jueves. 28.03.2024
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Opinión

Vintage Huelva

En los tiempos actuales, el vintage es una forma de vivir la vida. Se trata de echar la vista atrás y volver a actitudes pasadas. Una manera de aceptar que cualquier tiempo pasado fue mejor. En el textil y en el hogar es donde más extendido está el término, ya que se trata de la recuperación de elementos, aunque a mi entender es en la política donde mejores rendimientos tendría, a modo de reconversión ética. En Huelva este vintage político sería agradable, no en las ideologías, sino en la profesional de los que en su día iban en las listas electorales de los onubenses.


La muerte del presidente Suárez ha traído a la memoria lo que, en clave política, España fue y lo que ahora es, y en el caso que nos ocupa Huelva ha salido perdiendo. En mi opinión, esta provincia nunca ha tenido los políticos que se merecía, siempre en el convencimiento de que el onubense es un ciudadano de primera. El panorama es desalentador, y si no les pediría a ustedes que me citaran a alguno de los representantes elegidos por los ciudadanos en el Congreso, el Senado o el Parlamento andaluz y su labor en pro de la prosperidad de esta provincia, que es para lo que han sido elegidos y ganan unos sueldos de escándalo. Si acaso recuerdan a alguno de ellos, dudo que acierten en sus logros, ya que brillan por su ausencia. Son simples números que se conforman con acudir puntualmente a las votaciones que les exigen sus agradecidos partidos.


Los políticos de antaño en Huelva eran otra cosa. Había mucho que hacer y se notaba. Desde Huelva se reivindicaba y sus 'señorías' eran las primeras en acudir a Sevilla o Madrid para luchar por los intereses de sus representados, los onubenses. Era otra forma de hacer política, sin tanto compadreo y sin las mentiras que tanto gustan ahora a nuestros políticos, faltos de argumentos y especialistas en el 'y tú más'.


La Huelva política de hoy dudo que lograra los éxitos de sus antecesores, dado que no hay tela por donde cortar. No hay un político de raza que asome la cabeza y viendo en manos de quienes están los partidos la tarea parece misión imposible. Permítanme una osadía. Más de uno de los antiguos compañeros o camaradas habrían puesto en su día el grito en el cielo al conocer la identidad de los que mueven los hilos dentro de cada uno de sus partidos. Debe de ser tal su asombro que todavía no se lo creen. Y no les falta razón.

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