persona de orden, y le entra una angustia que le lleva a comerse la uñas, a mirar para un lado y para otro, a indagar aquí qué coño pasa, y no se entera, no se entera de nada, mucho más cuando observa que los demás también están llegando al límite de lo soportable, y que, incluso, hace tiempo que se le acabaron las uñas, y el paro, y la ilusión, y todo, y andan caminando a gachas por las calles del mundo, quejándose de un liberalismo imparable que ha hecho posible que los que nos metieron en este lío queden impunes y además, sus errores financieros o sus manipulaciones, que vendría a ser lo mismo, la tengamos que pagar nosotros, no ellos que fueron los artífices de todo esto, sino nosotros, todos los demás.

Y quiere apretarse la cincha y no puede, y llora en silencio, cobijado en la solidaridad de otros muchos que andan en las mismas tareas, y otea el horizonte mirando un país y a otro, y en todos ocurre lo mismo, el capitalismo ha ganado la batalla, la madre de todas las batallas y ahora, ya, todos, en un mismo barco, el único barco, navegamos en esa nueva arca de Noé que se han inventado los especuladores, los verdaderos dioses del mundo -siempre lo fueron, dejémonos de absurdas monsergas eclesiásticas- para aumentar sus ingresos, y a los demás, a todos, que nos den, y se cabrea, y de nada vale.

Y mira las imágenes de lo ocurrido en lugares asolados por catástrofes: terremotos, inundaciones, tsunamis..., y se dice "pobrecillos, ellos están peor", pero sabe que el consuelo no se come ni sirve para pagar las letras, ni para comprar zapatos a los niños, ni comida en el supermecado de siempre, donde entra ahora, cabizbajo, para adquirir lo imprescindible...

Y así, un día y otro. ¿Hasta cuándo?, -se pregunta-. Pero no obtiene respuestas, y sigue caminando mientras puede, soportando lo que le echen, lo que le dejen, hasta el fin de la vida, hasta la muerte. Sin enterarse de nada, ciego. Vivió ciego toda la vida y no lo sabía, no se ha enterado hasta ahora, y tiene cojones la cosa que eso sea así en la era de la información, en la de las comunicaciones instantáneas, y después de la reflexión, que tampoco se come ni sirve para pagar deudas, se va a casa, derrotado, buscando la fuerza necesaria para comenzar un nuevo día sin reventar el sistema haciendo una barbaridad y sin encontrar el valor para ahorcarse o quitarse de en medio, o para salir del mundo, de este puñetero mundo de alguna otra forma, si es que la hay.

Pero no, no. No la hay. No existe porque no hay líderes sociales y políticos que le den un giro radical al asunto, una vuelta entera de timón a los planteamientos político liberales que nos mantienen con la soga al cuello... y, con un programa político audaz, nuevo, que ilusione al pueblo, que enganche a la ciudadanía con sus consignas, que reivindique sus inalienables derechos ahora pisoteados, nos permita salvar las políticas sociales y que los ricos sean un poco, sólo un poquito menos ricos, en beneficio de los más necesitados. Sólo eso.

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